Retrato Hablado

El arte como defensa de los derechos humanos

Morgana Love dice que se siente más como una defensora de derechos humanos que se expresa a través del arte, señala María Scherer Ibarra.

A diferencia de la mayoría de nosotros, Aleizah Morganna Martínez Bautista eligió su nombre.

Su precocidad la llevó a tomar decisiones desde que cursaba la educación preescolar, por extraño que suene. Desde entonces ella notó algo en lo que no reparó su madre ni su padre ni su hermano mayor. Soñaba con ser una estrella de televisión, maquillarse como su madre, verse tal como se veía ella. En eso pensaba cuando se sentaba frente al tocador y, frente a él, mientras su madre la reprendía, supo que algo no marchaba bien. Supo que no era una niña. En ese preciso momento, Morganna empezó a odiar su propio cuerpo. La tristeza, el enojo y la frustración se adueñaron de su vida. Y el silencio también. Hasta que descubrió el canto.

Era buena. Primero la escogieron para representar a la escuela en concursos de canto, luego para representar a San Miguel de Allende, su pueblo, y también al estado de Guanajuato. Cantaba. No podía hacer mucho más. No podría soportar que sus padres la rechazaran. Cantaba y estudiaba. Terminó la primaria con 10 de promedio.

Morganna le pedía a Dios que la hiciera niña. Sabía que eso no iba a suceder, pero no que todo empeoraría en la escuela pública, a la que se cambió en la secundaria. “Yo era un niño flaquito que hablaba como mujer. Me acosaban, se burlaban de mí. No me sentía bien en ningún lado, sentía cada vez más el coraje contra mi propio cuerpo. Incluso pensé en mutilarme”.

-¿Tu familia no tenía ninguna sospecha?

-Me han dicho que pensaban que era diferente, nada más.

Muchos años después, cuando Morganna determinó su carrera, también comenzó a definir su vida. Salió de San Miguel para vivir en Guanajuato. Sus padres querían un título y ella les entregó el de la licenciatura en cantante de ópera y concierto de la Escuela de Música de la universidad del estado. Hizo su sexualidad a un lado y trató de concentrarse en lo que se esperaba de ella en ese tiempo: convertirse en contratenor. Tras fracasar de despojarse del todo de su sexualidad en un grupo juvenil católico, entró al Conservatorio Nacional de Música y aprendió, muy forzada, a aparentar que era homosexual.

Morganna “era un desastre mental” cuando dejó la compañía de ópera donde cantaba. A partir de ahí se negó a trabajar y hasta a comer. No salía de la cama, postrada por la depresión. Internet le reveló que era una persona transexual. Se asustó. Su prejuicio era extendido: las personas transexuales se dedicaban a la prostitución. Pero la terapia psicológica la despojó de prejuicios y miedos. Otra terapia, la hormonal, y la cirugía se convirtieron en su estímulo. Después de tanto sufrimiento, elegiría su propio sexo.

Morganna no pudo sincerarse con su familia, a pesar de que el mayor de sus hermanos le había dicho que la aceptaba, que entendía que era diferente y que a partir de entonces era su hermana. Sus hermanos menores también reaccionaron de forma amorosa, pero ella no reunía la fuerza para hablar con sus papás. En lugar de eso, les escribió una larga carta y la dejó sobre su cama, antes de volver a la Ciudad de México. Sucedió lo que esperaba: no podría volver a la casa si no se vestía como hombre, de acuerdo con el sexo que Dios le había otorgado. “No nos hablamos durante un año, pero muchas llamadas y cartas después, mi mamá me dijo que me quería cerca y nos reunimos otra vez”. Al cabo de nueve años, el padre se presentó en un concierto de Morganna en la Ópera de San Miguel de Allende. Se sentó en primera fila.

Morganna Love rompió con su vida anterior poco después de terminar en el Conservatorio. Renunció a la ópera para cantar en un club nocturno lo que siempre quiso cantar: música pop. “Me fui haciendo de fans y pude desarrollar mi propio proyecto, componer y tocar”.

En aquel bar, apareció el director argentino Flavio Florencio, quien siguió a Morganna hasta Tailandia. Participó en un concurso de belleza, Miss International Queen, –”no porque me sintiera la más bonita”–, sino para financiar la cirugía de reasignación de sexo. El doctor Burin Wangjiraniran operó a Morganna y ella, a cambio, cantó en un congreso internacional de transexualidad. Esa historia se cuenta en el documental Made in Bangkok. “Regresé siendo otra. La seguridad que adquirí se disparó”.

Pero no todo saldría bien. Morganna fue rechazada por sus amigas, y eso le provocó hablar sobre lo que había vivido, sobre la violencia que sufren las mujeres trans. “No me siento una activista como quienes van al Congreso a gritar consignas y a dialogar con diputados. Mi activismo es más bien social. Me siento más como una defensora de derechos humanos que se expresa a través del arte, porque cuando canto o actúo en películas, cortometrajes o series de televisión, se pone el foco en lo que es ser una mujer trans y eso nos da más visibilidad”.

Entre el 2020 y el 2021, Morganna hizo Traviattas, el documental Estaciones, Momento y 10 Songs for Charity, una producción holandesa cuyo estreno se pospuso por la pandemia. También ofreció conciertos y conferencias en línea para las procuradurías de derechos humanos de diferentes estados. Recientemente se estrenó Sirena en el Festival Internacional de Cine de Tequila, Jalisco, en donde interpretó el papel protagónico.

Morganna quiere salir de México y hacer cine en Europa, otra vez. “Allá nunca me preguntaron sobre mi sexualidad. Simplemente no era tema. Quiero ser una actriz, quiero cantar, componer y producir música. Ésa es la vida que probé y que me hace feliz, sobre todo cuando nadie me pregunta qué tengo entre las piernas”.

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