Yonathan Amador Gomez

Dantor musicoterapia en el jazz

“Encontré una manera distinta de compartir la música, no como una finalidad sino como un medio, para poder facilitar procesos de rehabilitación”: Daniel Torres.

¿Por qué hacemos música? Esa fue una interrogante que detonó en Daniel Torres un camino diferente en su formación como músico, compositor y jazzista. Esa pregunta que le daba vueltas en la cabeza, mientras estudiaba en la Escuela Superior de Música, le hizo viajar a Buenos Aires, Argentina, matricularse en la Universidad del Salvador (UNISAL) y estudiar en la Facultad de Medicina la licenciatura en Musicoterapia.

Durante su estancia en Argentina, Daniel estuvo expuesto a una gran cantidad de géneros tradicionales, no sólo los argentinos sino de toda la región del cono sur (Uruguay, Chile, Brasil), los cuales fue absorbiendo, recreando e interpretando con su guitarra. Con este bagaje y visión de la música, que va más allá de una mera expresión estética, comenzó a crear sus primeros temas para un formato de sexteto: fagot, trompeta, bajo, guitarra eléctrica, guitarra acústica y batería.

No fue sino hasta el 2014 o 2015, luego de su extensa estancia en el país sudamericano, que ya de vuelta en México comenzó a tomar forma su proyecto Dantor, con músicos como Aarón Cruz, Hernán Hecht y Emmanuel Chopis Cisneros. Una concepción que partió del sonido de la guitarra de Daniel se fue moldeando —y ha continuado su adaptación— a la instrumentación requerida, en este caso del cuarteto que formó: “la música es una, pero muchas al mismo tiempo”.

Los temas que forman parte de Sinestesia, primer disco de Dantor, vieron la luz hacia el 2009 y gracias a las múltiples influencias de Daniel, en el disco están presentes una diversidad de ritmos, texturas y sonoridades, que lo hacen altamente disfrutable; la mayoría temas instrumentales, salvo Frida, la única canción y en la que se hace acompañar de Iraida Noriega.

Su doble formación académica lleva a Daniel a desarrollar sus composiciones desde una perspectiva integral, en el que la música además de su carga hedonista, puede servir también como un canal para “comunicar lo no decible, lo no verbal” y que se traduce, apunta Daniel, en uno de los factores sociales de la música: la cohesión. La fuerza que tiene la música, para congregar a miles de personas en torno a un acto cultural y artístico y que es detonada, básicamente, por las reacciones que se producen en nuestro cerebro.

Quizá ha escuchado hablar de personas que al percibir una nota musical pueden ver un color o que al tocar determinadas texturas escuchan sonidos; esos son ejemplos de personas sinestésicas, es decir, que sienten sensaciones en alguno de sus sentidos a partir de estímulos en otros totalmente diferentes.

Así es como Sinestesia de Dantor nos acaricia sonoramente; un disco de jazz con folklore latinoamericano —incluido el bandoneón—, tiene groove, swing, canto, improvisación, metales… Un álbum redondo que producirá reacciones cerebrales, que los llevará a escucharlo una y otra y otra vez.

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