Dinero, Fondos y Valores

El desafiante 2024 y el ‘atorón’ sexenal

Entre los analistas de mercados se asume que el entorno macroeconómico previsto para 2024 se encuentra sujeto a riesgos que podrían modificar las estimaciones de crecimiento.

De acuerdo con el Indicador Oportuno de la Actividad Económica, al inicio del cuarto y último trimestre del 2023 la economía mexicana registró su primera contracción mensual desde junio del año pasado.

Se estima que en octubre la actividad económica habría registrado un retroceso de 0.1 por ciento, lo que, de confirmarse, marcaría su primera caída a terreno negativo en 16 meses.

El IOAE, como se conoce a este indicador del INEGI, apunta a una desaceleración tanto de la industria como del comercio y los servicios, que simultáneamente se habrían contraído 0.1 por ciento en el décimo mes del año.

A tasa anual, la actividad económica se habría expandido a un ritmo de 2.9 por ciento, menor al observado durante los seis meses previos.

Aun así, en lo que va de 2023 la economía de México habría registrado un crecimiento anual acumulado de 3.4 por ciento con cifras estimadas a octubre.

Si bien el Congreso aprobó el Presupuesto para 2024 –último año de esta administración– sobre supuestos macroeconómicos razonables en la mayoría de los casos, se anticipa un moderado crecimiento de la actividad económica.

El crecimiento del año entrante será menor al de entre 2.5 y 3.5 por ciento contemplado en el Paquete Económico, según estimaciones de analistas.

El consenso de la encuesta quincenal de Citibanamex publicada ayer, prevé que en 2024 el PIB de México crecerá 2.1 por ciento, después de un crecimiento estimado de 3.4 por ciento este año.

La principal razón para esperar un crecimiento moderado es el ‘atorón’ económico de cada inicio de sexenio, donde el cambio de administración –y aún no sabemos si de partido en el gobierno– puede introducir retrasos en el ejercicio del gasto público y la inversión privada, que en 2023 ha tenido muy buen empuje.

Recientemente, el Consejo de Estabilidad del Sistema Financiero, presidido por el secretario de Hacienda, reconoció que hacia delante, persiste el riesgo de un debilitamiento de la actividad económica en México, dado el complejo entorno externo.

Al actualizar a finales de septiembre su balance de riesgos sobre México, reveló que el escenario de un debilitamiento de la economía se mantiene, a pesar de que prevalece la expectativa de que la demanda interna continúe apoyando la actividad económica nacional.

Entre los analistas de mercados se asume que el entorno macroeconómico previsto para 2024 se encuentra sujeto a riesgos que podrían modificar las estimaciones de crecimiento, que van de un mínimo de 1.4 por ciento a un máximo de 3.8 por ciento.

También hay incertidumbre sobre el manejo fiscal en el último año de la administración, aun cuando el equipo hacendario se ha comprometido a preservar finanzas públicas sanas.

La razón es que, lejos de plantear balances públicos moderados, se estima una ampliación del déficit presupuestario a 4.9 por ciento del PIB en 2024 desde 3.3 por ciento en 2023.

El argumento de los funcionarios hacendarios es que el déficit del año entrante, que será el más elevado desde finales de los años ochenta, se dará una sola vez y tendrá impacto directo en el crecimiento a través del desarrollo de los proyectos de infraestructura.

La pregunta es qué va a pasar cuando concluyan los proyectos de inversión física prioritarios, como el Tren Maya, en términos de su efecto multiplicador en la actividad económica.

México debe enfrentar la transición sexenal con disciplina fiscal y niveles bajos de inflación.

Los ‘amortiguadores’ de la economía mexicana deben ayudar a mitigar los sobresaltos de los procesos electorales en México y Estados Unidos, que en 2024 tendrán elecciones presidenciales casi simultáneas, algo que ocurre cada 12 años y que, generalmente, se acompaña de inestabilidad financiera.

Hay más de 205 mil millones de dólares en las reservas internacionales del Banco de México, a los que se suman 35 mil millones de la línea de crédito flexible con el FMI, recientemente renovada por dos años más.

Esos 240 mil millones de dólares representan la disponibilidad de liquidez internacional para responder ante choques externos e internos imprevistos.

El país cuenta con amortiguadores financieros, pero no con la necesaria prudencia fiscal para hacer frente al desafiante 2024.

COLUMNAS ANTERIORES

La nueva inversión ‘sigue sin despegar’
La pérdida de vida productiva por apagones

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.