Victor Manuel Perez Valera

Antídotos contra la violencia

Sigmund Freud explicada la violencia en la pulsión de vida (eros), y la pulsión de muerte (thanatos) de la que derivan los impulsos agresivos y destructivos.

Ante la terrible invasión a Ucrania, la violencia generalizada en México y la salvaje brutalidad en un reciente partido de futbol, es conveniente hacer una breve reflexión sobre esta temática.

Einstein, uno de los más destacados científicos del siglo XX, ante la incertidumbre de la amenaza de la declaración de guerra de Hitler, escribió una carta el 30 de julio de 1932 a Sigmund Freud, a fin de que este gran conocedor de la psicología humana investigara sobre cómo superar el odio y el instinto de destrucción en los individuos y en las masas. Einstein creía que el Derecho, las instituciones y la educación ética podían ser un antídoto contra la violencia y de modo especial contra la guerra. En cambio, Freud no tenía mucha fe en el Derecho, pero creyó encontrar en su teoría del dualismo pulsional la explicación de la violencia y de su antídoto: la pulsión de vida (eros), y la pulsión de muerte (thanatos) de la que derivan los impulsos agresivos y destructivos.

Por lo demás, el psicoanálisis no considera ilusorio o falso el impulso al amor y a los sentimientos más nobles: “el psicoanálisis no debe avergonzarse al hablar de amor, porque la religión dice lo mismo ‘ama a tu prójimo como a ti mismo’...Todo aquello que amalgama a una comunidad importante, nace de tales sentimientos… sobre ella reposa la edificación de la sociedad humana” (Carta a Einstein). Freud sostiene que es importante subordinar la vida pulsional a la dictadura de la razón: “hay que tener en cuenta la otra ‘potencia celeste’, el eros inmortal” (El malestar de la civilización). El papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti habla del “amor político para cultivar la paz entre las naciones.

Por otro lado, si no queremos que en el mundo domine la ley del más fuerte, la ley de la selva, debemos reconocer la importancia que tiene el Derecho Internacional Público y su base en la Moral Internacional. La Moral y el Derecho pretenden construir un mundo más humano, más justo, más pacífico. La Moral Internacional considera a todos los hombres como una comunidad (unidad común) mundial, regida por las leyes profundas que en la historia ha construido el espíritu humano.

Lo anterior nos lleva a superar los nacionalismos a ultranza, los estatismos, los bloques ideológicos. Rene Le Senne, filósofo francés, sostiene que la conciencia psicológica responde a la pregunta ¿quién soy yo?, y la conciencia moral, alude a la pregunta ¿qué debo hacer? La conciencia se dirige al ser humano no en indicativo, sino en imperativo, ya que el fin de la moral no solo es apreciar, sino, sobre todo, transformar el mundo.

Los jefes de Estado deberían procurar guiarse por la recta conciencia, no por su propio interés o gloria, ni por egoísmos individuales o de grupo. Los valores universales de la Moral Internacional radican en la dignidad de la persona humana, la cual posee un valor excepcional, el precio de lo que no tiene precio.

Estas realidades tan valiosas, se concretizan en el Convenio de Ginebra y en el Derecho Internacional Público, que en los capítulos 18 y 19 prescribe normas ante lo inhumano de la guerra para que esta sea menos cruel. Se especifica claramente que debe respetarse la población civil y que no se deben destruir museos, hospitales, asilos, iglesias y obras de arte. También se habla de represalias económicas y sociales contra el país o los países invasores (capitulo 19, B, I).

Si consideramos que el Derecho culmina en el cuarto nivel de conciencia, el de los valores, de la justicia y del amor, de ninguna manera podemos aceptar la supremacía de la ley de la selva. Ya desde la antigüedad Arístides declaró que el plan de Temístocles era útil pero no era justo, lo útil no es el valor supremo, lo que impide conocer los valores son los prejuicios, los egoísmos y cegueras de grupo, que asumen algunas naciones. La mayor elevación moral y la mayor solidaridad internacional procuran el menor uso de la fuerza, y proponen la diplomacia para procurar el mayor ordenamiento y la justicia internacional.

El antiguo Ius Gentium, de los romanos se basaba en el Derecho Natural, que también el Derecho Moderno incluye: el derecho a la independencia, a la integridad territorial, a la honra nacional y a legislar sobre asuntos internos sin intervenciones extranjeras. Los jefes de Estado deben ser muy cuidadosos de no denostar a otras naciones, ni a ciudadanos particulares: la violencia verbal fomenta la violencia real en todos los ámbitos del actuar humano. Es de suma importancia que la educación ética sobre la violencia se imparta desde la niñez en la familia y posteriormente en el ámbito educativo.

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