Victor Manuel Perez Valera

Reflexiones sobre la democracia y el populismo

David Granfield en la Experiencia interna del Derecho, advierte que el gobernante debe tener convicciones, pero no debería inmunizarlas ante las críticas y cuestionamientos razonables.

Las elecciones que se celebrarán el próximo 06 de junio nos deberían llevar a reflexionar en torno a la democracia y el populismo, la democracia y la demagogia.

Al concluir la guerra civil en los Estados Unidos, el presidente Abraham Lincoln pronunció en Gettysburg, un elocuente y breve discurso que concluyó con la frase, que sostenía que su gobierno era “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Esta célebre expresión se convirtió en la más elocuente definición de democracia. Lincoln vivió estos principios: la generosidad en perdonar y promover a sus adversarios políticos (General Stanton).

Esta definición de democracia no carece de ambigüedad: ¿quién constituye al pueblo? ¿es una plebe desmesurada?, ¿es lo que se designa como vulgo o populacho? Pero, sobre todo, ¿quién interpreta auténticamente los ideales del pueblo? De lo anterior, surge la paradoja: democracia o populismo. Esto es subrayado por el Papa Francisco en su Encíclica Fratelli Tutti: “Hay líderes populistas capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad… pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de un proyecto personal y de su perpetuación en el poder… esto se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad”. (FT 159). No es lo mismo servir al pueblo, que servirse del pueblo.

David Granfield en la Experiencia interna del Derecho, advierte que el gobernante debe tener convicciones, pero no debería inmunizarlas ante las críticas y cuestionamientos razonables, de lo contrario, se aferraría a sus ideas a tal grado que acabaría siendo un gobierno intolerante y dogmático que tacha inexorablemente las posturas diferentes. De esto al fanatismo solo hay un paso, y así puede caerse en el denigrante ideal, “el Estado soy yo” de Luis XIV, “el rey sol”, modelo del despotismo ilustrado.

Granfield señala que, para seguir los sentimientos del pueblo, estos deben ser racionales a fin de no degenerar en autoritarismo, que denoste a los opositores que sostienen diferentes puntos de vista. Otra consideración de Granfield es que las penas y sanciones jurídicas son privilegio exclusivo del gobierno, y si este es omiso o remiso en su aplicación, indirectamente fomenta la inseguridad y propicia que el ciudadano tome estos derechos en sus manos.

¿Qué es el populismo? El notable politólogo alemán Jan-Werner Müller, profesor de la Universidad de Princenton analiza profundamente las raíces y manifestaciones del populismo. Ante todo, señala que este es uno de los principales enemigos de la democracia. Los populistas socaban sistemáticamente la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Un buen ejemplo de estos ataques, los encontramos en recientes movimientos populistas en Europa: Viktor Orbán con su partido FIDESZ en Hungría y Jaroslaw Kaczynski en Polonia, eliminaron autoritariamente la independencia del poder judicial.

Los populistas se declaran los auténticos representantes del pueblo, mas conviene aclarar que no necesariamente todos los votantes del partido populista sean populistas. Véase el caso concreto de Le Pen, en Francia, no todos los que lo sostenían consideraban a los opositores inmorales y traidores a la patria. La anterior característica también la utilizó Nigel Farage en Inglaterra con el Brexit, y en Estados Unidos, Donald Trump con los ataques a Hilary Clinton. En pocas palabras los populistas silencian o desacreditan a los oponentes, lo cual sería cierto despotismo.

Para adquirir fuerza los partidos populistas se rodean de pequeños partidos que no necesariamente son populistas. Otra característica común a los populistas consiste en que viven en un mundo de fantasías políticas que frecuentemente no pueden llevar a la práctica. ¿Cómo vencer al populismo? No es, según Werner Müller, una tarea fácil. Es una ilusión pensar que ya en el poder los populistas serían más moderados. Por consiguiente, lo ideal sería vencerlos en las urnas, pero tampoco es fácil: el “clientelismo de masas” tiene mucha fuerza, como se vio con Jörg Haider en Austria. En los casos en que sean derrotados en las urnas, fácilmente van a argüir, como lo hizo D. Trump que hubo fraude.

Vencer la oratoria populista es muy difícil, para todo tienen salidas. Habría que insistir en un punto clave: los populistas no tienen la única y auténtica interpretación de la voluntad del pueblo.

COLUMNAS ANTERIORES

Jesucristo el Logos: Logoterapia espiritual
En el país de los eternos hielos

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.