Vicente Lopez Ibor Mayor

La electricidad y… Gates

La semana pasada tuvo lugar, en Las Vegas, la Convención de la Industria Eléctrica norteamericana. El sector está agrupado en una entidad muy destacada del sistema económico e institucional del país y de nombre histórico: el Edison Electric Institute.

El eléctrico es un sector que representa más de 2.0 por ciento del PIB nacional, contribuye con casi un millón de empleos, y reúne a muchas de las principales empresas de la nación, representando a todo, digo todo, el sector eléctrico, sin distinción de tecnologías.

Varios asuntos concretos centraron la atención de estas jornadas: la valoración que la industria eléctrica hace sobre la denominada nueva "revolución energética", la del shale gas, que sigue creciendo a ritmos impresionantes y favoreciendo notorias bajas en los precios, a pesar de los desafíos medioambientales y regulatorios.

Otro punto de interés residía en ver cómo la industria reacciona ante el impulso de las tecnologías renovables y, en particular, de la solar fotovoltaica, y hasta qué punto penetran en las prácticas modalidades eficientes de generación distribuida. Y, finalmente, deseaba asistir a la singladura norteamericana de Formula E, la carrera de alta velocidad que dará comienzo tras el verano, con coches eléctricos, y que representa un hecho novedoso que trasciende el mero espectáculo, para convertirse, también, en un reto para los objetivos de electrificación del parque automovilístico en las grandes ciudades, y la reducción de CO2.

La actualización técnica de las infraestructuras eléctricas, exigentes en inversiones para los próximos años, estuvo también en el debate, y los retos de la distribución, su calidad, tamaño, gestión y las variables económicas que entran en juego. Asimismo, la apertura al "consumer choice", la libertad de los consumidores y el uso de la capacidad excedentaria por los "prosumidores", consumidores con opción a generar o participar como agentes y no sólo usuarios en el mercado eléctrico, y el maridaje tan requerido entre IT y electricidad, que se concretará en las apps de contenido eléctrico en los smartphones. Un gran tema que reclama más cooperación entre operadores de tecnologías diversas y capacidad de anticipación regulatoria.

Warren Buffet participó en la sesión de apertura y Gates, no Bill sino Robert, en la de clausura. La intervención de este último recibió la mayor ovación de la conferencia. Gates hizo gala de sentido del humor al inicio de su intervención: "vengo de Washington, y Washington y Las Vegas son dos ciudades con similitudes: en los dos lugares se tiende a perder el sentido de la realidad […] También, en ambos, se gasta habitualmente más dinero del que se tiene". Cuando tuvo que entrar abordar cuestiones políticas de fondo, lo hizo en un lenguaje directo, claro y con argumentos eficaces.

Habló, y mucho, de su experiencia de gobierno como secretario de Defensa de dos presidentes (Obama y Bush II), casi equidistantes para la percepción de la opinión pública, pero que, a su juicio, en temas prioritarios de la política de seguridad exterior norteamericana no mostraban tantas diferencias. De su cooperación con la secretaria de Estado Hillary Clinton. De sus pugnas frecuentes con miembros del Congreso y otras áreas del gobierno, especialmente los equipos asesores de los presidentes en la esfera de seguridad.

Pero donde brilló, en mi opinión, a más altura, fue cuando delimitó el papel del gobierno norteamericano en la escena internacional y el de la seguridad y las relaciones internacionales y sus múltiples atributos; y cuando emocionado recordó las secuelas de las guerras, "siempre deben ser el último recurso", y tantas tragedias humanas compartidas. Ignoro si Gates –Robert, no Bill- tiene alguna intención, siquiera remota en el corazón del subconsciente, en saltar de su condición de tecnócrata que ha servido a ocho presidentes, a la de líder en campaña presidencial, en un momento en que no se vislumbran claros liderazgos en el lado republicano.

No lo sé, tal vez pura ficción (¿Clinton vs. Gates?), pero escuchando con atención su discurso, muy bien construido y de gran interés, a mí –y estoy seguro que a otras personas de la numerosa audiencia- se me pasó, más de una vez, la idea por la imaginación.

* El autor es presidente de Estudio Jurídico Internacional.

COLUMNAS ANTERIORES

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.