Sonya Santos

El poder curativo de la comida reconfortante

Puede ser algo que nos recuerda la infancia o incluso un simple tazón de helado que nos hace sentir mejor después de un día difícil.

¿Les sucede lo mismo a ustedes? Tras una semana cargada de trabajo que agota emocionalmente, llega el sábado y me levanto tarde, anhelando solo una cosa: comida reconfortante. En mi caso, unas miguitas con huevo para desayunar es mi elección predilecta.

Comfort food es un término en inglés que el Oxford English Dictionary define como “comida que proporciona consuelo o una sensación de bienestar, generalmente con un alto contenido de carbohidratos y azúcar, asociada con la infancia o la cocina casera”.

Los historiadores discrepan sobre los orígenes de la mayoría de los conceptos culinarios, y la ‘comida reconfortante’ no es la excepción. El mismo diccionario señala un artículo del Washington Post de 1977 como el primer uso del término. Sin embargo, la historiadora Lynne Olver descubrió referencias sobre esta frase en Estados Unidos desde 1965. Además, se dice que quizá fue Liza Minnelli, en 1970, la primera en popularizar el uso moderno del concepto, al mencionarla en una entrevista concedida a la periodista gastronómica Johna Blinn.

En situaciones difíciles, las personas buscan la seguridad y el consuelo asociados con la comida de la infancia, en momentos de estrés, tristeza o simplemente para celebrar la vida, muchos recurrimos a un tipo especial de alimento que va más allá del mero propósito de saciar el hambre, son platos que nos animan, que nos hacen sentir mejor, incluso en los días más oscuros. Es más que una simple combinación de ingredientes; es un vínculo con nuestra historia personal y cultural. Puede ser algo que nos recuerda la infancia, o incluso un simple tazón de helado que nos hace sentir mejor después de un día difícil.

Pero, ¿por qué ciertos alimentos nos reconfortan más que otros? La respuesta puede residir en la neurociencia y la psicología. Se ha demostrado que los alimentos ricos en carbohidratos y grasas pueden desencadenar la liberación de neurotransmisores como la serotonina, conocida como la ‘hormona de la felicidad’. Además, el acto de comer en sí mismo puede tener un efecto calmante sobre el sistema nervioso, lo que explica por qué muchas personas recurren a la comida reconfortante en momentos de estrés o ansiedad.

Esta comida varía significativamente de una cultura a otra, reflejando las tradiciones culinarias y los valores de cada sociedad. Mientras que en algunos lugares un plato de arroz con frijoles puede ser la máxima expresión de confort, en Japón será una taza de sopa de miso.

El caso de Rusia confirma la tendencia que depende de lo que uno comió de niño. Las personas mayores aún recuerdan los rollitos de col y el arenque, pero para las jóvenes generaciones de la era soviética, la ensalada Oliver (ensaladilla rusa) fue un platillo fuertemente promovido para acabar con la desnutrición a través de verduras y las grasas de la mayonesa, la cual les trae innumerables recuerdos.

En Argentina, puede ser la cocina que se heredó de las abuelas europeas, especialmente la italiana, donde las pastas ocupan un lugar destacado. En la ancestral Grecia, rodeada de mar, tienen la costumbre de comer albóndigas durante las visitas a la playa, que se ingieren con la mano fácilmente, tanto frías como calientes, integrándose rápidamente a los buenos recuerdos desde niños. Por otro lado, estudios confirman que la pizza y la focaccia destacan para el 60 por ciento de los italianos.

En México, para los regiomontanos un machacado con huevo y tortillas de harina recién hechas dan toda la felicidad, pero a un yucateco, que tienen la vieja costumbre de comer los lunes frijol con puerco, los remite al hogar. El objetivo es el mismo: alimentar el cuerpo y el alma.

En un mundo cada vez más acelerado y estresante, la comida reconfortante se erige como un refugio seguro, un recordatorio de que siempre hay un momento de paz y alegría al alcance de la mano en forma de un plato humeante de nuestra comida favorita. Ya sea una receta transmitida de generación en generación o un descubrimiento reciente, nos recuerda que, en medio de la adversidad, siempre podemos encontrar consuelo en la mesa, sin olvidar que el pan dulce, los chocolates, las galletas, entre otros, deberán comerse con moderación, ya que, de lo contrario, más que un calmante nostálgico podría ser un ‘trastorno por atracón’ (episodios recurrentes de ingesta excesiva).

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