Simon Levy

Marxchain en Mayfair

Somos la historia de nuestras decisiones; la diferencia entre lo que pensamos y logramos realizar. No nos diferencia un código postal, ni nuestro origen. Nos diferencia a dónde vamos; nuestra capacidad y motivos para transformar realidades individuales.

El automóvil desapareció súbitamente en Bateman Street. Ya no estaban los muros llenos de títulos universitarios ni los diplomas del pasado.

El taxi, mientras tanto volvió a aparecer deambulando sin destino, en medio de la lluvia incesante. Todo en Westminster olía −por la pandemia de la Covid− a desolación. Las fachadas de ladrillos de tonos rojizos y cafés avivaban un poco las calles apagadas por los nubarrones del cielo gris de aquel día.

Finalmente alcancé a observar que el automóvil se detuvo en la esquina de Soho Square y la esquina de Frith Street. Entonces, abrió su paraguas negro, bajó del taxi y comenzó a caminar rumbo a Dean Street, cubierto por su gabardina color beige.

El bullicio de la lluvia y el vapor del calor acumulado comenzaron a nublar mi vista detrás de la ventana. Unos segundos después sonó el timbre del despacho.

Abrí la puerta y finalmente después de varios años, lo volví a encontrar, ahora en Londres.

Después de actualizar nuestras vidas y efusivos saludos, le pregunté entonces, por la ausencia de sus impresionantes certificados, diplomas y reconocimientos en su oficina.

"Antes los seres humanos colgaban sus títulos en las paredes para intentar demostrar lo que aprendían en el pasado, pero esa información acumulada no los habilitaba para el futuro. A partir de nuestra nueva creación estamos liberando las cadenas donde sea una calificación lo que determine tu futuro, y sea ahora tu capacidad certificada de resolver un problema, y que ello deje una huella imborrable en la opinión de un ser humano, para así crear valor de tu trabajo".

Los muros desnudos y la claridad de sus palabras, avivaron más el rojo de los ladrillos apilados.

"Aquí, en Dean Street, al lado de este edificio, en el número 28, escribió Marx 'El Capital'" y esas cadenas de los trabajadores a las que él se refería por la esclavitud, −ahora las nuevas cadenas digitales− serán el mismo medio de democratizar, no solo las fuentes de producción, sino el trabajo certificado; será una revolución en los métodos de cualificar a un ser humano frente a otro".

Wang, mi antiguo compañero en la Universidad Popular de China, dibujó una sonrisa llena de complicidad cuando volvió a mirar los muros de su despacho. Uno de los abogados chinos más famosos de Pekín radicado en Mayfair estaba descubriendo el nuevo proyecto que estábamos por construir.

Si entiendo bien −le dije−, blockchain viene a ser el Internet en 3D, una plataforma infestada, hasta ahora, de datos no verificados, −en la que construiremos− una red que tendrá una huella de origen y destino, donde cada transacción y cada operación no solo quedará registrada de forma indeleble, sino que ahora, le daremos un valor financiero a cada huella de origen, desde calificar un trabajo hasta verificar la cadena de información de cualquier proceso humano.

Asintió Wang y súbitamente me dio un abrazo, como cuando éramos compañeros de nuestra clase de marxismo chino.

Nuestro proyecto de Marxchain comienza por asegurar que los jóvenes, y cualquier ser humano del mundo, encuentren el mejor trabajo posible para sus capacidades y experiencia, con una nueva identidad en blockchain que contendrá sus registros escolares, laborables y la opinión de sus servicios en toda su vida. Las nuevas cadenas certificadoras de nuestro sistema habilitarán −en función de sus resultados− en lugar de encadenar a los seres humanos.

Ahí, donde Marx caminó, venía la forma de romper las nuevas cadenas de la dependencia.

Durante siglos, movimientos sociales se basaron en la explotación de un ser humano sobre otro frente a las plusvalías de la producción; los movimientos del futuro se basarán en la irrelevancia del ser humano frente a la automatización. Por eso el valor de certificar con veracidad el trabajo humano.

Entonces, pensé en la nueva revolución por venir: a los jóvenes los están intoxicando con dosis diarias de esperanza y expectativas; la vida detrás de la zanahoria a perseguir. Mientras despedazan su capacidad creadora, porque todo el tiempo esperan de los demás. Ese es el problema del modernismo: la esperanza. Lo que nosotros estábamos empezando a construir era responsabilidad.

Salimos rumbo a Mayfair al laboratorio digital "Marxchain". En el camino pensé que la posibilidad de construir más clases medias, implica descubrir nuevas formas de productividad y habilitar a más seres humanos con puestos de trabajo que creen valor, no que provoquen dependencia sino que liberen competencias.

Somos la historia de nuestras decisiones; la diferencia entre lo que pensamos y logramos realizar. No nos diferencia un código postal, ni nuestro origen. Nos diferencia a dónde vamos; nuestra capacidad y motivos para transformar realidades individuales y colectivas.

En Mayfair se estaba gestando una nueva revolución.

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