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2026 será peor

Ya está tomado el aparato electoral y la posesión será completa con una nueva ley que en los próximos meses regresará al sistema político a la era dorada del priato.

Tras 15 meses de gobierno ya no es posible llamarse a engaño; el modelo del obradorato se mantiene sin alteraciones. López Obrador mostró, una vez más, su singular olfato político al designar como sucesora a quien se enorgullece presumiendo la obediencia a su proyecto. Consiguió lo que ningún Presidente del priato, excepto Plutarco Elías Calles con Pascual Ortiz Rubio: una abyección carente de la menor dignidad.

La entenada del tabasqueño no solo es impelida por la lealtad, sino por la convicción de que conduce el gobierno bajo directrices brillantes. Se tragó completa la narrativa de su padre político y la reproduce con entusiasmo. Si no está roto, no trates de arreglarlo, es al parecer uno de los mantras que Claudia Sheinbaum repite con el convencimiento de la conversa que no conoce nada más allá de la sombra del mesías.

El modelo es simple. Primero, que haya dinero para todos, sin condiciones, tanto a costa del erario como de los empresarios. Se trata a la hacienda pública y al negocio privado como una vaca con dos ubres a ordeñar sin límite. La primera para cubrir pensiones, becas y otros apoyos. La segunda, para pagar salarios cada vez más elevados y conceder condiciones laborales crecientemente generosas, como vacaciones y horarios.

El círculo se cierra, de la cuna a la tumba. Para niños y jóvenes, becas. Para los viejos (y no tan viejos) pensiones universales. Entre unos y otros, en la vida laboral, salarios y prestaciones que alcancen para cubrir unos mínimos pródigamente definidos por el gobierno. El crecimiento no importa si se logran menos pobres, dicta la presidenta desplegando su ignorancia económica, sin entender que el modelo ya no funciona: el empleo formal creció prácticamente cero en 2025. Lo que sí sube, desde 2024, es la informalidad laboral.

El segundo elemento del modelo son los proyectos de infraestructura prioritarios. Poco útiles, pero símbolos de egolatría. Los recursos estatales para fierros visibles con una carga de nostalgia nacionalista. Petróleo, sobre todo su refinación, trenes y aviones. A gastar a manos llenas en obras que además dejan margen para otorgar contratos con mucho dinero y nula transparencia. De Dos Bocas a Mexicana (la “aerolínea del pueblo” en frase de la presidenta) pasando por agregar trenes de carga a las vías del Tren Maya y construir más trenes que serán tan igualmente costosos como inútiles. Elefantes blancos que son agujeros negros presupuestales.

Pero el dinero no alcanza, por lo que entra el tercer elemento: a recortar gasto público en lo que no es prioritario, incluyendo salud (destacadamente medicamentos, vacunas y materiales de curación, pero también mantenimiento de clínicas y hospitales), escuelas e infraestructura (quién diría que tapar baches se convertiría en un lujo). Como ni así alcanzan los recursos, a mantener el déficit fiscal y endeudamiento, aparte de exprimir (todavía más) a los empresarios con el SAT.

Crecimiento (ese que no importa) bajísimo e inversión (privada y pública) en desplome. La presidenta cree que lo arregla tomándose fotos con empresarios y haciendo consejos consultivos. Así seguirá el modelo hasta reventar por insostenible. Pero no será vía las urnas. Ya está tomado el aparato electoral y la posesión será completa con una nueva ley que en los próximos meses regresará al sistema político a la era dorada del priato. ¿El Poder Judicial? Nada (bueno) puede esperarse de la Suprema Corte de Justicia del Acordeón.

Por eso 2026 será peor.

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