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AMLO, el maléfico

El individuo que, a aquellos en la extrema miseria, el hambre cotidiana, les clausuró los comedores comunitarios.

El hombre que proclamó una y otra vez su amor por los pobres, que en su gobierno irían primero, y que los dejó inermes ante sus propias acciones como fue destruir la distribución de medicamentos. Ante el dolor de los padres de esos niños con cáncer, las desgarradoras historias de dolor, enfermedad y muerte, proclama su regocijo por el “ahorro” logrado en materia de salud.

El individuo que, a aquellos en la extrema miseria, el hambre cotidiana, les clausuró los comedores comunitarios, igualmente con el pretexto de que había corrupción en ese esquema, de la misma forma para ahorrarse unos pesos.

Quien con el mismo motivo y pretexto dejó a mujeres desesperadas, fuese por falta de medicamentos o tratamientos, el cierre de las estancias infantiles que les permitían trabajar o los albergues en que podían encontrar un refugio de la violencia doméstica.

La misma persona que rechazó usar el gasto público en medio de una pandemia que postró la economía. Mientras cerraban más de un millón de negocios, declaró que no iba a rescatar puestos de trabajo pues ello implicaba rescatar empresarios. Al menos una decena de millones de nuevos pobres es el resultado del austericidio. El autoproclamado progresista resultó el más acérrimo conservador fiscal.

El que logró un impresionante mandato en las urnas y que, ya electo, se quitó la piel de oveja demócrata, para mostrarse como el lobo autoritario que siempre fue. Igual, con el pretexto de atacar la podredumbre y ahorrar unos pesos, a destruir instituciones, que al cabo bastaría su persona para lograr un México transformado.

Ese hombre que ha dedicado esos miles de millones de pesos “ahorrados” a costa de muerte, sangre, lágrimas y miseria para buscar y refinar chapopote, construir una central avionera y destruir la selva para que pase un tren turístico.

El mismo que se proclama honesto, impoluto, de esas aves que cruzan el pantano y no se manchan. El que prometió que desde el primer día de su gobierno reinaría la honestidad, puesto que de Palacio Nacional irradiaría la pureza. Que se pusieran a temblar todos aquellos que metían las manos al erario, porque el Presidente de la República se entera de todas las transas, y por ende no se permitiría una sola.

El mismo que resultó el Rey de los Sobres, el receptor final de ríos de efectivo con los recaudadores cuidadosamente seleccionados, aquellos de los que solo se puede esperar lealtad absoluta, con la parentela en primer lugar, y los miembros del primer círculo en segundo. Un mecanismo evidenciado por lo menos desde 2004, con el principal receptor del efectivo siendo Jefe de Gobierno capitalino. Entonces lo más notable fueron las ligas que rodeaban las pacas de billetes. Y entre ligas y sobres destacaron los fideicomisos, siempre con el efectivo llegando a quien proclamaba que traía 200 pesos en la cartera.

La ciudadanía ha sido avisada: viene más material. No importa, ya el susodicho tiene el guión claramente establecido desde hace años. Antes de ser Presidente era un “compló” de la Mafia del Poder para evitar que llegara a Palacio Nacional. Ahora es el Presidente más atacado desde el Apóstol de la Democracia, Francisco I. Madero (nada de equipararse con personajes históricos de medio pelo, lo suyo es la grandeza). Y, de nuevo, a cacarear que es honrado y que sigue combatiendo la corrupción con toda su fuerza.

No hay duda que Andrés Manuel López Obrador es inepto, mesiánico, corrupto, autoritario, sociópata, cínico… y además maléfico.

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