Samuel Aguilar Solis

El asalto a la democracia

El amplio y masivo rechazo social a la pretensión presidencial de asaltar la democracia debe ser la fuerza que nutra el pleno respaldo a la independencia del Poder Judicial.

La democracia mexicana vive una situación de riesgo. El asalto a la democracia que el presidente quiere hacer nos pone en una situación de peligro para continuar no solo con la democracia que hemos construido durante varias décadas, sino incluso con mantener las actuales libertades de que gozamos.

La búsqueda de controlar el INE y determinar ahora a sus únicos y personalismos intereses las reglas del juego democrático que hasta hoy nos hemos dado por consenso, ubican la magnitud de los objetivos trazados desde Palacio Nacional para a la vez que destruye la democracia mexicana, construir un poder personal, autocrático y a todas luces antidemocrático. Sin resquemor alguno, el presidente busca violentar la Constitución solo con el único “argumento” de bajar el costo de la democracia, y sin que su narrativa vaya más allá. No hay ni un ápice de consensuar algún artículo o alguno de los próximos consejeros del INE, solo es la búsqueda descarnada de mantener el poder por cualquier medio, incluso si ello conlleva violar la Constitución.

El presidente, como muchos tiranos del periodo de entreguerras en el siglo XX y populistas actuales, llegó al poder a través de las reglas de la democracia liberal, pero solo para desde dentro destruirla desde su arribo. Muchos son ya los ejemplos de la estrategia que ha hecho esto evidente, la afanosa búsqueda de control unipersonal de los otros poderes del Estado, ya sea bajo amenaza para hacer renunciar desde ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que a integrantes de otros órganos autónomos del Estado mexicano, pero aún si eso no bastara las últimas semanas después de su derrota en la búsqueda de imponer a otro u otra presidenta a modo en la Corte se ha dedicado a atacar sin razón alguna y de forma por demás vulgar además a denostar a la actual ministra presidenta sin argumento alguno, buscando cuál vil déspota mostrar su desagrado por la ausencia de control de un poder del Estado.

La caída de los votos que Morena (el instrumento partidario del presidente) tuvo en 2021 los puso en una situación, al igual que a sus acólitos y rémoras (partido verde y del trabajo), de no contar con una mayoría calificada en Cámara de Diputados y fue eso la causa de que las reformas constitucionales propuestas para modificar al INE y las reglas electorales NO pasaran, pero eso no impidió para que el presidente buscara, a sabiendas de que son esencialmente inconstitucionales, un famoso ‘plan b’ así con minúsculas, porque desde el origen se violentó la norma parlamentaria para la presentación de iniciativas y su dictamen en comisiones antes de ser presentadas al pleno, brincando todo ello y llevándolas a votación al pleno para su aprobación por mayoría simple, algo que la Corte ante los recursos de inconstitucionalidad que ya se han presentado o se seguirán y la controversia constitucional que el INE ha presentado habrá sin duda alguna a tener en consideración. Lo que mal inicia mal termina. La Corte tiene no solo la responsabilidad constitucional de velar por el apego a la Constitución de las reformas aprobadas por el Congreso sino tener en consideración que no solo es la letra sino también el espíritu y la interpretación de nuestra Constitución, y más cuando de lo que estamos hablando es no solo de un sistema de gobierno la democracia, sino de un sistema de vida que es como la propia Constitución en el artículo tercero la define, amén de las masivas y múltiples formas de manifestación a favor de la misma y del respeto a la Constitución, que la sociedad mexicana ha hecho explícita en los últimos meses.

Querer asaltar la democracia para instalar un poder personal o un neocaudillismo, como el de Plutarco Elías Calles de los años posteriores al asesinato de Obregon, es desconocer no solo la historia y su contexto, sino el mundo y la sociedad mexicana actual. Bien dijo Marx respecto a Luis Bonaparte después de su golpe de estado en la Francia de mitad del siglo XIX, de que “la historia ocurre dos veces: la primera se presenta como gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”, es el caso, y la Corte tiene ante sí el privilegio y la responsabilidad de defender nuestra Constitución, nuestra democracia y poner a la vez en el basurero de la historia a los populistas que pretenden ser en pleno siglo XXI los tiranos que la historia ha desechado.

El amplio y masivo rechazo social a la pretensión presidencial de asaltar la democracia para enraizar un poder personal, debe ser a la vez la fuerza que nutra el pleno respaldo a la independencia del Poder Judicial y la savia que alimente la lucha democrática de cara a los procesos electorales de 2024, que tenga como único objetivo central el reencauzar la senda democrática para tener un México de libertades, de respeto al Estado de derecho y la búsqueda de un país más igualitario.

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