Samuel Aguilar Solis

Tiempos aciagos

Los sucesos en México se han complicado desde la llegada de un populista al poder en 2018.

No hay duda de que los tiempos que nos están tocando vivir son aciagos. En el plano internacional, la pandemia de Covid-19 desde noviembre de 2019 nos hizo ver lo vulnerables que somos como humanidad y que, pese al gran avance en la ciencia y particularmente en la medicina, cualquier persona pudo contagiarse, y hoy a más de tres años que inició en China, en el mundo seguimos con brotes fuertes con diferentes variantes que siguen contagiando y ocasionando muerte.

La globalización y el avance en las comunicaciones fueron el medio para la expansión rápida del virus, pero evidenció lo hueco de las instituciones globales como la ONU y la OMS, que fueron incapaces de realizar una investigación in situ porque el gobierno chino se los impidió y no hubo consecuencias para ese país por los daños ocasionados a todo el mundo, tanto en la salud como en la economía. El saldo también ha sido de mayor pobreza y desigualdad social.

Apenas tres años antes de la pandemia, la irrupción del populismo como fenómeno global con el Brexit y el triunfo de Trump, amén de otras apariciones en países europeos donde pensábamos que la democracia estaba consolidada y el resurgimiento en Latinoamérica, donde después de la ola democrática de los años 90, ha generado una polarización política que mantiene amenazada a la democracia liberal.

Los sueños delirantes de un autócrata como Putin, de la reconstrucción de una Rusia que solo existe en su mente y violando todo el orden jurídico internacional, han invadido un país soberano, independiente y democrático como es Ucrania desde hace 10 meses, y con ello han causado una guerra en Europa como no se tenía memoria desde hacía décadas con la guerra de los Balcanes y, además, en contexto y motivaciones muy diferentes. Hoy esta guerra no solo ha expulsado ya a millones de ucranianos de su tierra, sino que ha cobrado muchas vidas y ha puesto en evidencia atrocidades de parte de los rusos hacia civiles que se consideran crímenes de guerra. Las consecuencias de esta guerra insensata causada por Putin son el agravamiento para la recuperación económica pospandémica, el incremento del precio del petróleo, del gas y de los granos, dando como resultado una inflación y una recesión en puerta, que golpea al mundo, pero sobre todo a los más pobres.

En este contexto internacional, los sucesos en México se han complicado desde la llegada de un populista al poder en 2018, si las cosas no estaban del todo bien, un hombre lleno de rencores y traumas se ha propuesto destruir la democracia, atacando las reglas que la hacen posible, las instituciones que las operan y los actores, para ser solo su palabra la que mande en el país. Pero además, con un equipo de ineptos ha gestionado el gobierno para tener como resultado una caída tremenda de la economía, que tiene como saldo en lo que va del sexenio cero de crecimiento del PIB; una mayor violencia e inseguridad, tan solo en homicidios dolosos en estos cuatro años, se tiene el registro de 141 mil 550, sin contar las personas desaparecidas; mayor pobreza y desigualdad social y la destrucción de instituciones y programas que afectan a muchos de los sectores de la sociedad, pero además una narrativa de polarización como estrategia de propaganda de su poder, que no será sencillo en muchos años tener una ruta de conciliación social.

No solo es la vena autoritaria sino una inmensa ineptitud e incapacidad de entendimiento de la cosa pública, las que hoy tienen a nuestro país en el hoyo y en bochornosos conflictos internacionales de los que no será fácil salir para tener un México más justo, solidario y democrático y con estatura internacional.

COLUMNAS ANTERIORES

La herencia maldita
Incertidumbres electorales

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.