Samuel Aguilar Solis

Los morenos

Pareciera que López Obrador está jugando a la extinción de Morena después de la elección de 2024.

Morena es el movimiento político creado para cumplir la obsesión de ser presidente de México de parte de López Obrador, no es un partido político, y como movimiento ha sabido aprovechar la crisis del sistema político que pasa fundamentalmente por los partidos políticos tradicionales producto de su cartelización, y el gran desprestigio de la clase política básicamente por la gran corrupción, la impunidad con la que había venido actuando, pero también por su ineficiencia en los últimos años para gestionar de manera correcta el gobierno y satisfacer las demandas y reclamos de la sociedad frente a problemas tan agudos como la pobreza, el desempleo, la violencia e inseguridad, un crecimiento económico mediocre, etcétera. Ese es el entorno que López supo aprovechar amén de un auge internacional del populismo para así, jugando con las reglas de la democracia y en buena lid, ganar la presidencia de la República. Pero no se propuso institucionalizar el ‘movimiento’, sino solo seguir aprovechándolo como maquinaria electoral que movilizara a los integrantes, más el uso pernicioso y cínico de los programas sociales para fusionar a los promotores oficiales en una especie de sicariato electoral, amenazando a los beneficiarios de acudir a votar por Morena y este fin de semana a afiliarse y votar para la elección de los delegados al congreso nacional del ‘movimiento’, so pena de ser señalados en la oficina de la Secretaría de Bienestar correspondiente.

Da la impresión de que López, líder único e indiscutible de Morena, no quiere que el ‘movimiento’ se institucionalice y avance en la formación de un verdadero partido político, salvo al principio de su presidencia, cuando se hizo impostergable la elección de una presidencia nacional y que fue también un aquelarre hasta eliminar por las malas a Porfirio Muñoz Ledo para imponer a Mario Delgado y por esa crisis, López Obrador amenazó, incluso, con salirse de Morena y en varias ocasiones ha señalado que al concluir su periodo constitucional no se volverá a meter en política y ahora, para la elección del Congreso Nacional, literalmente nunca orientó políticamente si fuera un verdadero líder político con una visión estrategia sobre qué hacer y cómo celebrar las elecciones que se han programado para ordenar legal y estatutariamente las dirigencias locales y los órganos de dirección nacional, es como si lo que realmente quisiera López Obrador decir es que solo él pudo organizar un movimiento para llevarlo a poder y sostenerlo para su ejercicio constitucional y después de él, el diluvio.

Al ser un movimiento político-populista es claro que el carisma de López no es heredable, de tal forma que si se toman en cuenta los antecedentes de la elección del actual comité ejecutivo y lo que este fin de semana sucedió, pareciera que López Obrador está jugando a la extinción de Morena después de la elección de 2024, ya que no está dispuesto él a seguir encabezando el movimiento y tampoco a heredarlo, podrá imponer candidato, sin duda, a la presidencia de la República y hasta es posible que lo haga ganar, pero no tendrá ese ‘movimiento’ una estructura institucional que garantice su supervivencia después de la presidencia de López y menos la estructura, cultura y normas que hagan de él un partido político más allá del líder fundador.

Los antecedentes históricos de los movimientos formados entreguerras, que llevaron a sus líderes al poder (Mussolini y Hitler), desaparecieron con la muerte de sus fundadores y la derrota militar de por medio; el otro gran movimiento de posguerra fue el de Charles de Gaulle, que al entrar un proceso de institucionalización pudo permanecer aún transformándose como partido político después de la muerte del fundador gracias a ese proceso de institucionalización; el más reciente en la región es el Chavismo, que ha logrado sobrevivir a costa de la casi destrucción de ese país y la pérdida de las libertades, pero sobre todo al poder de las bayonetas de los militares para convertirse en términos reales en una dictadora.

No analizo aquí la manera en la que una sociedad pudo elegir y mantener, aún con un grado interesante de aprobación, a un autócrata, sino cómo el ‘movimiento’ para tal fin ha sido incapaz de autogobernarse y cómo en medio de un proceso de sucesión adelantado por el mismo fundador hace que se destripen los aspirantes a la candidatura presidencial y sus representantes en la base, al saborear las mieles de lo que los espacios gubernamentales y/o de representación popular les permiten tener o aspirar en medio de este aquelarre de locura de poder y corrupción.

Lo que hoy pasa en Morena es un reflejo más de la ausencia del respeto por la legalidad, las instituciones y las normas, es la expresión de lo podrido del sistema político actual y la guerra descarnada por el aparato electoral que se piensa los puede mantener o subir al poder de grupos de interés, pero no de una lucha democrática por darle orden y sentido institucional a un movimiento para con un programa visionario y acorde a la realidad que encabece un proyecto de desarrollo nacional. Los morenos no niegan la cruz de su parroquia, son un mazacote social de intereses y de resentimiento social, pero no un partido político que merezca ejercer el poder en el país.

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