Samuel Aguilar Solis

El asedio a la democracia

La oposición, de manera conjunta, debería de trabajar en la construcción de un gran movimiento anti autócrata para recuperar la senda de la democracia en México.

Desde la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, a contraposición de lo esperado por muchos mexicanos de que se pensaba habíamos llegado a una etapa para fortalecer nuestra democracia, con los resultados producto de los hechos concretos del presidente y sus acólitos, hoy podemos decir que en México, la democracia está asediada por el actual grupo en el poder. No hay en la historia política del presidente un antecedente de que sea un demócrata, más bien podemos decir que es público y notorio, en sus antecedentes y aún en el momento actual, que es un mal perdedor; a un demócrata lo caracteriza que la derrota sea aceptada si así lo definen las mayorías. La aceptabilidad de la derrota forma parte del actuar de los actores políticos, si es que son verdaderamente demócratas. En cambio son los NO demócratas, los autócratas, los de vena fascista, los que no aceptan la pluralidad de ideas, la libre expresión, o el resultado de las mayorías cuando así sucede, les estorban los controles constitucionales, los contrapesos de los poderes, los órganos autónomos, vaya, les estorba la ley!!: " y no me salgan que la ley es la ley” dixt¡

El movimiento fascista de los años 20′, encabezado por Mussolini en Italia, sobre todo el de 1921 más que el inicial de 1919, es un movimiento contra los partidos, contra el parlamento, contra los comunistas y socialistas demócratas y sobre todo no es solo a nivel discursivo sino por la vía de la fuerza, de la amenaza, de violencia, como se va imponiendo en un contexto de crisis de representación y de liderazgo desde el Estado, y con una crisis económica encima de la población, con un sentimiento nacionalista maltratado por los saldos que les había dejado la Primera Guerra Mundial, lo que permitió que los poderes fácticos empresariales y terratenientes pensaran ingenuamente que podían “usar” a Mussolini y su movimiento para frenar el avance de los movimientos revolucionarios que al calor del triunfo de los bolcheviques en Rusia amenazaban los intereses monárquicos y del gran capital y cuando reaccionaron era demasiado tarde, el totalitarismo se había adueñado del Estado y del espacio público, la democracia había muerto, tuvo que esperar la sociedad italiana la caída del nazismo y la muerte de Hitler, es decir, el triunfo de los aliados y el fin de la Segunda Guerra Mundial para iniciar una salida de la pesadilla y la recuperación de los valores democráticos para instituir la República y la democracia. Todos sabemos cómo terminó en 1945 Benito Mussolini, el fundador del fascismo.

Recuperar la historia del ascenso al poder del totalitarismo europeo y hoy, más cercano de los nuevos populismos en el mundo, es tener presente que usan los mecanismos y en algunos casos, hasta las reglas de la democracia para, como la humedad, introducirse en el sistema político y en un corto tiempo, imponer por medio de la violencia verbal, el uso de la polarización, y llegado el momento, de la violencia física de sus huestes y del uso faccioso del poder del Estado para aplastar a sus adversarios políticos (que ya para ese momento son degradados a enemigos de la patria, claron, esos autócratas dicen ser ellos y solo ellos los verdaderos, legítimos y únicos representantes de la nación, de la patria), pero sobre todo saber y recordar las causas de su llegada al poder.

La derrota política del presidente en las últimas semanas ha elaborado, en algunos sectores de la sociedad, un optimismo que me parece hay que tomar con mesura; la derrota en la “consulta sobre revocación de mandato” me parece más un triunfo de la sociedad en su conjunto que de la clase política opuesta al obradorismo, y en cambio, el rechazo a la contrarreforma eléctrica si es un triunfo y sobre todo una lección de la oposición partidaria representada en el Congreso, pero todos, es decir, PAN,PRI, PRD y MC. Esto último es, creo, una condición sine qua non, aunque no suficiente para conformar un verdadero frente nacional amplio de todos los sectores de la sociedad y no solo de partidos para que así pueda convertirse en una coalición triunfadora en las elecciones de 2024.

Pero hoy también tenemos que recordar y los actores responsables deben de hacer la autocrítica de las causas que llevaron al triunfo de López Obrador: a saber, la cartelizacion de los partidos políticos que tuvo como punto culminante el llamado “Pacto por México”, la corrupción desbordante y frivolidad del uso del poder que hizo Peña Nieto, la violencia desmedida que se había dado en los últimos dos sexenios, el crecimiento económico mediocre que llevó a un incremento de la pobreza y las desigualdades sociales y un hartazgo social por la impunidad de los poderosos, eso sin duda, fue lo que anidó, diríamos, el discurso populista de la polarización y hasta del rencor con la clase política partidaria que había dejado desde hace rato de ser la organizadora y representante de los intereses de la sociedad para ser solo élites abocadas al control del aparato del Estado.

Por este modelo de cartelizacion es que podemos decir con Peter Mair (quien fue uno de los estudiosos pioneros del cambio en los partidos políticos y fallecido en 2011) que “la era de la democracia de partidos ha pasado”, por ello es importante conforme a las experiencias en el mundo y la nuestra por el asedio a nuestra democracia que la oposición anclada en la sociedad no militante de partidos y la partidaria, de manera conjunta deberían de trabajar en la construcción de un gran movimiento anti autócrata para recuperar la senda de la democracia en México, creo esa sería la vía de aquí al 2024, la conformación de un movimiento amplio, plural y autocrítico del pasado que pueda gestionar las emociones políticas de la sociedad actual y fincado en valores, principios y prácticas democráticas con un pragmatismo y programa de visión de Estado en que se puede cimentar desde ahora la derrota del populismo y el triunfo de la democracia.

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