La Feria

Felipa, el caldo y las albóndigas

Felipa Obrador puede ser un caso que aclare que, leyes aparte, es el presidente el que puede definir quién gana y quién no, contratos públicos.

Díganme ingenuo, pero a mí no me late nadita lo que le están haciendo a Felipa. Eso de que el gobierno cancele unos contratos porque sí, nomás no cuadra con construir un Estado de derecho. Así que, díganme iluso pero preferiría que Felipa Obrador tuviera todavía sus contratos y que la decisión de si se los deben quitar o no estuviera lejos de Palacio Nacional; y es más, que incluso, de demostrarse que fueron legales y legítimos, pudiera retenerlos en contra de la voluntad del inquilino sexenal de ese recinto.

La historia es conocida. Carlos Loret de Mola dio a conocer el jueves que una empresa de una prima del presidente Andrés Manuel López Obrador ha recibido, como parte de un conglomerado, contratos con Petróleos Mexicanos en este sexenio por el orden de 365 millones de pesos. Gran escándalo por la suspicacia de que el mandatario que promete que no es igual a los anteriores tuviera una 'prima incómoda'.

Al día siguiente AMLO repitió que él no pide ni tolera favores para parientes. A las 24 horas, Petróleos Mexicanos da a conocer que sí otorgó los contratos referidos en la nota de Loret, que procederá a rescindirlos y que investigará cómo pudo ser que tales asignaciones –por licitación, cabe mencionar– ocurrieran.

Dos datos más, la empresa, de nombre Litoral Laboratorios Industriales SA de CV fue constituida en 2006 y ha sido contratista de Pemex desde 2013 (los tres contratos previos a la actual administración que ha localizado la petrolera son, en conjunto, por un monto de 42 millones y medio de pesos).

México padece polarización pero también un ambiente de abierta hostilidad hacia las instituciones y sus engorrosos procedimientos. Desde la Presidencia de la República se habla mal del gobierno y se pondera en demasía, y en primera persona, la importancia de la voluntad de un solo individuo: YSQ.

López Obrador se presenta como la antítesis de un pasado podrido sin remedio. Para alimentar esa imagen, el tabasqueño se ha dado el lujo, ya en la silla presidencial, de atravesarse en licitaciones: en abril del año pasado dijo que hablaría con su compadre Miguel Rincón para que se desistiera de un contrato que ese empresario, proveedor del gobierno de tiempo atrás, había recibido ya en este sexenio y del cual –que se sepa– no había denuncia específica por irregularidad alguna.

Ahora, con Felipa, estaría ocurriendo lo mismo. Rescinden y luego averiguan. Eso nos puede llevar por un camino indeseable.

Por supuesto que pudo darse el caso de que en los tres contratos ganados por el conglomerado en el que participó Felipa Obrador, ésta haya sido incluida para ver si con ello se aceitaba la obtención de esas licitaciones. Y por supuesto que una nota periodística que revele esos contratos debe dar pie para que se haga una investigación. Lo que no suena adecuado es que antes de esa investigación, los contratos sean rescindidos.

Porque si aplauden la arbitrariedad de una decisión, luego no se vayan a quejar cuando esa misma discrecionalidad se aplique a otros, como a Braskem Idesa, a la que se le ha quitado el gas para castigarla por otro contrato que este gobierno rechaza.

Felipa puede ser un símbolo del que AMLO saque más rentabilidad de la debida, y un caso que cimente que, leyes aparte, es el Presidente el que puede definir quién gana y quién no contratos públicos. Y si encima puede presumir que ha sacrificado a cercanos a él, quién le podrá reprochar su discrecionalidad. Puede terminar costándonos más el caldo que las albóndigas.

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