La Feria

Uber, o el arte gubernamental de emproblemar la vida

El conductor promedio de plataforma digital es alguien que le echa ganas, que le sigue buscando. ¿Y qué hace la Marina? Complicárselo.

Hace cosa de dos meses tomé un Uber en el AICM. El chofer estaba de buenas y la plática no cesó en los 20 minutos (era domingo) del trayecto. Él creía que había razones para el optimismo. El gobierno federal, hoy lo sabemos, tenía otros datos.

En su Toyota Avanza 2020, fue insistente en el modelo porque “ya no salen así de buenas”, el conductor me llevó por las calles del Centro. No era muy mayor, pero ya tenía pensión. Su felicidad nacía de que alguien le había dicho que el gobierno le iba a dar más dinero. Hmmm.

Explicó que hace un par de años se había jubilado. Que el ISSSTE le daba 8 mil pesos, menos de lo que ganaba cuando era empleado –12 mil según dijo–, pero que con la reforma de AMLO lo iban a regresar a su ingreso anterior. Nadie le dijo que esa ley no es retroactiva.

Así que, creía el del Uber, su panorama mejoraría. Aumento en la pensión más lo que ganaba diario en su auto. Dos meses después, sin embargo, una decisión del gobierno de López Obrador le hará más difícil levantar pasaje en el AICM.

En el tema de la decisión de la Marina de complicarle la vida a quienes toman un auto de plataforma en el Benito Juárez, mucha atención se pone en las quejas de los clientes, pero alguien debería pensar en los choferes, cuyo ingreso podría bajar.

Que desde 2018 el gobierno de la Ciudad de México tiene clara una aversión por las plataformas de autos de alquiler se sabía; la novedad ahora es que también la Marina, que por decisión presidencial gobierna… errr no, no un puerto marítimo, sino éste, uno aéreo.

No abundo en cosas que cualquier chilango sabe: que las compañías de taxis del Benito Juárez son abusivas, sus unidades insuficientes y que gobiernos, hasta de ‘izquierda’, van y vienen y a esas empresas la autoridad les hace lo que el viento al prócer oaxaqueño.

Tampoco paso por alto que este ejemplo no es el más grave, ni el que requiera más urgentemente atención, de cómo el gobierno que se presenta como uno a favor de los pobres luego sólo hace cosas que terminan por hacerles más difícil a los que menos tienen.

El conductor promedio de plataforma es alguien de mediana edad que o está entre trabajos o se emplea en una plataforma, con auto propio o alquilado, para completar un ingreso insuficiente. Alguien que le echa ganas. Que le sigue buscando. ¿Y qué hace la Marina? Complicárselo.

¿A cuántas personas les gusta que muevan a diario los Uber desde o hacia al aeropuerto? ¿5 mil? ¿10 mil? ¿15 mil? ¿Más? El usuario frecuente sabe que no pocos conductores ajustan sus horarios para llevar y sacar pasaje del AICM. Es uno de sus puntos calientes.

No veo tema en si la gente debe o no caminar diez minutos hacia una parada especial para este tipo de transporte. Son las maneras, arbitrarias e improvisadas, de hacer las cosas. Claro, hablamos de un aeropuerto que se está hundiendo, así que todo suena congruente.

El tema es que a donde ahora son enviados los usuarios no hay forma de que lleguen simultáneamente el mismo número de autos que llegaban a las otras bahías. El despelote es esperable, y la merma de viajes, también.

Bienvenidos a México, donde algo que medio funcionaba, ahora empeorará, y los que más podrían perder son los, para nada ricos, choferes de plataforma digital… todo gracias al gobierno federal obradorista.

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