La Feria

Morena regresa al Ejército a la capital

En la capital de la República el Ejército ha vivido cinco décadas de distanciamiento con la ciudadanía, porque existe una herida sin sanar.

La Guardia Nacional es un brazo de las Fuerzas Armadas de México. Ni más, ni menos.

La Ciudad de México vivió, o mejor dicho padeció en 1968 un divorcio con las Fuerzas Armadas, por la represión del movimiento estudiantil de aquel año; ese recelo sólo creció con la sangre que corrió en el jueves de Corpus de 1971.

El Ejército, que en situaciones de calamidad natural tan buenos servicios ha prestado a poblaciones en todo el país, ha vivido, sin embargo, en la capital de la República cinco décadas de distanciamiento con la ciudadanía.

Las denuncias por los graves abusos de las Fuerzas Armadas en contra de los integrantes de los movimientos insurgentes de los años setenta sólo aumentaron la brecha entre los uniformados y los capitalinos.

Incluso en la tragedia del terremoto de 1985, sin proponérselo, el Ejército fue uno de los factores que contribuyó al surgimiento de una sociedad civil organizada. En esa grave coyuntura, las Fuerzas Armadas apenas si redujeron la certeza de que el gobierno había quedado paralizado tras el sismo, pues fue la población la que asumió, antes que nadie y sobre todo, las labores de rescate, los desesperados esfuerzos para encontrar sobrevivientes y cuerpos de entre las ruinas. Así que ni en esa ocasión la milicia logró en el Distrito Federal restañar su dañada imagen por los agravios del pasado.

Por todo lo anterior, en la capital de la República se ha tenido en las últimas décadas una sana distancia con respecto al Ejército. Aquí en la CDMX vivían, aquí marchaban cada 16 de septiembre o 20 de noviembre, aquí están las sedes de la Sedena y la Semar, pero aquí no operaban, o no al menos de manera abierta.

En los años de la guerra contra el narco, pelotones fueron desplegados en Guerrero o en Chihuahua, en Nuevo León o en Sinaloa, en Tamaulipas y en Michoacán... No pocos de esos operativos estuvieron acompañados de violaciones a los derechos humanos, que incluyeron ejecuciones extrajudiciales. Y eso, por supuesto, renovó los recelos de la opinión pública capitalina con respecto a las Fuerzas Armadas.

Esa realidad no ha cambiado. La letalidad de los soldados y marinos en el actual gobierno es aún mayor que en los sexenios anteriores, según se ha publicado en los últimos días.

Pero, ¿qué si cambió? La conciencia de un gobierno que se decía de izquierda.

La administración de Andrés Manuel López Obrador decidió que los militares deben regresar a las calles de la Ciudad de México.

No que no se les haya visto en los últimos meses en sus camionetas artilladas en algunas de las avenidas y calles de la capital; pero el anuncio de este martes de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, sí cambia las cosas.

La mandataria capitalina ha anunciado que la Guardia Nacional estará muy pronto operando en las 16 alcaldías. Lo ha dicho, encima, un día antes de informar que los índices delictivos en la capital van a la baja. O sea que no es por necesidad, sino por gusto (o capricho), que un gobierno que se nutrió del socialismo los regresa a las calles en las que cometieron algunas de sus peores matanzas. Quién lo hubiera dicho.

La Ciudad de México tenía con el Ejército una herida sin sanar, y ninguna necesidad de morderse el orgullo y llamarles. ¿Cómo procesarán los chilangos esta normalización del uso indiscriminado de las FFAA? ¿Callados? ¿Los herederos del 68 aplauden la medida?

Porque la Guardia Nacional es un brazo de las Fuerzas Armadas de México. Ni más, ni menos.

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