La Feria

Primero los pobres 2.0

Al rechazar que hay más pobres y más carencias de estos ya en su gobierno, López Obrador pretende sofocar el debate.

Andrés Manuel López Obrador no pudo impedir que millones de mexicanos cayeran en pobreza, incluida pobreza extrema, y aun peor: sus decisiones provocaron que millones quedaran sin atención en materia de salud. La acepte el Presidente o no, esa es la realidad de su política social, misma que amerita un debate fuera de la mañanera.

Según datos del Coneval, entre 2018 y 2020 el número de pobres en México aumentó en 3.8 millones, de los cuales 2.1 millones corresponden a personas que ahora están en pobreza extrema. No se debe analizar esa realidad sin tener en cuenta la pandemia, por un lado, y que el reporte mismo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social señala que las políticas del gobierno evitaron que 2.5 millones de mexicanos se despeñaran. Retomo aquí ‘Fábrica de pobres’, de Enrique Quintana.

Pero donde no hay matiz posible es en el rubro del acceso a la salud. En ese renglón, los datos de Coneval dados a conocer la semana pasada señalan que mientras 42.1 por ciento de la población dijo en 2018 estar afiliada al Seguro Popular, en 2020 sólo reportaban estar registrados en el Insabi 26.9 por ciento. Una caída de 15 puntos porcentuales.

Como se sabe, al ser cuestionado en la mañanera el viernes pasado Andrés Manuel rechazó los datos del Coneval.

Tenía razón AMLO cuando, como candidato, propuso a los mexicanos que se requería poner a los que menos tienen en el lugar número uno de la agenda pública.

Ahora es claro que una parte de lo que como Presidente ha hecho –dar becas y pensiones– no es suficiente, mientras que su experimento en materia de salud es un fracaso del cual ya teníamos demasiados indicios por la escasez de medicamentos y de equipo para enfermeras y médicos.

Pero los números del Coneval, además de evidenciar la inoperancia de la administración, son una oportunidad como habrá pocas para cambiar la dinámica con la que los mexicanos han respondido en los últimos años.

Al rechazar que hay más pobres y más carencias de estos ya en su gobierno, López Obrador pretende sofocar el debate, cambiar de tema y no permitir que los cuestionamientos se instalen en la conversación pública. Reducir el asunto a un capítulo más del culebrón donde su gobierno bueno lucha contra unos enemigos inescrupulosos.

Hay mucha gente que sabe de pobreza y desigualdad en México. Y además de esos especialistas, que no comenzaron a hacer críticas a gobiernos en el presente sexenio pues sus cuestionamientos y propuestas ya acumulan décadas, el tema debería ser prioridad para políticos de toda índole, empresarios, universidades, ciudadanos en general y, por qué no decirlo, medios de comunicación.

A nadie le habría importado un comino si Fox, Peña Nieto o Calderón hubieran aceptado o no los datos del Coneval. Porque si tal organismo existe es precisamente para que no sea el Presidente quien defina qué es real y qué no sobre la marcha del gobierno en materia social.

Es lógico que el día que surge información como la de los índices de pobreza se cuestione al mandatario al respecto, pero hay que trascender la mañanera. Si López Obrador rechaza esa pregunta, qué más indicio se requiere para que la sociedad haga suya esa agenda.

Lo que el Presidente busca es sofocar la discusión de una de las dos problemáticas (la otra es la corrupción) que pavimentaron el camino de su triunfo electoral en 2018. Y con ello, por supuesto, no quedar evidenciado.

Hablar de primero los pobres se vuelve obligado, quién lo diría, porque AMLO no quiere.

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