Rosario Guerra

La calaverita

Si gana Biden con el voto por correo, pues Trump no se quedará en paz, ni reconocerá su derrota, cuenta con cerca de la mitad de los votos.

Estas elecciones en Estados Unidos han sido las más concurridas, competidas e inciertas. Con un candidato descalificando el proceso electoral y dispuesto a impugnar. Otro, más ortodoxo, esperando resultados definitivos. Quien gane heredará un país dividido, con un Senado republicano y una Cámara de Diputados demócrata. Gobernar no será fácil. Construir acuerdos y poderlos operar requiere de política y no de descalificaciones o confrontaciones. Las elecciones de EU afectan a todo el mundo. Aunque los mercados guardan la calma ante ambos escenarios, son más optimistas a que Trump, si permanece, no impulsará alzas de impuestos y seguirá con apoyos a empresas. De Biden no lo tienen tan claro, porque los ofrecimientos de la parte social requieren recursos.

Las encuestas no acertaron en la esperada 'ola azul', con cifras favorables a Biden en proporciones importantes. El contraste de ambas campañas es interesante. Un Trump retador, con medias verdades, manipulador, con salidas constantes en redes, disruptor y polemizador, que negó lo que alguna vez prometió. Con una visión complaciente de sí mismo en violencia racial, migrantes, Covid. Mientras Biden cuidó su ventaja, poca comunicación con medios, poca presencia en eventos, discurso ortodoxo que no rechazó tajantemente acusaciones de socialista o comunista, no confrontó, ni ejerció una buena defensa. Sin duda decepcionó a muchos aún cuando tuvo las preferencias, quizá más por el rechazo a Trump que por sus propuestas.

Ánimos exaltados que Trump manipula perfectamente, discurso de serenidad que Biden propicia, no necesariamente impedirán choques callejeros entre simpatizantes de ambos bandos. Esperemos no llegue la sangre al río. Si el voto por correo favorece la victoria de Biden, Trump impugnará la elección. Allá no existen vías específicas como en México para este tipo de controversias, los juzgadores se enfrentarán a nuevos retos y muy probablemente el tema termine en la Suprema Corte de Justicia, de mayoría republicana, carta que Trump piensa puede hacerlo ganar.

Los triunfos y derrotas de los candidatos en los Estados han sido muy cerrados, salvo excepciones. Es sorprendente para muchos el apoyo popular de Trump por un electorado que no tiene gran escolaridad, ni información política. Mantener esa base electoral ha sido un trabajo que Trump cuida bastante y su discurso verbal y no verbal acribilla toda crítica. Esa es quizá una de las enseñanzas de esta elección. Se repite el escenario. La gente no vota por las razones, sino por las emociones y en eso Trump es un mago.

Discursos muy razonados, con datos, apoyados por expertos y dados a conocer a un público que en su mayoría no lee, no tienen efecto en la decisión del voto, salvo en las élites. Pero el pueblo, con su día a día, quiere mensajes de esperanza, de soluciones simples y sencillas, de opciones aparentemente lógicas, aunque no se cumplan. Vivir engañado es mejor que perder la fe en el cambio.

Y es que la globalización de la humanidad en esta época ha logrado grandes avances, generado riqueza inimaginable, roto espacio y tiempo, acabado con fronteras, comunicando al mundo en segundos, impreso un nuevo ritmo a los negocios y su ubicación, privilegiando resultados. Todo ello ha generado migraciones, pérdidas de identidad en países y culturas. Ha generado además una brecha cada vez más amplia entre ricos y pobres.

Los nuevos marginados son quienes no tienen acceso a las TI, o son muy limitados, pronto desaparecerán cajeros, choferes, médicos de primer nivel. Secretarias y asistentes, obreros de líneas, vendedores, grandes almacenes de moda, despachadores en mercados, estamos ante una nueva revolución de las nuevas tecnologías de la información que desplazará mano de obra que no podrá reintegrarse a menos que adquiera nuevas habilidades. Esto no lo entiende Trump, quizá más Biden. En México ni siquiera se vislumbra, AMLO quiere regresar al carbón y prohibir energías limpias y contratos para mejorar la industria petrolera con un viejo y anacrónico nacionalismo. Con ayudas sociales en lugar de capacitar para el cambio que viene y apoyar empresas. Desastre a la vista.

Pero regresando a EU, estamos ante un hecho inédito, un empate en donde gane quien sea, vamos a ver por primera vez una descalificación del proceso electoral norteamericano. Su origen que dio pie al federalismo se remonta a la unificación de las trece colonias para lograr la independencia de Gran Bretaña, con respeto a su soberanía y autonomía en materia fiscal, electoral y con equilibrios para no ser avasallada ninguna de las partes. Esta doctrina elaborada por Hamilton incidió en un proceso electoral indirecto, donde las partes (estados) aportan sus votos conforme la población y el ganador se lleva todos los votos al Colegio Electoral.

Quizá este proceso deba cambiar y modernizarse con una elección directa, más representativa de la voluntad popular y mejor organizada para lograr resultados confiables en poco tiempo. No es una decisión fácil, un cambio de esta magnitud implicaría nuevas formas de trabajo político de los partidos y un mayor activismo en todos los estados y no sólo en aquellos que tienen peso electoral en el Colegio que elige.

Evitaría estos riesgos que vivimos y sería una alternativa, más costosa, pero con mayor representación y politización de los norteamericanos. Esta elección directa podría fortalecer la democracia norteamericana y abrir canales de interlocución con grupos vulnerables. Otra opción es crear nuevas instituciones especializadas en conflictos electorales que pueda determinar la validez o no de los procesos. Los conflictos poselectorales son costosos, peligrosos, polarizan y alargan descalificaciones.

Esperemos resultados y veamos qué acciones seguirán a la declaratoria. Si gana Biden con el voto por correo, pues Trump no se quedará en paz, ni reconocerá su derrota, cuenta con cerca de la mitad de los votos. No hay procedimientos ni instituciones para resolver este conflicto. Los tribunales tendrán nuevos retos. Esperemos que, si la Corte Suprema conoce del asunto, su decisión sea madura y no partidista, esto sería una desgracia.

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