Rosario Guerra

Acapulco de mis amores

Por lo pronto, López Obrador a lo suyo: ganar elecciones. Y nosotros a lo nuestro: ayudar a Acapulco y votar en su contra en 2024.

Pasé muchos meses de mi niñez en Acapulco, fue parte de mi vida. Mi padre adoraba al puerto y ahí pasábamos fiestas navideñas. Como buen yucateco amaba la trova y se hizo amigo de los artistas de esa época que llegaban a casa y pasaban la noche cantando y conviviendo. Llegué a pensar que así era la vida, dormir con cantos y despertar con estos.

Murió un 31 de diciembre en su amado Acapulco por mala atención médica. No cuidaba mucho su salud y no pudieron atenderlo en medio de emergencias. Se fue mi padre, pero nos legó su amor por Acapulco.

Mi madre tardó años en regresar al puerto, hasta que nació mi hijo, y quiso que su nieto conociera sus bellezas. Tiempo después nos volvimos a avecindar, ahora ya no en el Acapulco dorado, sino en la zona Diamante, hoy arrasada por el huracán Otis. Todos llevamos a Acapulco en nuestro corazón. No hay capitalino que no lo hiciera su lugar de vacaciones, lo mismo poblanos, hidalguenses y morelenses. Pero en general, de toda la república visitaban Acapulco, por congresos, conferencias, recientemente el Abierto de Tenis, y todos guardan un grato recuerdo.

Acapulco es México, vive en nosotros, muchos celebraron allá sus bodas. Otros bautizos y quince años. La juventud se reunía y se conocía en las discotecas famosas mundialmente. Fue centro de reunión del jet set internacional. Pero es también nuestro hogar de descanso, donde juegan y nadan los niños, donde nos encontramos con las familias amigas y salimos a cenar; donde disfrutamos del sol eterno y los atardeceres espectaculares; donde Agustín Lara le cantó su amor a María Félix; donde iniciamos noviazgos, disfrutamos del pescado zarandeado en Barra Vieja, pescamos marlín y pez espada en sus aguas. Paseamos con amigos que tenían yates o embarcaciones modestas para disfrutar de lo que no tiene precio, la amistad y la naturaleza.

Siempre fuimos a La Quebrada a ver a sus valientes clavadistas al atardecer. Fuimos al parque Papagayo y sus juegos infantiles. Otros disfrutaban sus campos de golf. Era lugar para lunamieleros y después sede del Tianguis Turístico de México. Su laguna de Tres Palos, el esquí, sus gigantescas olas en Pie de la Cuesta con valientes nadadores que ofrecían un espectáculo. Han pasado muchos años desde que era el puerto que nos conectaba con Oriente, hasta ser nuestra sede vacacional de miles de capitalinos y mexicanos de todo el país.

Por eso duele tanto lo sucedido y el abandono del gobierno. Quizá AMLO no pudo vivir Acapulco, o sus hijos tampoco. Se lo perdieron, quizá por eso no saben amarlo como millones de mexicanos. Nos hace falta Acapulco. Su reconstrucción requiere de dinero que el presidente no quiere dar, y de una gran coordinación para poder recuperar algo de su esplendor, donde han dejado solos a empresarios y sociedad. El gobierno decretó el fin de la emergencia, con lo cual entorpece la ayuda presupuestal necesaria, vaya ni siquiera reconocen al huracán, lo llaman fuertes vientos y lluvias.

Los acapulqueños están sin alimentos, agua, luz, telefonía, internet, y sin ropa o calzado. Las colonias populares están arrasadas. No tienen un techo, perdieron sus viviendas, lo mismo ricos que pobres. Y la solidaridad de la población se hace presente, pese a la mezquindad de un gobierno que quiere aparecer como único benefactor. Cuando en realidad requiere de toda ayuda. Ni siquiera tuvimos la mano amiga de otras naciones. AMLO vive aislado con sus vecinos dictadores. Donar al gobierno inspira desconfianza, recordamos Turquía. Pero el traslado es un reto. Yo prefiero donar a la Cruz Roja con la mayor certeza de que sirva la ayuda.

Acabar con el Fonden fue perverso, la declaratoria de emergencia antes servía para que los municipios afectados, hoy 47, recibieran de inmediato recursos del Fondo. Este capítulo no acabará pronto. En el Congreso, los partidos, todos, pidieron ayuda económica para Guerrero, que si los excedentes petroleros, que si recortes a las megaobras, que reacomodo de partidas, nada prosperó. Solo el decreto de no emergencia, disfrazado ahora de inicio de reconstrucción, lo cual no aparece como tal en ley. Nuestro país es zona de terremotos y huracanes. Los seguros son por tanto caros y escasos, no todas las empresas cubren este tipo de siniestros. Por eso el gobierno fundó y acrecentó el Fonden.

Hoy solo quedan 61 mil millones en ese fondo y solo 12 mil irán a infraestructura, luz, agua, drenaje, vialidades, carreteras; ridículo. Nada frente a los casi 300 mil millones que se requieren para infraestructura básica y negocios. No alcanza para Acapulco, menos para el resto de la entidad, ahora además azotada por el crimen organizado de la zona de Iguala que trafica hacia EU los opioides. Los saqueos y los ataques a bóvedas de banco fueron cometidos por el crimen organizado. Hubo sin duda robos de alimentos y enseres domésticos por pobladores. Pero lo siniestro fue otro tipo de delincuencia.

No sabremos el número de muertos. Acapulco apesta a muerte. Imposible remover escombros para encontrar cadáveres. El Semefo sin refrigeración y AMLO alegre por 47 muertos. Hay más en el país sin duda, pero no es para festejar. Los desaparecidos, tras tanto tiempo, nunca se rescatarán. Pero AMLO está en lo suyo: conservar el poder y sus privilegios. Hacer multimillonarios a hijos y familia.

Nombra candidaturas, aplaca a Marcelo Ebrard, impulsa a Sheinbaum, corrompe ministros de la SCJN por ambición, Zaldívar y Sánchez, Loretta y Jazmín. Quiere ganar el Congreso y acabar con el equilibrio de poderes y los órganos autónomos, modificar la Constitución, que entorpece sus decisiones arbitrarias. La única verdad es la suya, ni diálogo, ni pluralidad, es pérdida de tiempo. Él todo lo sabe y quiere todo poder. La ley estorba. La justicia también.

Por eso abandonará a Acapulco a su suerte. No está en su agenda, no hay empatía con quienes viven la desgracia. Aunque tampoco invierte en infraestructura, considera que los privados que quieran aprovechar el nearshoring lo harán. Esperemos no se registren más desastres naturales, pues no sabrá cómo enfrentarlos. Por lo pronto él a lo suyo, ganar elecciones, especialmente el Congreso para desaparecer la autonomía del Poder Judicial. Y nosotros a lo nuestro, ayudar a Acapulco y votar en su contra en 2024.

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