Rosario Guerra

Independencia

Hoy, que celebramos la Independencia, el gobierno actual nada puede celebrar. Con un sentido centralista y patrimonialista del poder, que además es altamente ineficiente.

La globalización ha cambiado la historia de la humanidad. Las nuevas tecnologías de la información han roto barreras de tiempo y espacio. La comunicación es instantánea. Los bloques económicos funcionan según la competencia en los mercados globales. Los términos de soberanía, independencia y nacionalismo han cambiado. Hay más personas poderosas con recursos económicos y, en general, la población mundial no ha accedido a todos los beneficios de esta nueva regionalización.

De ahí que los cambios en la política, por liderazgos populistas, nacionalistas y que hablan de autonomía han tenido más éxitos electorales que los relativos a mantener el statu quo. Es indispensable que el modelo de desarrollo incluya a más regiones y mayor población a la nueva revolución tecnológica que hoy vivimos. Pero lograrlo no está en manos de gobiernos nacionalistas y populistas que terminan por ahondar aún más las brechas sociales y económicas.

El avance implica crear condiciones de competitividad y de cadenas de valor que permitan éxitos comerciales a nivel global. No es fácil. Se requiere de mano de obra calificada, insumos, ventajas regionales, geográficas, vías de comunicación, procedimientos de embalaje y transporte, logística en general. Competitividad es la clave.

México lo había construido en dos décadas, con sus problemas, pero la economía crecía, la educación mejoraba y se atendía la salud, temas fundamentales en el combate a la pobreza. Subsidios existieron, más focalizados que generalizados. Pero no con participación comunitaria, lo que equivale a dádivas y no a proyectos.

Hoy estamos peor que antes. Nada que celebrar este septiembre, mes patrio. No hay tal historia de indios como nuestros ancestros, somos resultado del mestizaje, de una conquista dura, cruel, pero que creó una nueva nación que no existía como colonia. La lucha por la independencia tenía como sustento político la invasión francesa, pero como ideología al liberalismo y se trataba de mejorar condiciones de competencia económica que la Corona evitaba, por el cobro de impuestos.

Fue tan sangrienta la toma de Guanajuato, que Miguel Hidalgo prefirió evitar una matanza en la Ciudad de México y no se animó a entrar a la capital. Esto prolongó la lucha por más de diez años, en los cuales perdieron la vida el propio Hidalgo y varios de los caudillos, Morelos incluido. Fue Agustín de Iturbide, tras la defensa de Vicente Guerrero, quien se empoderó como emperador del país.

Así comenzó una nueva era, de confrontación entre liberales y conservadores. Fue desde luego Benito Juárez quien fundó el Estado mexicano, con su Constitución, el combate a la invasión francesa y las Leyes de Reforma. Este legado fue reconocido mundialmente. No fue fácil combatir en varios frentes. Logró el triunfo a costa de riesgos y alianzas. Así pues, nuestra Independencia y la Reforma fueron movimientos liberales ideológicamente.

La defensa de las libertades, la propiedad, el laicismo, hicieron posible un avance democrático y la creación de instituciones. Poco a poco México se modernizó. Pasamos por diversas etapas de construcción y restitución de nuestro país. En el marco del Estado de derecho.

Hoy, que celebramos la Independencia, el gobierno actual nada puede celebrar. Con un sentido centralista y patrimonialista del poder, que además es altamente ineficiente. Con un gasto público utilizado para fortalecer monopolios, obras inútiles, una cooptación de cuadros políticos. Amenazas a la libertad de expresión, faltas al Estado de derecho y al Estado laico. Nuestra supeditación al TMEC no se aprovecha debidamente. AMLO aceptó cláusulas que comprometen independencia, en materia laboral y sindical. Que ponen en riesgo lo avanzado y condecoró a Seade que había preferido abandonar el barco. Persiguió en cambio a Idelfonso Guajardo, hoy diputado, para evitar la incomodidad de lo que él conoce y puede denunciar.

No le gusta el pluralismo al gobierno. No entiende la convivencia de lo diverso como método de avance en la igualdad y la paz. Su tercer Informe oficial es demagógico, resaltando temas económicos de los cuales él no ha sido actor. Más bien dejó en el abandono a las empresas, a las cadenas productivas, a los trabajadores. A los enfermos de Covid, no sirvieron las estampitas.

Pero lo más grave es la política de ‘abrazos no balazos’ que amplía el margen de acción del narcotráfico. Su trato con la familia del Chapo. Ya no hay estados independientes. Las mafias controlan los territorios. En realidad, no hay independencia que celebrar pues ya no es nuestro el país. Mientras tanto, las Fuerzas Armadas suplen a empresas, hacen todo tipo de labores y dejan el campo libre a los narcotraficantes. Las relaciones con otros países son fallidas, ahí está el caso con España. La ridícula intervención en el G-20 dando consejos populistas y de carcajada a las potencias. Sus remedios a EU para frenar migrantes con programas absurdos de su propia ocurrencia. Mientras contiene a migrantes, obligado por las circunstancias.

Ahora nombrando embajadores a modo. Sin mayor mérito en sus trayectorias, un manejo político, sin visión de las relaciones internacionales. Sigue con una falsa autarquía que no resiste una confrontación, que no se ha dado por la prudencia de otros gobiernos. La invitación a Cuba y Venezuela a la celebración de la Independencia deja en claro que su ideario político no corresponde a la realidad nacional. Los mexicanos no nos reconocemos como aspirantes a vivir ese tipo de Estados que AMLO admira y protege. Queremos más bien recuperar nuestra verdadera independencia. Lo haremos con el voto. No hay otro camino. Pero por lo pronto a construir una oposición seria y firme, no una que de palabra condene actos y en el Congreso vote con Morena, como el PRI lo hace. En riesgo la alianza.

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