Roberto Escalante Semerena

La renegociación del TLCAN agropecuario, ¿conviene?

 

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La llegada del Sr. Trump a la presidencia de Estados Unidos ha puesto sobre la mesa la necesidad de renegociar el TLCAN, que ambos países signaron en 1994. El gobierno de Estados Unidos ha impuesto esta renegociación como condición de su posible mantenimiento y, desafortunadamente, México ha aceptado.

Esta renegociación ha sido aceptada por México y se espera que a inicios del segundo semestre de este año inicien las rondas que habrán, desde el punto de vista del gobierno mexicano, de arrojar mejores condiciones para los que, desde el territorio mexicano, empresarios nacionales y extranjeros, participen de ese tratado.

Inevitablemente, el sector agropecuario será motivo de renegociación. Habrá que explorar, con todo cuidado, qué posibles consecuencias puede dar como resulta dicha renegociación.

Habría que empezar diciendo que en el sector agropecuario el TLCAN significó la implantación de un tratado comercial regulado que, en muchas ocasiones, fue violentado. Como se recordará, algunos productos agrícolas tendrían una desregulación tarifaria inmediata, tales como el sorgo, la soya, las frutas, las verduras, y otros como el maíz y el frijol transitarían por un periodo determinado para ser desgravados totalmente. Hoy en día todos los productos agropecuarios están incluidos en el TLCAN y se comercian libremente.

Desde el lado mexicano, el TLCAN dio como resultado, después de 23 años de existencia, distintos resultados, a saber:

• Especializó al sector agropecuario en la exportación de frutas y verduras.

• Aunque el producto agropecuario no creció, las exportaciones y las importaciones crecieron sustantivamente.

• Impactó negativamente la producción de granos básicos como el maíz, frijol, trigo, arroz, soya, sorgo, entre otros.

• México profundizó su dependencia alimentaria como resultado de la existencia del TLCAN.

• La especialización adoptó características sociales, económicas y territoriales. Un grupo reducido de productores, los mejor dotados en recursos naturales y técnicos y ubicados en el noroeste, norte, parte del centro de México y de occidente, son los que participan en el TLCAN. Solo 6.0 por ciento del total de los productores agropecuarios mexicanos están relacionados con el TLCAN.

• El TLCAN le dio acceso a los medianos y grandes productores a mercados que antes estaban cerrados a ellos, beneficiándolos con ganancias que antes no lograban tener cuando el TLCAN no existía.

• Los pequeños agricultores familiares quedaron excluidos de los efectos del TLCAN, aunque como consumidores se convirtieron en demandantes netos, sobre todo de granos básicos.

• Ni la inversión ni el crédito se han incrementado como se anticipó.

• La política agropecuaria de México se ha puesto al servicio del TLCAN. La mayoría de los subsidios y de los diferentes programas de apoyo a ese sector económico están dirigidos, en muchos casos, a productores ligados a la exportación.

• Los pequeños productores familiares han sido abandonados por la política pública y tratados más como población pobre más que como productores. No hay política económica para ellos, lo que existe es una política social asistencialista.

• La política asistencialista no ha impedido el vaciamiento del sector agropecuario. Los pequeños productores han migrado tanto hacia otras zonas rurales de México como, fundamentalmente, hacia Estados Unidos.

• Hay una proletarización de los pequeños agricultores de México.

Una posible renegociación del TLCAN, para resultar beneficiosa para México, debe significar una disminución sustantiva de la dependencia alimentaria que hoy padece. Habría que sacar del Tratado, por ejemplo, a los granos básicos. Los granos básicos están relacionados con un tema de seguridad nacional que es la alimentación. No se puede dejar en manos del comercio un item tan estratégico como lo es el de la alimentación. Este carácter estratégico adopta todavía mayor importancia en el marco del cambio climático que vive el planeta. Como ya ha ocurrido, fenómenos meteorológicos inesperados impactan directamente la producción agropecuaria y el comercio, aún con el atributo de libre, es capaz de resolver los problemas de demanda. A México ya le ha ocurrido y se ha enfrentado a problemas serios para conseguir granos cuando el TLCAN no ha sido suficiente para satisfacer sus necesidades.

La renegociación debe significar, y conviene, además, introducir los temas ambientales. El pago por servicios ambientales debe ser parte de las nuevas negociaciones. Pero lo más importante, y que no es parte del Tratado, es la de diseñar una nueva política sectorial. Hay que apostarle a la pequeña agricultura con proyectos integrales que involucren no sólo la producción agropecuaria sino otras que le son complementarias. Una de ellas, por ejemplo, se refiere a una política de empleo, particularmente en las zonas más afectadas por la migración. Finalmente, y no por ello menos importante, se requiere de una revalorización de la actividad agropecuaria. Y esto significa, entre otras cosas, recibir de parte de quienes necesitan de la producción agropecuaria, los consumidores de alimentos y de servicios naturales, una mayor remuneración. Nadie va a regresar a la agricultura si eso no significa una vida medianamente digna. Seguirá, como hasta la fecha, ocupada por unos pocos que hacen buenos negocios por medio, por ejemplo, del TLCAN, y por muchos viejos y niños que han sido abandonados en la ruralidad porque no pueden o no conviene que migren. Así que, más que una renegociación de lo externo materializado en el TLCAN, necesitamos una política económica digna sectorial. Es tal vez pedirle sangre las piedras.

Catedrático de la Facultad de economía, UNAM.

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