Roberto Escalante Semerena

La economía política de los gasolinazos

 

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• El gobierno tiene razón cuando argumenta que los subsidios a los energéticos, en esta caso a las gasolinas, favorece a los deciles de mayores ingresos. Existe una amplia literatura que da cuenta de estudios empíricos que confirman que en países con la desigualdad y distribución del ingreso tan adversos como los que existen en México, esa afirmación se cumple. Los sectores sociales que están protestando por este aumento pertenecen a la clase media que, como se dice en términos económicos, debido al fuerte incremento en el precio de las gasolinas, su demanda responde elásticamente al precio. Dicho de otra manera, los consumidores tienen que disminuir su consumo de gasolinas.

• Este aumento al precio de las gasolinas si fuera acompañado de un incremento en la oferta de servicio público de transporte, operaría como una externalidad positiva que favorecería los esfuerzos por bajar la contaminación atmosférica que proviene, fundamentalmente, de los vehículos. Para los habitantes de ciudades como la de México, Guadalajara, Monterrey y otras, esto sería buenas noticias.

• También es verdad que el financiamiento del gasto público y de la corrupción sindical y oficial al interior de Pemex descapitalizaron a la empresa e impidieron que inversiones necesarias para modernizar las refinerías existentes y establecer nuevas ocurrieran. Además, parece existir un sesgo, de parte de los gobernantes, para descarrilar Pemex y permitir la entrada de capitales privados a la industria petrolera. La reforma energética se convirtió así en un mal necesario. Pemex, simplemente estaba, está, incapacitada financieramente para expander su producción de crudo y de gasolinas. El gobierno desfondo a Pemex.

• Sí habrá un impacto inflacionario como resultado del alza en el precio de las gasolinas. En México la inmensa mayoría del abastecimiento de productos frescos y agroindustrializados se hace por transporte terrestre. El aumento al precio del diésel será traslado a los consumidores.

• Resulta improbable que los precios de las gasolinas desciendan. Por el contrario, irán en aumento ya que no se trata de precios fijados por la oferta y la demanda. Seguirán siendo administrados por el gobierno que ha encontrado en este rubro un buen argumento para tapar un tremendo hoyo fiscal explicado por el excesivo endeudamiento del gobierno, la corrupción y la proximidad de campañas políticas a financiar.

• Cada día que pasa, y debido a las protestas incontroladas y saqueos organizados por la autoridad, el gobierno pretende dar la impresión de que todo se hubiera derrumbado si los precios de las gasolinas no se hubieran incrementado. La educación, el gasto social, la salud y más pendían de este aumento. Entonces, el problema no es el alza a los precios de los energéticos, es la incapacidad de administrar eficientemente las finanzas de la nación y dicha incapacidad la tiene que pagar la sociedad.

• Existe un enojo social, que agrupa a diferentes sectores, ya no sólo por el incremento de los multicitados precios de los energéticos. Existe porque la sociedad parece harta de las mentiras y la corrupción. El presidente sí prometió que la reforma energética bajaría los precios de las gasolinas y de otros energéticos. Qué lástima que los mexicanos no hayan aprendido de las lecciones internacionales de las privatizaciones. Nunca bajan los precios. Por el contrario, suben y mucho. Y esto ha ocurrido en los países desarrollados y en los subdesarrollados. Es un asunto de estructura del capitalismo. Los gobiernos, a veces, subsidian precios, las empresas nunca.

• El problema va más allá del aumento a los energéticos. No es un problema de precios, es un problema político. Resulta difícil confiar que los recursos adicionales que se captarán encuentren buen destino, de apoyo a la sociedad. La sociedad teme, y con razón, que se trate de un atraco más, por la vía fiscal. Dinero extra en manos del gobierno, en este sexenio en particular, termina en manos privadas. Ese es el sentir popular.

• El gobierno sabe que hay un costo político en esta decisión. Prefiere pagarlo dos años antes de las elecciones y confiar en la memoria corta de los votantes que, además, puede ser modificada con migajas en las coyunturas electorales.

El enojo pasará porque el actual no tiene conducción. Es espontáneo y se diluirá. Los partidos, principalmente PRI, PAN Y PRD, no quieren conducir porque los comprometería a postulados más comprometedores que no pueden adoptar. El tema no es el precio de las gasolinas, es el modelo que institucionaliza y profundiza la desigualdad guisada, además, con un caldo de indiferencia por parte de la autoridad.

El autor es profesor de tiempo completo de la Facultad de Economía – UNAM.

Contacto: semerena@unam.mx

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