Roberto Escalante Semerena

¿Es posible lograr la igualdad? El caso de Venezuela

 

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La pregunta que encabeza esta entrega es una que se han formulado académicos de diversas posiciones teóricas e ideológicas, políticos, ministros religiosos, organizaciones multilaterales, ciudadanos. Todos, casi estoy seguro que sin excepción, han concluido que es posible.

Pero, además, han propuesto políticas para lograrlo y no pocos, en diferentes dimensiones y latitudes del mundo, han intentado establecerla como normal social, económica, política, y ética. Es una ambición permanente que, probablemente, nunca terminará. Tal vez todos, me atrevo a afirmar, que la quieren, dicen que es posible y necesaria, aunque partan de diferentes horizontes para arribar a esa conclusión.

En América Latina y el Caribe, por ejemplo, en ejercicios analíticos recientes, la CEPAL ha producido importantes aportaciones intentando demostrar que en esa región la igualdad es fundamental para alcanzar el verdadero desarrollo, incluyendo los nuevos escenarios relacionados con el cambio climático y la sostenibilidad. La CEPAL ha sentenciado, y con razón, que no basta con crecer económicamente para lograr mejores niveles de bienestar e igualdad. Esa es una falsedad ampliamente documentada, en la región y en el mundo. Y una de sus propuestas principales es poner al revés, y otra vez con razón, a mi juicio, que para crecer hay que distribuir, hay que impulsar la igualdad.

Desde otras perspectivas, como la del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, el Foro de Davos y otros, también el tema de la igualdad ha ocupado las preocupaciones de sus representantes, y han propuesto soluciones. Por ejemplo, el equilibrio macroeconómico estricto, la eliminación de subsidios a diferentes variables del consumo, principalmente salarial, las privatizaciones y otras medidas, conducen, según estas visiones, al crecimiento y, por esa vía, a la igualdad.

Sin embargo, la pregunta inicial creo que sigue siendo válida. Y lo menciono porque más allá de las propuestas académicas y las iniciativas políticas, expresadas en políticas públicas, han existido, existen, ejemplos concretos que tuvieron, tienen, como motivación seminal la búsqueda y generación de una sociedad igualitaria. Un ejemplo de ese intento es lo ocurrido en los últimos quince años en Venezuela. El Chavismo, así llamado, encabezado por el Presidente Hugo Chávez, prometió una economía y una sociedad igualitaria. Sin embargo, a la vuelta de los años, es difícil afirmar que Venezuela goza de ese estatus.

La economía venezolana está sumida en una crisis económica, social, política y agregaría hasta cultural de la cual será muy difícil emerger, y mucho menos con condiciones de igualdad. El desabasto campea, la inflación está en niveles indeseables, la violencia es probablemente la más aguda de América Latina, la corrupción está en todos los niveles de gobierno y de la sociedad, el odio social es la norma de relación y, en estas condiciones, los pobres, que no hay que olvidar son la inmensa mayoría en ese país, son los que más sufren. Sin duda, no puede dejar de mencionarse que distintas iniciativas en salud, alimentación, educación se ensayaron y lograron beneficios nunca antes vistos por los pobres. Sin embargo, las condiciones para sostener esas iniciativas fueron administradas erróneamente situación que las dejó a merced de fuerzas internas y externas y hoy está muy mermadas. El experimento venezolano ha fracasado principalmente por la mala conducción de quiénes tuvieron, tienen la responsabilidad de conducirlo. Es difícil aceptarlo pero creo que es lo más certero. Las versiones acerca de la responsabilidad del imperialismo norteamericano, sin dejar de admitir que al gobierno norteamericano le interesa ver finalizado ese proceso, son las repetidas excusas de quienes no tienen la capacidad de idear estrategias realistas para llevar adelante sus propósitos. En Venezuela, por dogmatismo, se ensayaron políticas, por ejemplo de estatismo a raja tabla, que en otros países que lo hicieron hace décadas, Cuba por ejemplo, han decidido abandonar por impagables e ineficientes.

En Venezuela no se ha logrado más igualdad. Por el contrario, hay más desigualdad y en condiciones de violencia social y política muy graves. A los pobres se les dieron servicios de mala calidad y mal administrados. Y lo que viene será peor que lo que era en el punto de arranque. Venezuela no solo enfrenta la caída brutal de los precios de su única fuente de ingresos, el petróleo. A eso se suma la inmensa deuda pública, principalmente externa. La caída brutal del PBI, el aumento del desempleo y la galopante inflación. Venezuela es una bomba de tiempo para una revuelta social que puede arrojar saldos muy rojos.

A la luz de esa experiencia y de otras que no hay tiempo ni ocasión de analizar en esta entrega, es posible decir que lograr la igualdad, aunque suene una verdad de perogrullo, es harto difícil y, en ciertas condiciones y circunstancias, imposible de alcanzar. No se resuelve con las aparentemente fáciles recetas de un paradigma, que suena revolucionario y justiciero. Es mucho más complejo que eso. En ocasiones hay que conformarse con aliviar las brechas de desigualdad. Pero lo que nunca hay que hacer, es dejar de intentarlo con inteligencia, sensatez y siempre admitiendo que muy probablemente es muy difícil, sino imposible eliminar la desigualdad, y lo que si hay que admitir es que existen diferencias. Esas son inevitables.

El autor es Catedrático de la Facultad de Economía UNAM.

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