Sobreaviso

Precampañas sin motivo

Inicia la precampaña. Ojalá en este episodio las principales abanderadas miren hacia afuera y no solo hacia adentro de las coaliciones que la postulan y vean al electorado.

Con tantos enredos, jaloneos y conflictos al interior de las respectivas coaliciones, ojalá algún asesor oriente a las precandidatas presidenciales y tenga la caridad de regalarles una o dos ideas. No es mucho pedir. Eso, y además recomendarles integrar un verdadero equipo de apoyo, así como voltear a ver y escuchar de vez en vez al electorado de carne y hueso.

Pese a la importancia concedida a la disputa por la presidencia de la República, el espectáculo ofrecido en la anteprecampaña por quienes finalmente hicieron suya la postulación fue deplorable. Cuando no se dirigían a sus padrinos o patrocinadores, trataban de convencer de su idoneidad a quienes ya traen en el bolsillo, llamaban a la unidad o, quizá, se miraban al espejo intentando convencerse de votar por sí mismas. Por su experiencia, osadía, malicia e instinto, quien más destacó en esta etapa fue quien ya no puede repetir en el cargo, pero sigue en campaña y mete la cuchara en el caldo, dejando ver dificultad para reconocer el límite de su actuación.

Tras la rutina desarrollada durante este tramo que dejó sin silbato a los árbitros y sin mazo a los jueces electorales, sería agradecible que en la precampaña las concursantes tengan un poquito de imaginación y un más interesante desempeño. Arrancan el próximo lunes, una en Boca del Río y la otra en Ciudad Juárez… obviamente, no en Acapulco.

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Si de suyo es absurda una precampaña cuando ya están definidas las dos principales candidaturas y, en tal virtud, está agotada la competencia al interior de los partidos o las coaliciones, más disparatado resulta que las abanderadas salgan a hablar y hablar y hablar sin decir nada. Dislate al cual se agregará otro: la advertencia de los spots propagandísticos, formulada al final de su transmisión, señalando estar exclusivamente dirigidos a militantes y simpatizantes del partido emisor, como si el resto de las víctimas del pertinaz martilleo de lemas, promesas, jingles o frases huecas pudiera adivinar en qué momento taparse los oídos.

De hecho, en la anteprecampaña no quedó claro si la ausencia de propuestas e ideas era muestra de profundo respeto a la ley electoral que violaron de consuno y con la venia disimulada de las autoridades o si, en verdad, los aburridos rollos o gracejadas repetidas hasta el cansancio fueron escudo de la carencia de postulados.

Claudia Sheinbaum nunca sustantivó el sello propio o el segundo piso de la autollamada transformación e hizo del exhorto a la unidad un llamado a misa cuatroteísta, así como Xóchitl Gálvez nomás no pudo dejar de presumir los ovarios; interpelar al mandatario, hasta que éste la dejó chiflando en la loma; o justificar su credo en tan insignes dirigentes como Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano, no sin tener lapsus reveladores.

Claro, no faltan quienes arguyen que tal vacuidad o pobreza política es fácil de explicar porque el sentido de la anteprecampaña era convencer a los mandamases de asegurarles la precandidatura y legitimarse ante militantes y simpatizantes. Ajá.

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Desde luego, faltaría hablar del bateador emecista y emergente, Samuel García, quien en principio iniciará su precampaña en Guadalajara, pero está en apuro que lo compromete tanto a él como a su partido.

Por los indicios, los otros siete precandidatos registrados en el partido naranja no le hacen sombra en su aspiración de figurar, sin posibilidad de ser. No, lo ensombrece el revés dado por el Tribunal Electoral a su intención de dejar a uno suyo al frente del gobierno neoleonés. Viene una decisión: se va de precandidato a riesgo de perder el gobierno y obtener algún reintegro o retira su licencia y se regresa a Nuevo León, dejando a Movimiento Ciudadano en un enredo.

El registro de precandidatos ya está cerrado y, entonces, a saber, qué hará el partido, así como el dirigente Dante Delgado, quien dijo estar dispuesto a postularse de ser necesario. Menudo lío.

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En todo caso, el mayor desafío es de las precandidatas presidenciales.

Claudia Sheinbaum ha dado muestra de inteligencia y disciplina en la conservación de la ventaja que la predestina a la Presidencia, pero a costa de sacrificar su propia personalidad política. Incluso, por momentos, hace sentir que la designación de la cual fue objeto es su virtual nombramiento como presidente de la República y, en tal idea, sólo administra una herencia, intentando alejar o contentar a quienes le piden reparto. Cuida de no salirse del sendero trazado y se impulsa con la maquinaria de un aparato que reclama un ajuste, sobre todo, si el operario reconocido, en verdad, deja de serlo. Mira más hacia adentro que hacia fuera del movimiento, sin mostrar interés por allegarse nuevos apoyos o rescatar los perdidos. Recicla cuadros, pero no atrae nuevos. Aparece, pues, más como una administradora que como una figura política en condición de convertirse en jefa de Gobierno y Estado. De seguro, más adelante dejará ver su talla, pero asombra su enconchamiento.

Xóchitl Gálvez trae serios problemas. No acaba de establecer los términos de su relación con los partidos opositores que la amparan, de armar un equipo de apoyo eficaz, de fijar su interlocución ni de encontrar el tono y discurso de su campaña. La inteligencia, creatividad, chispa, sentido del humor y capacidad de reacción mostrada cuando encandiló a quienes impulsaron su postulación han venido a menos y, sobra decirlo, el nivel de reconocimiento popular no le da, hasta ahora, oportunidad de presentarse en la palestra como una candidata competitiva. El tiempo apremia.

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Arranca el lunes una nueva etapa en la contienda, ojalá las precandidatas le den un motivo, y volteen a ver al electorado.

En breve

La presunta ministra sigue ahí, como si nada.

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