El Partido Demócrata finalmente se hizo presente en la política estadounidense.
Con un consenso casi perfecto en sus bancadas legislativas, tanto en la Cámara baja como en el Senado, decidió tomar un riesgo enorme: cerrar el gobierno federal.
El argumento principal de este partido de oposición es impedir los cortes a los programas de salud, sobre todo al llamado Medicaid, que subsidia a los más necesitados. Los republicanos argumentan: ‘Negociemos con el gobierno en marcha’. Los demócratas responden: ‘Ya no te creemos, por eso nos la jugamos y nos vamos a huelga’.
Lo fascinante de la apuesta demócrata es que no está claro quién será el ganador.
Los demócratas prácticamente no tenían otra salida para mostrar que aún pueden frenar las aspiraciones imperiales de quien despacha en la Casa Blanca y que ha gobernado sin ataduras en sus primeros nueve meses.
En marzo de este año, los demócratas tuvieron la oportunidad de cerrar el gobierno.
Trump apenas tenía dos meses en la presidencia. El líder de la minoría en el Senado, Chuck Schumer (D-Nueva York), rompió sorpresivamente con sus copartidarios, alegando que Trump aprovecharía el cierre del gobierno para profundizar sus cortes al llamado “Estado profundo”, es decir, la burocracia de carrera.
El Senado lleva mano en estas decisiones por una tradición legislativa que se conoce como el filibustero. El partido de oposición puede prolongar indefinidamente el debate legislativo, y la única manera de romperlo es con al menos 60 votos. Los republicanos tienen 53 curules y los demócratas 47. Aunque lograron dos votos demócratas, no les alcanzó.
En el fondo, la intención demócrata es una revuelta tardía contra la ley que fue aprobada y firmada por el presidente el pasado 4 de julio, llamada Big and Beautiful Bill (la Grande y Bella Iniciativa de Ley, en español).
La esencia de ésta, la cual le confiere un poder presupuestal sin precedentes a la Casa Blanca, consiste en reducir los impuestos de los ricos y, para tapar el hoyo fiscal que esto deja, reduce drásticamente los programas sociales. Se calcula que, como consecuencia de esto, en 2027 alrededor de 10 millones de personas perderán acceso a la salud.
Trump amenazó y profanó: vamos a tener la posibilidad de recortar los programas favoritos de los demócratas de una manera permanente. Subió un tuit que se hizo viral en las últimas horas antes del cierre. En esta parodia hecha con inteligencia artificial aparecen los líderes de las bancadas demócratas, el senador Schumer y el representante Hakeem Jeffries (D-Nueva York), con un sombrero ranchero, un bigote estilo Zapata y música de mariachi, diciendo que querían darles seguro médico a los inmigrantes ilegales porque son los únicos que siguen apoyando a su partido y sólo porque no saben inglés.
El Partido Republicano tiene buenas posibilidades de sacarle ganancia política al cierre del gobierno. Todo el aparato de comunicación del gobierno federal está insistiendo en la “irresponsabilidad demócrata.”
Hay oficinas, como la Secretaría de Prensa de la Casa Blanca, en las que una máquina contesta el teléfono y señala que, gracias a los imprudentes demócratas, no hay servicio; o el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, cuya página dice que la “izquierda radical” cerró el gobierno federal.
Trump es un extraordinario comunicador y un enorme pugilista político que sabe cómo descolocar al adversario. Ahora bien, el costo del cierre de gobierno estará determinado por su duración. En la primera administración Trump, el gobierno permaneció cerrado 35 días (del 22 de diciembre de 2018 al 25 de enero de 2019), y no le fue bien a la Casa Blanca.
Este año es distinto, pues Trump 2.0 tiene más poder y más colmillo. Si el gobierno permanece cerrado por varias semanas o aún meses, será la propia sociedad estadounidense quien sufrirá las consecuencias de un gobierno que, sumido en una intensa polarización, empieza a ser una sombra de la dinámica y funcionalidad que fue la admiración del planeta entero.
México, por ser vecino y el principal socio comercial, será el país extranjero más perjudicado.
En la frontera empezaremos a experimentar de inmediato mayores retrasos. Agárrense los que están tramitando visas: si la espera era larguísima, ahora será impredecible.