Apuntes Globales

Sin brújula migratoria

¿Cómo nos concebimos demográficamente en los próximos 50 años y qué papel le otorgamos a la inmigración, a la emigración y al retorno?

Ni los gobiernos del PRI, ni los dos del PAN y desde luego, tampoco Morena, han sido capaces de tener una visión migratoria. ¿Cómo nos concebimos demográficamente en los próximos 50 años y qué papel le otorgamos a la inmigración, a la emigración y al retorno?

En las últimas dos décadas, desde que acontecieron los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, en que Estados Unidos decidió ordenar y legalizar los flujos migratorios y endurecer la frontera común, México no ha hecho más que reaccionar a los dictados de Washington.

El primer canciller de Vicente Fox, Jorge Castañeda, tuvo la osadía de proponer a Washington, aprovechando la luna de miel de los amigos vaqueros Fox y W. Bush, un acuerdo migratorio integral. No se logró porque México no ofreció nada a cambio y fundamentalmente porque los atentados cambiaron las prioridades de W. Bush.

En 2007 sobrevino un parteaguas en la emigración mexicana hacia Estados Unidos. Después de varias décadas de incremento de los flujos de migrantes hacia el norte que parecía que nunca terminaría, nos sorprendió una nueva dinámica: emigración cero o negativa. Esto es, disminuyeron los flujos de emigración y crecieron los de retorno.

En los últimos 14 años, el principal flujo migratorio ha sido el retorno, después la migración en tránsito y, por último, la emigración de mexicanos a Estados Unidos. En el último año, sin embargo, la emigración de mexicanos a Estados Unidos muestra un dinamismo sorprendente. Éste se explica por la contracción económica de nuestro país en 2020, por la persistente e incluso agravada violencia en regiones como Michoacán, Guanajuato, Guerrero y Tamaulipas, y particularmente por la demanda de la economía de Estados Unidos de mano de obra como la mexicana.

Durante esos 14 años de migración cero o negativa, los gobiernos de México simularon que tenían una política de retorno. El gobierno de Peña Nieto incluso alardeó, llamándola ‘Todos somos mexicanos’. Puro pavoneo, nada de voluntad política y recursos minúsculos.

La migración en tránsito ha sido la que más dolores de cabeza nos ha dado y seguirá dando. En agosto de 2010, Felipe Calderón tuvo que aguantar la vergüenza y el desprestigio de la gran matanza de migrantes en San Fernando, Tamaulipas. En el verano de 2014, tuvo lugar la gran crisis de los niños migrantes de Centroamérica llegando a la frontera con Estados Unidos. Peña Nieto simuló que habría un gran programa frontera sur, que nunca arrancó. Y hace unas semanas, el gobierno de AMLO tuvo que hacer de ‘tripas corazón’, por el lamentable accidente en Chiapas que acabó con la vida de más de 50 migrantes, la mayoría de Centroamérica.

Cuatro pilares

En los últimos tres años, lo más significativo ha sido el incremento del número de peticiones de asilo. Este año llegarán a más de 100 mil. Pero la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados (Comar) tiene prácticamente los mismos recursos que cuando las peticiones eran de unos cuantos miles.

México es un país de flujos migratorios complejos: emigración, retornó, migración en tránsito y país de destino.

La visión de un Estados Unidos que debe recibir a nuestros emigrantes y dejar los flujos migratorios a la ‘mano de Dios’ ya no se sostiene.

Una visión migratoria y, eventualmente, una política migratoria mexicana debe estar sostenida en cuatro pilares. Primero, transitar hacia flujos migratorios ordenados, seguros y legales. Segundo, reconocer el entorno regional de alta migración Centroamérica-México y Estados Unidos. Tercero, las fronteras de México, tanto la sur y especialmente la norte, están atadas al bienestar del continente y del mundo entero, pues nuestro vecino, Estados Unidos, sigue siendo un gran polo de atracción migratoria. Y finalmente, aceptarnos como país de atracción tanto de migrantes de retorno, como de asilo y económicos.

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