La Fiesta Está Viva

Cinco Villas

En México hay cientos de historias, cada una apasionante, cada una digna de contarse. Hoy me centraré en un caso digno de reconocer, el cortijo Cinco Villas, en Texcoco.

La pasión por la tauromaquia es un veneno que una vez que entra al cuerpo, o mejor dicho al alma, ya no hay manera de que nos abandone. En ocasiones este intenso sentimiento nos lleva a involucrarnos de una u otra forma más allá de ser sólo aficionados que gustan de vivir la experiencia de una corrida de toros. Muchos sueñan con ser toreros, imaginan tardes de gloria, intentan sentir lo que será pasarse un toro de 500 kilos por la cintura al ritmo del último tiempo del muletazo, dibujado con la suavidad de la muñeca rota, llevando al toro en los vuelos de la muleta, escuchando su respirar, sintiendo la vibración en la arena, palpando el intenso calor que despide su cuerpo al rozar los muslos, una sensación embriagante, extrasensorial y por momentos incluso erótica, de total abandono corporal, donde el alma se apodera del tiempo y del espacio, a la vez que los espectadores sienten un porcentaje de ese momento y la plaza ruge, goza y entiende la vida de una manera distinta por el resto de sus días.

En México hay cientos de historias, cada una apasionante, cada una digna de contarse. Hoy me centraré en un caso digno de reconocer, el cortijo Cinco Villas, en Texcoco, para ser preciso en Santiago Cuautlalpan. Para poder hacerlo debemos irnos hacia atrás en el tiempo y poner en contexto esta bonita y muy taurina historia.

Luis Marco Sirvent, nacido en España, luego de soñar con ser torero, convertirse en aficionado práctico siempre apasionado por los toros, se convirtió en un empresario líder en la rama del metal del aluminio para perfiles de ventanas y puertas. Su empresa, Extrusiones Metálicas, es líder en el mercado nacional, latinoamericano y con fuerte e importante presencia en España.

En 2010 junto con su esposa, doña Lucero Domínguez, también gran aficionada, comenzó a construir un cortijo para gozar plenamente de su amor al toro y al toreo. Cuidaron absolutamente todos los detalles del cortijo Cinco Villas, bautizado así en honor a la localidad zaragozana donde nació su padre, don Gabriel Marco Sirvent. La plaza es una belleza, el albero en realidad lo es, trajeron la arena desde la localidad de Alcalá de Guadaira, España, sitio de origen del albero que alfombra el ruedo en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, a ese grado su afición y pasión por los detalles.

El medio taurino es muy complicado, los entresijos suelen ser casi indescifrables y movidos por intereses absurdos de poder y protagonismo. Cinco Villas, en manos de Luis y Lucero, lleva más de una década haciendo por la Fiesta. Si bien en sus inicios fue santuario para aficionados prácticos, el amor por el toreo y la visión de sus dueños los llevó a devolver a su manera a la Fiesta lo mucho que aporta ésta al espíritu humano. Comenzaron a organizar novilladas sin caballos, con carácter internacional, trayendo novilleros españoles a alternar con toreros mexicanos. Su independencia molestó; y si bien no se le intentó bloquear —no lo sé—, tampoco se le apoyó como industria taurina, lo que es peor que lo primero.

Pese a la hostilidad del medio, pocos han sido los que no han sabido reconocer y agradecer la vocación taurina de la familia Marco, que no ha parado de hacer cosas, dar toros, generar economía y brindar oportunidades. Hoy para mí es un ejemplo de vocación, amor desinteresado por hacer cosas y hacerlas bien, que es muy importante. Un gran corazón, dividido en dos: México y España, España y México.

Si bien su labor tras una década les ha dado un sitio importante en la tauromaquia, donde se han ganado el cielo —y no lo digo metafóricamente— es en el apoyo incondicional, generoso y desinteresado a la Casa Hogar La Divina Providencia; ahí sí les puedo decir que esta familia ha aportado en nombre de la tauromaquia todos los valores que esta cultura abraza.

Mis respetos y agradecimiento como aficionado al toro. Compartimos una pasión, una manera de entender la vida y vivirla. Olé por Luis, Lucero y su familia, sus amigos reales, y su independencia dentro de un medio que les ha mirado de lado.

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