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Resistencia en silencio

 

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Fui a ver la puesta en escena Resistencia en silencio de las coreógrafas e intérpretes Anaïs Bouts y Tania Solomonoff, y el artista visual Rodrigo Valero-Puertas. Estuvo del 4 al 13 de marzo en el Foro A Poco No, en el número 49 de la calle República de Cuba en el Centro Histórico.

Este es un proyecto interdisciplinario en torno a la imagen. Atrás de las decisiones que llevaron al montaje de esta coreografía de 50 minutos está el diálogo comprometido y la interacción de los tres creativos.

En escena veíamos a las dos bailarinas vestidas en tonos grises, con ropa casual. Empezaban entrando por la puerta por la cual también nosotros —los espectadores— habíamos entrado poco antes. Después de estar paradas un tiempo considerable una al lado de la otra, como si estuviesen buscando el estado de concentración preciso para poder empezar, cada una de ellas buscó un lugar diferente dentro del pequeño espacio para explorar sus detalles, reconocer la fuerza y la superficie necesaria para sostenerse y mantenerse en cierta posición, acoplarse, deslizarse, descansar, buscar otro lugar para estar. Hasta llegar al encuentro de los cuerpos y explorar diferentes intensidades, conocer el vocabulario de los puntos de apoyo en diferentes posiciones y ubicaciones, probar cuánto tiempo puede ese otro cuerpo sostenerme en esa posición, resistir.

Se generaban ritmos entre movimiento y quietud, y a pesar de que el audio era una grabación de sonidos ambientales, entre los cuales de vez en cuando distinguí uno que otro, el arrastre de un ladrillo sobre piso de cemento, por ejemplo, teníamos —como espectadores y escuchas— la posibilidad de disfrutar y descubrir los sonidos que esos dos cuerpos emitían en el contacto con el espacio, entre ellos, en el roce con las diferentes superficies y, también, el silencio.

Sabemos, entonces, que para una artista escénica mapear o leer física y sensorialmente un espacio arquitectónico es recorrerlo, ver sus detalles, percibirlo a través de los sentidos, mirar, pero también escuchar y tocar, cambiar de ángulo, habitar otros puntos de vista.

Cada vez que esta pieza se presenta, cambia. Cambia porque cambia el lugar. Esto es, entonces, un trabajo sitio-específico.

En el glosario de términos de arte de la página de internet de la Tate dice de forma sencilla y clara: "el término sitio-específico se refiere a una obra de arte diseñada expresamente para un lugar en particular y ésta tiene una interrelación con la ubicación". Pero, no sólo es que exista un diálogo entre la pieza y el espacio para el cual fue pensada, sino que pierde sentido sustancial al ser retirada o cambiada de lugar.

Ejemplo de un trabajo sitio-específico: Ai Wei Wei, Sunflower Seeds,
2010, para la Turbine Hall de la Tate de Londres.

El artista entra en diálogo con el espacio para crear.

Tania nació en Argentina y vive en México desde hace más de 20 años. Investiga sobre y con el cuerpo, pero colocándolo en el cruce entre las disciplinas y las técnicas, justo allí, donde las preguntas se enriquecen al ser posible verlas desde los diferentes ángulos y marcos de referencia que cada disciplina tiene y construye.

También le interesa la identidad y la memoria colectiva.

Anaïs nació en Francia, vive desde hace cinco años en México y tiene igualmente una formación como artista escénica y coreógrafa, la cual ha venido complementando y nutriendo con estudios de filosofía y yoga. Le interesa el arte conceptual y estudió además técnicas somáticas que usan el movimiento con fines terapéuticos.

Las dos comparten su formación ecléctica y su pasión por proyectos procesuales, colaborativos e interdisciplinarios, por las artes visuales y por sus preguntas (o conceptualizaciones).

Aunque la propuesta sea de tres artistas, me concentré en introducir a las dos intérpretes, pues su colaboración es visible.

Sentados a pocos metros de distancia, podemos nosotros —los espectadores— percatarnos y observar detenidamente tres diálogos cruzados, simultáneos: aquél que sostienen los dos cuerpos cuando interactúan y aquéllos que cada uno de los dos cuerpos entabla —a la hora de estar a solas explorando— con el espacio.

Otra vez el glosario de la Tate, ahora, sobre el término colaborativo: "significa trabajar juntos o en conjunto con otro(s), involucrarse y comprometerse con el trabajo colectivo".

Ejemplo de una obra colaborativa que también es sitio-específica: Peter Fischli & David Weiss, Untitled (Tate), 1992-2000.

Los artistas entran en diálogo, entre ellos y con sus disciplinas, para colaborar.

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