Uso de Razón

España, la maldita polarización

Los españoles desaparecieron a Podemos del abanico de partidos y quedó reducido a cenizas; Pedro Sánchez pagó el error de haberlos llevado a los máximos cargos de su gabinete.

Vista desde lejos, la expresión de los españoles el pasado domingo fue clara: respaldo masivo a los dos partidos históricos surgidos con la democracia: el Partido Popular (PP) y el Socialista Obrero Español (PSOE).

Ambos aumentaron el número de diputados que tenían, lo que pone de manifiesto que ninguno de los dos está en crisis terminal y que son aún más fuertes que hace tres años.

Tanto populares como socialistas tienen la convicción de fortalecer a la Unión Europea, son favorables a la Alianza Atlántica (OTAN), creen en el libre mercado, en las autonomías y son demócratas.

¿Por qué no forman gobierno juntos, en un momento en que España afrontará problemas económicos derivados de los ajustes indispensables para bajar la deuda como porcentaje del PIB?

Europa –y de pronto parece que se les olvida– está en guerra.

Dentro del territorio ucraniano, derivado de la invasión rusa, se desarrolla una suerte de tercera guerra mundial. Hay 40 países involucrados.

Están los que forman parte de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, que están con Rusia.

Más las 31 naciones que integran la OTAN, que ayudan al país agredido, Ucrania. Y sume a China e Irán, que también participan en la guerra, con pertrechos bélicos y respaldo económico a Putin.

Contra lo que se creyó cuando Rusia lanzó la invasión, la guerra se ha alargado y al parecer no tendrá un final en fecha próxima.

Las implicaciones económicas están a la vista con los precios de los combustibles y de los granos.

En síntesis: Europa está en guerra, aunque no participe con tropas ni sus ciudades están siendo bombardeadas… por ahora.

La lógica de una emergencia como la que se vive mandaría unidad a los partidos democráticos, para formar gobiernos que salven los valores fundamentales del sistema liberal y aislar a los extremismos que medran de las situaciones críticas, a los radicalismos nacionalistas, y al veneno de la charlatanería populista.

En España no es posible esa alianza por la polarización política.

El PSOE prefirió hacer gobierno con el populismo de Podemos, le dio una vicepresidencia a Pablo Iglesias, y fue ampliamente derrotado en las elecciones municipales que dieron lugar a comicios generales extraordinarios el domingo pasado.

La izquierda española se contaminó de chavismo y otras fórmulas tan nocivas como estrafalarias de América Latina. Uno de sus principales cuadros, Juan Carlos Monedero, ha sido colaborador de la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela.

Los españoles desaparecieron a Podemos del abanico de partidos y quedó reducido a cenizas, mientras el jefe de gobierno, Pedro Sánchez, pagó el error de haberlos llevado a los máximos cargos de su gabinete.

El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) desempeñó el triste papel de peón de Maduro cuando aparentó jugar como mediador en la crisis venezolana.

Del lado del PP, que durante el gobierno de uno de los suyos, Mariano Rajoy, cometieron verdaderos crímenes presupuestales con recortes a la salud pública, se han aliado con la ultraderecha de Vox.

Aliados a Vox, antítesis de lo que el propio PP ha respaldado, como “la condena a la violencia machista” y además “deshumanizan a los migrantes y tiran a la basura la bandera LGTBI” (cito a una de las líderes regionales del PP), los populares dinamitaron las posibilidades de alianzas con el PSOE y con los catalanes de Junts.

La polarización, y no motivos de fondo, llevaron al PP a aliarse con Vox y a los socialistas a pactar con Podemos (y ahora con su derivado, Sumar).

Así es que, en lugar de hacer alianza con los socialistas para gobernar con una sólida base de casi 66 por ciento del electorado, el PP se tendrá que inclinar ante una pequeñísima minoría (Junts), cuyo líder, Carles Puigdemont, declaró la independencia de Cataluña y huyó del país (literalmente a Waterloo, Bélgica).

Y tal vez no lo logren, porque Junts no va ni a la esquina con Vox.

Para hacer gobierno en España se necesitan 176 diputados.

El PP obtuvo 136 escaños (aumentó 47). El PSOE alcanzó 122 (aumentó dos).

La suma de diputados del PP más Vox le da 169 escaños.

Y los escaños del PSOE con los de Sumar hacen 153 diputados.

La lógica desapasionada, y lo crítico de la circunstancia, piden a gritos un gobierno de alianza PP-PSOE.

Pero ese factor tan corrosivo que mandatarios irresponsables inoculan en sus partidos y en la población, es decir la polarización, no lo permite.

Buscarán aliados en los extremos, y el otro bloque le impedirá gobernar a quien logre primero hacer una mayoría con grupos radicales y minoritarios.

Vienen tiempos de agitación en España.

Por donde pasa el populismo, de derecha o de izquierda, no vuelve a crecer el pasto.

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