Innovación, Clima y Capital

Un velero, ochenta voces y el futuro azul de México

La One Ocean Expedition reunió a científicas, emprendedores, artistas y comunidades para entender cómo el cambio climático transforma el océano y la vida costera, escribe Nelly Ramírez Moncada.

La economía oceánica atraviesa transformaciones profundas impulsadas por el cambio climático. Frente a este escenario surge la Década de las Ciencias Oceánicas de Naciones Unidas y su proyecto emblemático, la One Ocean Expedition (OOE). En este esfuerzo navegamos 945 millas náuticas a bordo del Statsraad Lehmkuhl, un velero noruego de más de un siglo que hoy opera como plataforma científica y educativa. Éramos más de ochenta personas convocadas por el equipo de Innovaciones Alumbra, integrando ciencia, comunidad y propósito en alta mar. El viaje mostró con claridad la conexión entre México y Noruega, países distantes en geografía pero alineados en la ambición de construir una economía marina sostenible basada en conocimiento, colaboración y corresponsabilidad con las comunidades costeras.

Viajé representando al programa TECA, un esfuerzo que dirijo e impulsa innovación climática y emprendimientos en la economía azul en México y LATAM. Fue significativo ver en ese velero a varias de las empresas que hemos apoyado, cada una trabajando en soluciones para restaurar ecosistemas, fortalecer la pesca y la acuicultura sostenibles y crear modelos que respondan a una realidad climática cambiante. En tierra, solemos encontrarnos en talleres o en sesiones de acompañamiento. En el barco, la conversación se transformó porque navegar juntas rompe distancias y abre ideas que no surgen en una sala de juntas.

El Lehmkuhl, comandado por el capitán Jens Joachim Hiorth, cuya calma y carisma imponían confianza incluso a quienes, como yo, nunca habíamos navegado, es más que un velero. Es un laboratorio-universidad flotante. Sus sensores capturan temperatura, salinidad, presión, oxígeno y corrientes, datos esenciales para entender cómo se está transformando el océano. El mar está absorbiendo más calor y más CO2 que nunca, lo que acelera la acidificación y desplaza especies clave para miles de familias pesqueras y acuícolas. Lo que recogen los sensores del barco es el respaldo científico de lo que viven comunidades costeras en México y el mundo.

A bordo coincidimos con un grupo amplio y diverso de científicas, estudiantes, emprendedores de la economía del mar, organizaciones de conservación, investigadores, universidades y representantes de programas que trabajan con comunidades costeras, así como quienes impulsan e invierten en estas soluciones desde el ecosistema de aceleración; en línea con el espíritu de la expedición de reunir diversos actores y comunitarios para acelerar soluciones oceánicas transformadoras. También compartíamos cubierta con artistas, ilustradoras, fotógrafos y perfiles creativos que, al traducir la travesía en imágenes y sensibilidad, ampliaban nuestra comprensión del mar y elevaban toda la experiencia. Cada persona traía una pieza del rompecabezas. Mientras maniobrábamos velas, hacíamos guardias de madrugada y compartíamos cansancio y conversación, se construyó una comunidad temporal capaz de hablar con honestidad de lo que funciona, lo que falta y lo que aún nos preocupa.

Las noches eran un mundo aparte. Cielos tan densos de estrellas que parecían acercarse a la cubierta. Otros días, delfines que nadaban junto a la proa, como si escoltaran al barco en silencio. El mar mostraba una belleza inmensa que convivía con la certeza de su propia vulnerabilidad. El aumento de temperatura está empujando especies hacia aguas más profundas y afectando la pesca artesanal en la región. La acidificación amenaza ecosistemas enteros. Los acuicultores mexicanos que viajaban con nosotros lo expresaban con claridad. Cambios abruptos de temperatura que destruyen cosechas enteras. Costos de energía cada vez más altos. Falta de tecnología accesible para el monitoreo. Pesca ilegal que presiona un sistema ya frágil. Todo esto ocurre mientras los eventos extremos se vuelven más frecuentes y los ciclos productivos se vuelven más inciertos. A todo esto se suma un problema silencioso pero muy real, la presencia del crimen organizado en algunas zonas costeras, que impone cuotas, limita el crecimiento de pequeños productores y obliga a muchos a operar con bajo perfil por temor a convertirse en blanco de extorsión.

La banca de desarrollo de América Latina ha anunciado que quiere duplicar su inversión marina hacia 2030, alcanzando dos mil quinientos millones de dólares. Una cifra que solo tendrá sentido si se conecta con iniciativas como las que convimos en este tramo de la expedición, donde la ciencia, las comunidades costeras y el emprendimiento trabajan en el mismo territorio. En este esfuerzo, la cooperación global se vuelve indispensable para avanzar en los objetivos de la acuacultura, y la colaboración bilateral entre Noruega y México, impulsada por la OOE. Esto demuestra cómo las alianzas internacionales pueden acelerar esa transformación. México tiene mucho que ganar si mira al mar con esa lente. Más de once mil kilómetros de costa, una diversidad pesquera inmensa y un ecosistema de organizaciones comprometidas con la resiliencia. Lo que falta no es talento ni propósito. Falta decisión.

México tiene una oportunidad real en la economía azul. Con miles de kilómetros de costa, un sector pesquero diverso y un ecosistema de organizaciones comprometidas, el país puede convertirse en un referente si decide invertir con visión. Re-conectarnos con el mar no es un gesto poético, es una estrategia de futuro.

Mientras escribo esto desde tierra firme, el Statsraad Lehmkuhl sigue su ruta con su increíble tripulación, sus estudiantes, sus sensores y sus historias. Regreso con una certeza serena. El futuro del país también se juega en el océano y lo que hagamos hoy definirá la capacidad de nuestras comunidades costeras para adaptarse y prosperar en un mundo que ya cambió.

Nelly Ramírez Moncada

Nelly Ramírez Moncada

Especialista en desarrollo internacional con más de dos décadas de experiencia en América Latina y África.

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