Comentábamos la pasada semana en este mismo espacio que el Nobel de Economía otorgado a Joel Mokyr, Peter Howitt y Philippe Aghion, en realidad constituye un reconocimiento de los efectos benéficos que genera el sistema internacional de Propiedad Intelectual, como resultado del impacto de la innovación en los índices del crecimiento económico y el bienestar social.
Este reconocimiento, más que novedoso, tiene el mérito de poner en la mira de empresarios, autoridades y población en general el papel trascendental de la Propiedad Intelectual en cualquier economía que tenga afanes de crecer, más allá de fórmulas preconcebidas o recetas, tan repetidas, que han perdido sustancia y credibilidad.
Ahora, el anuncio que hace Corea del Sur de convertir su Agencia de Propiedad Intelectual en Ministerio de Estado es un precedente único que refuerza la convicción de la necesaria apuesta que los países debemos hacer a favor de la economía de activos intangibles jurídicamente protegibles.
El equivalente que podríamos plantear en nuestro país consistiría en que nuestro Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, en forma conjunta con el Instituto Nacional del Derecho de Autor, fuesen reconvertidos en la Secretaría de la Creatividad y la Innovación.
La decisión tomada de Corea del Sur no solo pretende redefinir el futuro, sino que es consecuencia de un pasado con una marcada inercia que arroja este resultado.
En las últimas dos décadas, este país ha pasado de un gris lugar 40 en los índices mundiales de innovación a un meritorio lugar entre los cinco primeros líderes en patentamiento junto a Estados Unidos, Alemania, Japón y China.
Tan solo en el primer semestre de este año, el número de solicitudes de patente presentadas en Corea del Sur alcanza la cifra récord de 103 mil 322, de las que 84 mil corresponden a coreanos.
Los campos que mayor crecimiento reportan corresponden a baterías, Inteligencia Artificial y computación cuántica, con un crecimiento superior al 13% respecto del periodo previo, impulsadas por marcas tan poderosas como Samsung, SK y LG.
Un dato relevante es que también las solicitudes de patente de extranjeros reportaron crecimiento, lo que revela el interés que la economía coreana representa como destino de consumo y de maquila.
La decisión de promover la conversión de una oficina de patentes a Secretaría de Estado no solo tiene valor simbólico.
Al cambiar su estatus, las decisiones que se toman dejan de ser las de una “dependencia” que deben ser procesadas por una rígida burocracia, adquiriendo el respaldo necesario para ser implementadas como políticas de Estado de la mayor jerarquía.
Entre otros cambios que se impulsarán, destaca el apoyo directo a empresas basadas en innovación, utilizando los propios recursos excedentes que se producen por los trámites de patentes de empresas que son usuarias intensivas del sistema de patentes, es decir, innovación que impulsa innovación.
Debemos reconocer que el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha incluido la producción y comercialización de patentes de mexicanos como objetivo de su Plan México.
Lamentablemente, ese objetivo no pasa solo por ser una pretensión explícita, sino que se debe reconstruir y desarrollar un ecosistema de innovación que pueda impulsar de forma consistente esas metas.
No se requiere un guiño en un plan de gobierno, sino una verdadera revolución que involucre a todos los sectores para operar en un mismo sentido a lo largo del tiempo.