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Conectar en modo: ‘disposición de agradar’

Si no fluye la conexión interpersonal no fluye y punto. Ello no impide, sin embargo, que puedan explorarse intereses comunes y espacios de interacción respetuosa y armónica.

Sólo hay una cosa más retadora que encontrarte obligado a socializar profesionalmente con alguien que no conoces. Y eso es procurar interactuar con él o ella, encontrándote frente a alguien que no hace el más mínimo esfuerzo por agradar.

La socialización humana ofrece siempre momentos dulces y amargos, pero de lo que no hay duda es que tiene una doble característica. Por un lado, es potencialmente infinita, nutritiva en muchas áreas de la vida y productiva en más de una esfera de la actividad profesional. Al mismo tiempo, es un algoritmo indescifrable con enormes posibilidades de desencuentro.

En su definición más simple, agradar a alguien es provocar la sensación de satisfacción o gusto en la interacción ocasional o sostenida. Si bien el agrado es algo personal y subjetivo, es posible decir que ocurre cuando en la interacción con un tercero predominan los estímulos positivos produciendo interés y placer.

No es posible agradarle a todo el mundo todo el tiempo, pero si es posible catalizar el agrado o, por lo menos, capotear situaciones incómodas con pericia y habilidad. ¿Qué se puede hacer? Aquí tres recomendaciones para la reflexión:

1. Detecta similitudes rápidas.- El sensómetro del desagrado se activa en automático. Ello no debe impedir el persistir en observación, comentarios o preguntas que, si bien suelen ser acreedoras a respuestas cortantes, permiten explorar zonas de semejanza.

Geografía, conocidos en común, temática de interés evidente o, en su expresión más delgada, un simple objeto que porte o use. Cuando dos personas conversan de aquello que los hace símiles, se obtiene una hebra con la que se puede iniciar a tejer una conversación un poco más elaborada.

2. Identifica oportunidades para la cooperación circunstancial.- Habrá quien crea que no vale la pena conectar contigo o con terceros, pero ello no evita que puedan crearse circunstancias en las que la cooperación mínima resulte un interés compartido.

La acción conjunta de cosas crea la necesidad de conversar funcionalmente. Y esa conversación, como cualquier otra, es la materia prima de la interacción y un habilitador de socialización casuística. Cooperar, aunque sea en mínimos de cumplimiento, abre posibilidades al relacionamiento funcional.

3. Descubre áreas de complementación profesional.- Una cosa es que te agrade la persona en su esencia (actitudes, trato o ideas) y otra que te agraden sus conocimientos, habilidades o áreas de interés.

Si bien requiere una buena dosis de serenidad, es posible socializar con alguien cuyas formas no te agradan privilegiando tu atención en aquello que la persona sabe y que tú desconoces, hace y a ti te interesa o conoce y tú ignoras.

Cierto. No es nada fácil estar tiempos prolongados con una persona que te está provocando desagrado. Y todavía es más difícil tener que convivir por compromiso con individuos que pareciera que hacen todo lo posible por caer mal.

La socialización madura implica reconocer que se puede interactuar con sujetos con diferencias notables o personalidades irritantes sin la expectativa infundada del agrado deseable. No hay que mentir para agradar, ni ser falso en la intención. Si no fluye la conexión interpersonal no fluye y punto. Ello no impide, sin embargo, que puedan explorarse intereses comunes y espacios de interacción respetuosa y armónica.

Socializar –en su mejor expresión posible– es conectar con intención de encuentro a lo igual y a lo diferente. Pero conectar con profesionalismo es poder activar el encuentro con plena conciencia de que la interacción se potencia cuando llegamos a ella en lo que algunos llamamos: modo ‘disposición de agradar’.

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