Despertador

Joker: sociedad y política contemporánea

El Guasón es el grito trágico de dolor de los hijos del neoliberalismo. Pero no es una propuesta. Exhibe el presente, pero no mira al futuro.

La película Joker, actuada magistralmente por Joaquin Rafael Phoenix (San Juan, Puerto Rico; 28 de octubre de 1974) ha tenido un impacto inusitado en círculos de lo más diverso. Es comentada por adolescentes y cineastas, por artistas y políticos, por cinéfilos y académicos.

El Guasón (Estados Unidos, 2019) es dirigida por Todd Phillips y producida por el propio Phillips con Bradley Cooper y Emma Tillinger Koskoff. La fotografía es de Lawrence Sher. La gran actuación de Phoenix es acompañada por un elenco extraordinario de actores: Robert De Niro, Zazie Beetz, Bill Camp, Frances Conroy y Brett Cullen.

Más allá de sus extraordinarias virtudes artísticas, por la fotografía, las actuaciones y los escenarios, la película expresa un contenido político muy explícito.

Los personajes del histórico cómic juegan roles y papeles invertidos, opuestos a la simbolización conocida por numerosas generaciones.

Batman, que está presente sin aparecer, no es más el defensor de los buenos contra los malos. La sombra de su futuro se proyecta como el manto protector de una plutocracia enriquecida por el abuso y el empobrecimiento ofensivo de los demás.

El padre de Batman, el señor Thomas Wayne, es un millonario avaricioso que abusa de su empleada (la madre del Guasón) y desea alcanzar el poder político de Ciudad Gótica para defender a la gente "decente" como él y aplastar a los excluidos que son vistos como gente sucia y delincuencial.

El ejemplo de gente "decente" lo representan tres hombres de traje y corbata, bien vestidos, bien peinados y bien rasurados que acosan y están a punto de violar a una mujer, para después propinar una paliza al Guasón, que termina matándolos.

Los medios condenan el asesinato de los tres hombres de traje y de paso a los perdedores que seguramente realizaron los crímenes.

Nadie sabe quién fue. Sólo hay un testimonio. El asesino llevaba una máscara de payaso. Pronto esa máscara se vuelve el rostro simbólico y propagandístico de una ira social en la que se funde la mezcla de la protesta con la violencia.

El Guasón repasa su vida. Es el hijo desconocido por el padre millonario. La madre enloquece en medio del abandono y el hijo enferma de la mente por el descuido de la madre y el maltrato de las parejas de la misma.

Convertido en un enfermo psiquiátrico por causas sociales, el Guasón encuentra alivio en la asistencia y medicamentos que recibe de una trabajadora social que aplica un programa de ayuda gubernamental.

Pero mientras el mayor millonario de la ciudad aspira a ser alcalde para acabar con los que no pudieron triunfar como él y los suyos, el gobierno corta las ayudas sociales, siendo uno de los damnificados el propio Guasón, quien se queda sin asistencia y sin medicamentos. La trabajadora social sentencia: "Al gobierno no le importa la gente como tú...ni la gente como yo". Es el momento dramático que expresa en lo material y cotidiano las consecuencia del recorte de los programas sociales.

La crítica al modelo ideológico de los cómics es demoledora. El millonario ya no es el bueno que se transforma en héroe nocturno por las noches. Es el heredero de los malvados culpables de la descomposición social.

El villano es un cruel criminal, un psicópata, pero no el sofisticado ladrón que tiene poder y riqueza mal habida, sino el paria, el desesperado, el pisoteado por las instituciones al que la sociedad y el Estado han enfermado negándole la protección y el reconocimiento más elementales.

El Guasón es el grito trágico de dolor de los hijos del neoliberalismo. Pero no es una propuesta. Exhibe el presente, pero no mira al futuro. En su sangrienta violencia hay explicación del drama social pero no se ven los letreros de salida. Imperdible, el Guasón es tal vez la más ilustradora y gráfica narrativa del mundo social del neoliberalismo, del fruto oscuro que nos dejó a lo largo de cuatro oscuras décadas.

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