Despertador

Un gobierno que no ordena masacrar

El mejor homenaje que puede hacerse a los estudiantes de 1968 es el surgimiento de un gobierno que no reprime, que no tortura, que no desaparece personas y está por las libertades.

Secretario de Gobierno de la CDMX

No deja de sorprender que sobre 1968 se haya escrito tanto y se siga diciendo más. Siempre hay algo que decir sobre 1968. Han pasado 54 años y el 68 sigue doliendo y sigue motivando transformaciones y reflexiones.

Acaso el 68 nos mueve tanto porque marca el principio del fin de la tercera transformación. Un gobierno surgido de la Revolución Mexicana masacra a sus hijos, a la juventud forjada en la educación pública superior que se desarrolló como parte de los frutos de aquella revolución.

Tal vez esto nos quisieron decir los grandes cineastas Xavier Robles (recién fallecido y a quien rendimos homenaje y recordamos con cariño) y Guadalupe Ortega, con su Rojo Amanecer. El 68 marcó una larga era de represión, de endurecimiento, del uso de la fuerza que se hizo política de Estado. A la represión del 68 siguió la del 71, la guerra sucia, la represión del sindicalismo independiente, el fraude del 88, toda la fuerza del Estado contra los indígenas de Chiapas y Guerrero, el desafuero del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, el fraude del 2006, la “guerra contra el narco”.

El 68 plantea un nuevo tema, el de las libertades y la democracia. El 68 transforma la cultura política de abajo mientras persiste la cultura autoritaria arriba. El 68 masifica la educación superior, incorpora el pensamiento crítico a las ciencias sociales, genera activistas para nuevos movimientos como los urbano populares; abre las puertas para el feminismo y la diversidad sexual, da a luz a nuevos partidos políticos como el PMT, el PRT u otros.

El 68 da lugar a la inconformidad que se va por la vía armada, y sin embargo también a la reforma política. Con el 68 surge la insurgencia sindical, el sindicalismo universitario, nuevos movimientos estudiantiles; nuevas líneas editoriales, literarias y musicales, nuevas pautas de conducta y el pelo largo.

El 68 pone en crisis al Estado corporativo y al partido de Estado. Una vez escuché a Rosaura Revueltas preguntarse por qué el 68 había puesto tan nervioso al Estado mismo y ella se contestaba: porque el sistema era poderoso mientras no se moviera la sociedad de forma independiente. El Estado podía permitir las grandes organizaciones de masas, pero dentro de las estructuras corporativas. Cuando la movilización social escapa a estas estructuras, el Gobierno no sabe qué hacer frente a un movimiento social independiente y horizontal.

Solo 30 años después de 1968 los medios de comunicación comenzaron a reconocer que el 2 de octubre no había sido una tarde soleada. 30 años después del 68, en medio de una gran resistencia de los diputados locales del PRI y el PAN, una nueva mayoría en la Ciudad de México plasmó en uno de los muros de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, una leyenda que dice “A los mártires del movimiento estudiantil de 1968″.

50 años después de 1968, el voto libre de la ciudadanía dio lugar a un gobierno que se identifica con las ideas de democracia y libertad de los estudiantes. 50 años después de 1968, en los muros del Senado de la República, donde alguna vez, de pie, los senadores aplaudieron a rabiar a Gustavo Díaz Ordaz, se colocó en uno de sus muros una leyenda en honor del movimiento estudiantil de 1968.

Pero acaso lo más importante después de 50 años es el surgimiento de un gobierno que no reprime, que no tortura, que no desaparece personas, que no asesina, que está por las libertades, la democracia y la paz. Y ese es el mejor homenaje que puede hacerse a los estudiantes de 1968.

Termino diciendo que la decisión de reprimir o no reprimir, de usar las fuerzas del orden o no usarlas, de respetar las libertades o no, la toma el Poder Civil, el Gobierno. Fue Díaz Ordaz el que ordenó la matanza; fue Felipe Calderón el que declaró la guerra entre los carteles de narcos.

COLUMNAS ANTERIORES

Lo importante es la información, no el aparato
Los significados del mitin del 18 de marzo

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.