Despertador

La nueva gobernabilidad

Hoy la gobernabilidad no se asocia con la noción de reprimir las manifestaciones de la sociedad o de suprimir el conflicto social cotidiano. Hoy en día, la gobernabilidad es diálogo y acuerdo.

Secretario de Gobierno de la CDMX

Los eventos conmemorativos del 2 de octubre de 1968 o del 10 de junio de 1971, lugares como Tlaxcoaque o la sede de lo que fue la Dirección Federal de Seguridad, evocan símbolos y conceptos que permiten contrastar realidades diferentes a las actuales.

Toda esa realidad terrible que va de los años sesenta hasta hace muy poco tiempo, nos revela también el conjunto de ideas que había en el viejo régimen sobre gobernabilidad, ideas muy diferentes a las que empiezan a desplegarse ahora.

Si habían movilizaciones sociales, se pensaba que era signo de ingobernabilidad, no se pensaba que era parte de la normalidad de la ecuación Estado-sociedad, sino algo raro, anómalo. Si había protestas es que había ingobernabilidad. Si había oposición, resistencia; si había críticas, pluralidad; si había algo que se movía fuera del marco previsto por el Estado y los grandes intereses económicos, si había algo así, se decía, se pensaba, es que había ingobernabilidad.  Si sucedía algo así, en el viejo régimen se pensaba, y se decidía, que había que terminarlo rápidamente, pues implicaba ingobernabilidad.

La idea de gobernabilidad del viejo régimen se asociaba a varios supuestos: control de todas las expresiones de la sociedad, pensamiento único e inmovilidad política.

Las cosas han cambiado mucho y las formas de verlas también. Han cambiado tanto que cuando en el pasado oíamos decir “ese es de Gobernación”, temblábamos de miedo, desconfianza o repudio y ahora cuando escuchamos que nos dicen “está presente el subsecretario de Gobernación en este acto”, hasta aplaudimos por la labor en favor del diálogo y los derechos humanos que eso implica. Son otros símbolos, son otros conceptos, son otras ideas y son otras formas de hacer gobierno.

A veces no valoramos lo suficiente las transformaciones que Estado y sociedad han sufrido porque no contrastamos lo suficiente la vieja realidad con la actual. Hoy tenemos un gobierno que no ordena desaparecer a personas, que no ordena torturar a personas, que no ordena asesinar a personas. Puede parecernos eso lo más normal del mundo porque es lo más normal del mundo, pero en nuestro país tuvimos muchos gobiernos que ordenaron asesinar, desaparecer y torturar a personas, así como encarcelar a luchadores sociales o realizar fraudes electorales para imponer a gobernantes. Con el cinismo de la vieja época, un actor político prototípico de esa era les decía a los opositores: “¿Qué prefieren? ¿Encierro, destierro o entierro?”.

Podemos o no coincidir con diversas expresiones de la sociedad, expresiones ideológicas del más variado tipo, pero debemos llegar al consenso de que la represión nunca será un camino para solucionar un problema.

El 2 de octubre se conmemora la más cruel e impactante represión del México contemporáneo. Es buena fecha referencial para hablar de las nuevas concepciones de la gobernabilidad.

Hoy la gobernabilidad no significa ausencia de movilizaciones, protestas, oposición, pluralidad, crítica o tensiones políticas y sociales. Hoy la gobernabilidad no se asocia con la noción de reprimir las manifestaciones de la sociedad o de suprimir el conflicto social cotidiano.

Hoy en día, la gobernabilidad es participación y disenso, lucha y negociación, diálogo y acuerdo,  trabajo político intenso. Gobernabilidad es conducción de una sociedad en permanente efervescencia, en contradicción, competencia, exigencia y conflicto.

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