Retrato Hablado

'Me gustaría llevar el feminismo a otras luchas'

Ana Pecova abandonó Yugoslavia después de la guerra. La nueva nacionalidad, el nuevo himno y la nueva bandera que le impusieron nada le significaron.

Ana Pecova es originaria de la ex-Yugoslavia, como todavía le llama ella a la zona de Europa que hoy ocupan los territorios de Eslovenia, Croacia, Bosnia Herzegovina, Montenegro, Macedonia del Norte y Serbia. Creció en un régimen donde todos eran iguales, donde la importancia del individuo se reconocía por su condición de trabajador. Mujeres y hombres laboraban codo a codo, sin brechas de género. "Durante la reconstrucción del país, después de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres construyeron caminos y edificios, había médicas e ingenieras, pero la igualdad se acababa en el hogar".

Ese tiempo, dice Pecova, hizo de ella quien es. En más de un sentido, afirma, era una vida mucho más sencilla, una vida con la que ha reconectado durante el aislamiento. "No hay forma de no ver el lado positivo de un Estado fuerte, capaz de garantizar salud y educación, y cero tasa de crimen. No idealizo el comunismo, pero no me hace sentido que un país como México tenga a más de la mitad de la población viviendo en pobreza extrema. Cuando le cuento a mi hermano lo que pago por las colegiaturas de mis hijas, me pregunta si las tengo en Harvard para niños. Insisto, sin idealizar el comunismo, tenemos el peor modelo de todos, porque no tenemos nada, absolutamente nada. En mi despertar intelectual, me asombraron las maravillas de la democracia, pero conforme ha pasado el tiempo, pienso que no estaba todo mal. Las crisis nos han recordado que podemos tener un Estado más presente, que cubra nuestras necesidades y que no limite las libertades básicas. No me parece un descaro soñarlo ni exigirlo".

Originaria de Macedonia, situada en la península Balcánica, la activista habla sobre su familia, de orígenes mixtos: su madre, croata, su padre, serbio. Pecova abandonó Yugoslavia después de la guerra. La nueva nacionalidad, el nuevo himno y la nueva bandera que le impusieron nada le significaron. El conflicto interétnico que sufrió Macedonia fue demasiado. Su abuelo paterno, ministro de la Suprema Corte, "comunista de corazón", soldado en la Segunda Guerra, murió de un infarto.

Cuando la OTAN atacó Kosovo, el país se desbordó. Recibió a un millón de refugiados. "Y no nos quedó más que ignorarlo, pero ésa es la resiliencia. En Bosnia, se construyeron túneles debajo de la ciudad para que la gente pudiera ir al trabajo, como si hubiera condiciones para trabajar en plena guerra".

Después de la extinción del conflicto, Pecova fue becada para estudiar la maestría en filosofía política en Inglaterra (en la Universidad de York). Su llegada "fue un shock total", no sólo por experimentar el capitalismo, también el sistema educativo anglosajón. "A mí me enseñaron a admirar a las autoridades, a repetir lo que decía el profesor o lo que leías en los libros. Tuve que reinventarme, abrir mi cabeza, atreverme a cuestionar, a pensar".

La feminista cuenta cómo, cada año, en el aniversario del nacimiento del líder yugoslavo Josip Broz 'Tito', los niños debían escribirle un poema o un ensayo, lo mismo que el 8 de mayo, fecha de su aniversario luctuoso. A la hora exacta de su muerte, una alarma daba cuenta de que los ciudadanos debían dejar de inmediato cualquier actividad que estuvieran realizando para rendirle honores durante unos minutos.

Mientras estudiaba la carrera, Pecova fue periodista por un periodo breve. Más adelante trabajó para la Unión Europea y las Naciones Unidas junto con organizaciones de la sociedad civil en labores de derechos humanos. Así volvió al que había sido su país, ya dividido: "Entramos a comunidades afectadas por el conflicto. Fue muy tenso. Podías sentir el peligro, pero fue un proyecto en el que trabajamos desde las comunidades y fue muy interesante comprender lo vital que es el papel de las mujeres en la resolución de conflictos. Dentro de sus comunidades y de sus hogares son un actor que cohesiona porque tiene mucho poder, si bien en el espacio público no lo tiene. Esa experiencia también me empujó hacia el género, si bien mi entrada fue más hacia derechos humanos".

La lectura de Jane Austen la impulsó otro poco. Aunque creció leyendo a los clásicos rusos, Austen fue su introducción al feminismo.

En Londres, Pecova se enamoró del padre de sus hijas y por él vino a México. La adaptación fue difícil. No hablaba español y no conocía a nadie. Sin redes de apoyo, fue tortuoso conseguir empleo. El primer año, estudiaba el idioma por la mañana en el Centro de Enseñanza para Extranjeros de la UNAM; por las tardes, se integraba en las clases con alumnos de Historia de la Literatura Mexicana para practicarlo. Luego recibió una oferta laboral de la fundación Ford, donde se empapó de temas diversos –migración, VIH, derechos reproductivos.

Y seis años más adelante se convirtió en la directora ejecutiva de Equis-Justicia para las Mujeres, que aún dirige y donde se sumergió en asuntos de género. Equis ha crecido durante el mando de Pecova. Tiene varias líneas de investigación y se ha convertido en una voz indispensable en la escena feminista.

"Me gustaría llevar el feminismo a otros movimientos; el feminismo se ha construido sobre la lucha contra la desigualdad, pero puede llevarse y compartirse con otras luchas". De hecho, ha sido relevante la presencia de Equis en movimientos como el migratorio, el combate contra la impunidad, la transparencia y la políticas de drogas, donde busca siempre incorporar la perspectiva de género. "La guerra contra las drogas, por ejemplo, jodió muchísimo a las mujeres. Es lo que llevó al aumento dramático del número de mujeres en prisión".

–¿Hay alguna problemática que no afecte más a las mujeres?

–El impacto siempre es más fuerte sobre los grupos que están de por sí en contextos vulnerables. A veces se complejiza; no es tan sencillo como separar hombres y mujeres.

–Porque no todas las mujeres están peor que todos los hombres…

–Sí, comparemos a un hombre indígena con una mujer privilegiada... Pero cuando se cruza el género con otros factores, se pone interesante y por eso el feminismo tiene mucho más que dar. Yo soy una feminista. El feminismo es mi ADN, es mi identidad y es y será siempre mi lucha.

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