Retrato Hablado

'En el cine, el riesgo es altísimo, es un negocio irregular'

'Las series son bastante nuevas para mí. La velocidad se impone; tienes que resolver más que reflexionar', expresa Gabriel Ripstein.

A los 13, su padre le regaló una Betamovie. Estaba listo para convertirse en director de cine. Pero en un arrebato adolescente, decidió hacerse rico, como sus amigos: "Y en ese momento, en México, las puertas del Valhalla se abrían para los economistas. Fui derecho al ITAM", de donde salían los elegidos.

Nunca antes había sentido Gabriel Ripstein una inquietud por las finanzas o la economía, pero ya había terminado la carrera –con mención, además–, y no era momento para echarse atrás. Trabajó con un exjefe de asesores económicos de Carlos Salinas de Gortari, "escribiendo informes de la industria cementera, o del tipo de cambio o del colapso de 1994. Y no me volví rico como fantaseaba y no fui muy feliz".

Durante esos años, la cámara se quedó en el estuche.

Para no tirar al cesto lo que había aprendido en la universidad y reorientar su carrera hacia el negocio que de verdad lo cautivaba, se fue a Columbia, a una maestría en administración, donde también "tomé a regañadientes mi educación cinematográfica". Al graduarse, laboró para Fox Searchlight, en Nueva York. Pronto se movió a una compañía de consultoría de Internet enfocada en entretenimiento, hasta que explotó la burbuja especulativa del punto com. No era sostenible vivir desempleado en aquella ciudad. Además, en México se estaban produciendo películas como Sexo, pudor y lágrimas, comerciales a la manera hollywoodense. Había perspectiva...

Ripstein se presentó con la productora Mónica Lozano y le vendió sus servicios a Altavista Films, que recientemente había estrenado Amores perros. A pesar del formidable éxito que estaba experimentando, la compañía crecía de manera poco saludable. Cuenta el director: "El cine es un negocio muy irregular, muy volátil; el riesgo es altísimo. No es que yo estuviera viendo algo que los demás no; el punto es que la empresa empezó a irse en picada".

Sin embargo, otros estudios también conquistaban triunfos. Sony Pictures había lanzado El crimen del padre Amaro y Fox, Y tu mamá también, éxitos brutales en taquilla. Había una racha de películas con una enorme visibilidad y el mundo miraba hacia México. Los exhibidores se modernizaban. "Se combinaron muchos elementos para que hubiera inercia para producir. Entonces Sony me contrató para que abriera una oficina en México y encontrara y desarrollara proyectos, con una línea bastante comercial".

Desde Los Ángeles, Ripstein supervisaba el mercado mexicano y el resto de los territorios donde Sony producía cine: India, China, Rusia, Brasil, España, entre otros.

-¿No querías hacer tus propias películas?

-Sí, sí, era una cosa que iba empujando desde dentro, pero me vendía a mí mismo la idea de que ya estaba del lado correcto del negocio; por lo menos ya no estaba hablando de la industria del cemento. Pero sí me frustraba llevar portafolios, porque no podía gustarme más una película que otra. El portafolio completo tenía que ser rentable y no podía clavarme en algún proyecto que me gustara.

Sony cerró aquella división y Ripstein, cerca de los cuarenta, se entregó a la parte creativa de la industria. "No tenía nada qué perder y me puse a escribir, sobre todo comedias románticas por encargo, películas comerciales. Pero me aproximo a ellas con la misma seriedad con la que haría un guion mío".

Con una colaboradora, escribió 600 millas, seleccionada para representar a México en la 88 entrega del Oscar como mejor película en lengua extranjera.

Ripstein y Michel Franco la produjeron en equipo, lo mismo que Chronic, del segundo.

"Intercambiamos los roles de dirección y producción en las dos películas, con el mismo actor, el inglés Tim Roth".

-¿Empezaste a dirigir tarde?

-Depende. Mi papá (Arturo Ripstein), que empezó a los 21, me decía que no, que muchos empezaron tarde (como Haneke). Trató de calmar mi drama, pero es tarde, la verdad.

Ripstein fue invitado a dirigir Narcos, bajo un formato homogéneo. "Lo medité mucho, porque sí creo que ha habido una glamourización irresponsable del crimen organizado en el cine y la televisión. Cuando fui a Cali a filmar la temporada tres, supe que a los colombianos no les hace mucha gracia. Quieren seguir adelante. Supongo, y espero, que lo mismo nos pase por acá, o que mínimo exploremos el tema del narco desde otra óptica. Pienso en eso ahora que estoy tramando la temporada dos de Extraño enemigo, pues pisa los años setenta, una década en la que el narcotráfico empieza a germinar".

Extraño enemigo se estrenó en Amazon Prime el pasado 2 de octubre. Ripstein sabía bien en lo que se iba a meter: "Cuando le platiqué a mi papá a qué me estaba invitando Televisa, me dijo que hiciera lo que hiciera, me iban a pegar. El 68 es esta herida muy abierta y como no se ha hecho justicia, no hay manera de no herir susceptibilidades".

-¿Estás conforme con el resultado?

-Soy duro conmigo mismo, pero en general estoy contento con el resultado. Las series son bastante nuevas para mí. La velocidad se impone; tienes que resolver más que reflexionar. Es bueno mover ese músculo, pero me hubiera gustado tener más tiempo, volver a editar algunos capítulos, agregarle cosas".

Documentándose para la segunda temporada, piensa en voz alta: "Tengo mucho que leer y tengo que sentarme a escribir ya".

Ahora filma como director invitado un bloque de la segunda temporada de Aquí en la tierra, una serie de Fox "ambiciosa y densa". "Toca temas inquietantes, como la brecha tan brutal que separa a la clase alta de los pobres de este país, la impunidad de los poderosos, la tensión racial. Yo siempre voy a estar del lado de proyectos que se alejen de lo obvio, de lo telenovelero, de lo convencional".

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