Retrato Hablado

Norteamérica, mayor activo de México en el mundo

“Salir de tu país tiene un costo, pero también un efecto transformador; te abre otros horizontes, multiplica las oportunidades”, dice Julián Ventura.

Julián Ventura murió de leucemia cuando el mayor de sus tres hijos –Julián– apenas había cumplido cinco años. En vida fue el portero del Tampico Madero, como se llamaba entonces, y de los Pumas de la Universidad Nacional. Victoria Valero tenía 24 cuando enviudó. Ella tuvo que sacar adelante a los niños; el primogénito cargó el peso de una responsabilidad demasiado temprana.

“Fue una época complicada. Mi madre nunca había trabajado, pero es una mujer muy independiente, muy emprendedora y muy echada pa’ delante”.

Victoria Valero vendió tractores Caterpillar, abrió un salón de belleza y recorrió a caballo la sierra michoacana para comprar y vender artesanías. En uno de esos viajes, conoció a unos canadienses que las vendían en Vancouver. Le ofrecieron trabajo. Se llevó a sus hijos para allá. Sólo se resistió Julián, el mayor, “el nacionalista de la familia”. Nunca quiso irse de México. Nunca adoptó la nacionalidad canadiense.

Estudió Historia y Estudios de Asia en la Universidad de British Columbia. Su experiencia al emigrar de México lo empujó siempre hacia las relaciones internacionales. “Salir de tu país tiene un costo, pero también un efecto transformador; te abre otros horizontes, multiplica las oportunidades”.

La vocación asiática del puerto de Vancouver reforzó su interés por los estudios. Hace 32 años, Julián Ventura ingresó al Servicio Exterior. “Por contactos familiares, conocía al entonces embajador en Argentina, Eugenio Anguiano. Estaba preparándome para mis entrevistas para la maestría, pero se dio en ese momento la oportunidad de entrar al Servicio Exterior”.

Su primer puesto estuvo en Viena, al lado de Anguiano. “Ahí me tocó el derrumbe de la Unión Soviética, la caída del Muro de Berlín, la explosión de Yugoslavia. Fueron años de intenso aprendizaje. Pasé tres años en Cuba, los primeros de la administración de Zedillo; fascinante, cuando se complicaron las relaciones cubano-mexicanas y cubano-estadounidenses. Clinton buscaba un acercamiento con Cuba que se dinamitó por diversos factores, incluyendo el derribo de avionetas de ONG cubanas en Miami, lo que culminó en la firma de la Ley Helms Burton”.

Julián Ventura pasó a la Organización de Estados Americanos, en un momento en que México fue muy proactivo (César Gaviria era secretario general). Prácticamente el sexenio completo de Fox, Ventura estuvo en la Cancillería, primero con el subsecretario Marín, después con el excanciller Castañeda. El último tramo fue director general para Asia-Pacífico. “Viví la negociación del TLC con Japón, la relación con China en un punto en el que se transformaba de manera muy acelerada, con su ingreso a la OMC”. En la administración de Calderón, recibió el nombramiento de embajador y viajó a Washington como jefe de Cancillería, para volver como subsecretario para América del Norte “con toda la agenda bilateral, que nunca es tersa. Así, pude estar un periodo concentrado en un área geográfica vital, Norteamérica, otra de mis grandes pasiones. Estoy convencido de que, por muchos factores, nuestra fuente de competitividad, de fortaleza, de posicionamiento en el mundo se deriva, realmente, de nuestra dimensión norteamericana, una dimensión que afuera se asume más que dentro”.

-¿Se asume más afuera, de verdad?

-No tengas ninguna duda. En Pekín, en Londres, en Bruselas, en Singapur, en el mundo se toman decisiones sobre México, de inversión, de expansión, de estrategia, en función de nuestra dimensión norteamericana. Ese activo norteamericano es singular en el mundo, es una ventaja competitiva importantísima y tenemos muchos instrumentos para fortalecerla: los migrantes, la intensidad de las relaciones económicas, la fuerza cultural que tenemos en Estados Unidos.

Ventura fue embajador en China, al arranque de la primera década en el poder de Xi Jinping, “un periodo muy intenso en las relaciones con China, cuando era nuestro segundo socio comercial, nuestro tercer mercado de exportación”.

De China, Ventura y su familia se movieron al Reino Unido, reciente el referéndum del Brexit y recién electa Theresa May como primera ministra. “Tuve la suerte de estar ahí en un tiempo de cambio radical. Fue un observatorio importante para México, porque había que definir qué tipo de relación comercial íbamos a tener con los británicos una vez que se completara la salida de la Unión Europea”.

Ventura regresó a México al inicio de la administración de Andrés Manuel López Obrador, y fue invitado a asumir la subsecretaría de Relaciones Exteriores. Había residido seis años en el extranjero. “Siempre he creído que los ciclos son importantes, y que si tu labor es representar a tu país, el desarraigo y la ausencia prolongados no son saludables”.

Después de un par de años, incluyendo el peor momento de la pandemia, “cuando cambió radicalmente el mundo”, Julián Ventura consideró explorar posibilidades profesionales fuera del Servicio Exterior, al que pertenece desde 1990. Pidió una licencia y se incorporó como consejero sénior a Albright Stonebridge, la firma de diplomacia comercial, asuntos públicos y análisis político fundada por Madeline Albright y Sandy Burger cuando concluyó la administración Clinton, y que se fusionó con Dentons Global Advisors para formar una red consultora con verdadero alcance global. Su dominio sobre China y Nortamérica y su experiencia diplomática son muy valoradas por la firma.

“Hay un enorme interés global en México, en su economía, en sus perspectivas. En cierta forma haré cosas muy similares a las que hacía desde la trinchera del sector público”.

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