Retrato Hablado

Clark, ‘el que hacía datos’ antes de que su análisis fuera popular

Todo el mundo debería trabajar un rato en el gobierno para ver la diferencia entre ser borracho y cantinero.

El futbol es su válvula de escape. Y la necesita, porque los siete días de sus semanas son hábiles desde que es funcionario público, lo que ocurrió cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto presumía de haber llegado para salvar a México. Mitad celayense, mitad de San Miguel de Allende, Eduardo Clark, director de Gobierno Digital de la Agencia Digital de Innovación Pública del Gobierno de la Ciudad de México, ahora deposita su fe en Claudia Sheinbaum: “Estoy contento con este proyecto, trabajo de cerca con la jefa de Gobierno, pero no estoy obsesionado con ser ultrapoderoso”, dice Clark.

Dejó Celaya a los 15 para mudarse con un tío soltero a Texas. Ahí cursó la preparatoria y desconcertó a su familia cuando le anunció que, a pesar de que había sido admitido en algunas universidades de Estados Unidos, volvería a México a estudiar ciencia política en el ITAM. “Aunque suene cursi, me vine porque quería trabajar en el gobierno. Me llamaba la atención el servicio público”, cuenta.

La figura más importante en la vida de Eduardo Clark, pieza clave del gobierno de Claudia Sheinbaum, es su abuelo, Mauricio Clark, expresidente municipal de Celaya y secretario de Gobierno de Guanajuato en la administración de Enrique Velazco.

“Nadie sabe muy bien si mi abuelo nació en México. Él se enojaba muchísimo si le decían que no, pero estaba poco claro. Su papá era judío y su mamá turca; nunca se supo si llegaron con el bebé o lo tuvieron después, pero mi abuelo nunca se vio a sí mismo sino como mexicano”.

Se especuló si Clark podía haber sido inglés, por su apellido, aunque indistintamente utilizaba otro: Golitzer. “Resultó que era más bien polaco, y había conocido a su esposa en Turquía. Cinco años antes de morir, mi abuelo supo por Facebook que su padre había abandonado a una familia, bastante grande, en Estambul, y se había fugado a México. Por otro lado, la fecha de nacimiento de su acta no coincidía con la del cumpleaños que le celebraban sus papás, así que todo era confuso. Yo no conocí a nadie que amara a su patria como él. Sé que es difícil creerlo de un priista de los 70 y 80, pero lo que más le molestaba del régimen político en el que participó era la corrupción”.

-Lo admirabas.

-Por él hago lo que hago.

Eduardo Clark no fue un alumno destacado. De hecho, no asistía a clases. “Me presentaba a los exámenes. A algunos profesores no les caigo muy bien por eso, y a otros les caigo bien justo por eso”. Eso incluye a su actual jefe, José Merino.

“Como pasa con la pequeña burguesía mexicana, hice mi servicio social en el Imco porque el papá de mi mejor amigo era dueño de la casa que rentaba para sus oficinas”. Su primer jefe fue Alejandro Hope: “Entramos el mismo día. Me lanzó un libro de David Kennedy, The interdynamics of the terms, uno de sus libros favoritos sobre disuasión focalizada del delito, y así inició una relación laboral de casi tres años. Me volví muy amigo de Juan (Pardinas), de Alejandro (Hope) y de Alejandra (Palacios). Luego me invitaron a trabajar en Presidencia a Estrategia Digital Nacional. Era ‘el que hacía datos’, antes de que el análisis de datos fuera popular”.

Clark era parte del personal de la hoy senadora Alejandra Lagunes, y no reniega de ello: “Todo el mundo debería trabajar un rato en el gobierno para ver la diferencia entre ser borracho y cantinero. En esos cuatro años y medio yo cambié muchas veces mis responsabilidades; empecé en datos, me metí a la inclusión digital, en particular a digitalización de pagos y a reducción de los pagos en efectivo de Prospera. Fue una ventaja trabajar con personas que no eran economistas ni politólogos, sino diseñadores o arquitectos porque de ellos aprendí a crear narrativas más allá de lo técnico. Sé narrar lo que se relaciona con datos, y eso se lo debo a mi paso por Presidencia. Por eso me aventé a la vocería de COVID”.

La incorporación al equipo de Sheinbaum fue una sorpresa para el propio Clark. “Pensaba irme a descansar. Como todo itamita, quería estudiar fuera de México. Mi novia se fue a Cornell. Mantuvimos una relación a larga distancia de casi tres años y yo siempre encontré una excusa para no irme. Al final de la administración de Peña Nieto, pensé en apagar las luces, pero me buscó Pepe (Merino) y diseñamos juntos la ADIP (Agencia Digital de Innovación Pública)”.

La experiencia ha sido radicalmente distinta, explica, porque le dejan hacer y porque hoy es parte del círculo más próximo a la jefa de Gobierno. “La agencia se volvió ajonjolí de todos los moles, principalmente por el análisis de datos”, que en principio tenían que ver con modernización, seguridad y combate a la corrupción mediante la digitalización, pero se cruzó la pandemia en los planes de gobierno.

“COVID cambió mi vida radicalmente. Un día me convocó la jefa de Gobierno y me pidió un modelo epidemiológico de las camas que se iban a necesitar. Después me encargó básicamente todo el análisis de datos y seguimiento de la pandemia, y al final decidió que atendiera a los medios y terminé con mi rol actual”. Eduardo Clark también implementa el plan de vacunación, que diseñó la propia Sheinbaum. “Eso es lo más increíble y satisfactorio que he hecho en mi vida”.

-¿De verdad trabajas de lunes a domingo?

-No he parado desde mayo de 2011. No he tomado unas vacaciones de más de una semana, pero no lo siento como una carga. Cada uno le da valor a su vida de distintas maneras, y yo, por lo menos en esta etapa, le asigno muchísimo valor a la mía a través del trabajo. Es cansado y desgastante, pero por encima de todo es gratificante.

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