Retrato Hablado

Filosofía, la ruta para encontrar todo aquello que se ama

En qué otro lugar, sino el la filosofía, podía encontrar Fernando Bustos la unión de todo lo que amaba de niño? Ahí estaba: educación, arte, arquitectura, historia, música, poesía.

Su bisabuela, su madre y sus tíos fueron maestros antes que él. Todos dieron clases en escuelas primarias en zonas rurales de Veracruz. Carmen Gorozpe, originaria de Misantla, a una hora y media de Xalapa, llevaba a sus tres hijos de visita al pueblo de Otatitlán, donde vivía la abuela, y donde el menor de sus hijos pasó buena parte de su infancia. Ella no era maestra; lo fue debido a la repentina separación de su marido, que nada aportaba para el bienestar de los niños, y que la obligó a inventarse algo para sostener a los suyos. El padre de sus hijos permaneció ausente hasta que el último cumplió la mayoría de edad. Demasiado tarde para formar parte de la vida de Fernando Bustos, a quien doña Carmen Gorozpe le suplicaba que sacara buenas notas en la escuela y que nunca, nunca le faltara al respeto a sus profesores, “lo que respeté durante toda mi vida escolar, que no ha sido breve”, cuenta Bustos.

El doctor en filosofía fue acogido en su niñez por sus abuelos y sus tíos maternos. Era el nieto y el sobrino consentido. Le gustaban las películas, y siempre había algunas dispuestas para entretenerlo, lo mismo que lograba su abuela con sus historias de brujas, chaneques y remedios.

Los tíos aportaron la parte lúdica a su infancia. Uno de ellos, arquitecto y aficionado a la historia, le imbuyó la curiosidad y el gusto por el conocimiento. El otro, de inquietudes artísticas, le hablaba de sus actividades en el club de poesía y en el club de teatro, donde aprendía a bailar el son jarocho, a tocar algunos instrumentos y a recitar. “No es que en la casa hubiera muchos libros de filosofía, pero, ¿en qué otro lugar podía yo encontrar la unión de todo lo que había amado de niño? Ahí estaba: educación, arte, arquitectura, historia, música, poesía. En la filosofía encontré la comunión de todos estos elementos”.

Gracias al trabajo de su madre, Fernando Bustos pudo estudiar en escuelas privadas, incluso en la más cara de Xalapa, “hasta que comencé a sentirme muy incómodo; entendía que había una diferencia de clase que venía marcada por los demás. Me molestaban por ser el hijo de la maestra. La fortuna de haber estado ahí es que de otra manera no hubiera aprendido inglés”.

“Luego empecé a hacerme preguntas acerca de mi vida y mi realidad, dudas que a veces me hacían sentir raro con relación al mundo. Me encontré con un fragmento de Descartes de las Meditaciones metafísicas, sobre la duda con relación a su propia existencia y de la que se desprende la famosa idea de pienso, luego existo, del pensamiento como único garante de la existencia. Me emocioné. Pensé que quizá la filosofía me ayudaría a poder darle más orden a las dudas y a los sentimientos que me atravesaban, y así surgió un genuino interés por la filosofía”.

Después entró a la Universidad Veracruzana. Al graduarse, Bustos no tenía claro cuál sería su futuro profesional. Durante la licenciatura, había dado clases, de modo que fue un paso casi natural estudiar la maestría y especializarse.

La familia de investigadores a la que pertenecía su novia de entonces lo apoyó para que continuara sus estudios de doctorado en la Ciudad de México. Así llegó a la Universidad Anáhuac. Tanto su tesis de licenciatura como su disertación de maestría trataban sobre la relación entre el cine, su afición desde niño, y la filosofía. En ese tiempo, incluso, había publicado distintos textos en revistas cinematográficas como La Tempestad y en otras de corte cultural como Tierra adentro, y a reseñar películas en The Washington Post, en su versión en español. Por eso le hizo sentido y le entusiasmó dar clases de apreciación cinematográfica. Más adelante impartió otras asignaturas en el Departamento de Humanidades.

“Me gustaría dedicarme a la investigación de la filosofía, es decir, no solamente estar contratado como profesor, sino ser investigador. Quiero continuar escribiendo, en algún medio donde pueda alargarme y publicar ensayos”.

Recientemente, Bustos se ha interesado también por la divulgación de la filosofía a través de nuevos medios y plataformas. Durante la pandemia, exploró uno de los más jóvenes, TikTok, y resultó una sorpresa lo bien que ha funcionado para hablar sobre temas filosóficos. “Fue raro en el sentido de que nunca me había tocado atravesar un momento en el que aparentemente ha aumentado tanto el interés en la filosofía como creo sucede ahora. Tengo la percepción de que, de alguna forma, la pandemia y el hecho de que nos encerráramos todos en nuestras casas, que no se nos permitiera salir, que se redujeran nuestras opciones, que se suspendieran las formas en las que gozábamos y las actividades que nos hacían más felices, terminaron llevándonos a muchos de nosotros a interiorizar y a hacernos preguntas muy de corte filosófico. Y todo ello despertó algo. Despertó la curiosidad y despertó el interés en la filosofía”.

-¿Pero crees que será algo duradero o será más bien una curiosidad pasajera, como cuando se bromeaba sobre toda la gente que aprendió a hacer pan de plátano en pandemia?

-No estoy seguro. Pero hay muchísima gente que se ha puesto en contacto conmigo, que me ha escrito porque quiere tomar cursos de filosofía. Y eso es resultado de lo que posteo en TikTok. También me han pedido que haga un podcast o que suba reflexiones filosóficas a YouTube. Pero si será duradero o será pasajero, eso todavía no lo sé. Están por verse muchas cosas.

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