Para todos los mexicanos afuera de Pemex, incluso para aquellos que trabajaban en el gobierno, el corto plazo ha sido brutal siempre. La planeación presupuestal del sector público apenas hace 20 años empezó a considerar asignaciones multianuales. La mayor parte de los mexicanos viven semana a semana, o mes a mes, o si eres muy pobre, día a día. El corto plazo en México, ya lo dije antes, es brutal.
Yo pensaba que la clase política y los armatostes institucionales que capturaron (como sindicatos, o instituciones como el IMSS), eran de los pocos mexicanos que podían gozar de una planeación de largo plazo. Y eso me lleva a una reflexión sobre un político que me parece una figura controvertida, porque abandonó a su partido, y a las convicciones de ese instituto político, para llevarse su discurso a la calle de enfrente. Del PAN a Morena, Manuel Espino se llevó lo más sagrado que tiene un ser humano, sus convicciones y creencias, a una institución que enarbola ideales muy diferentes a los de los azules. Claro, no hay que ser inocente; uno de los ideales comunes entre estos partidos (y el PRI) es que tienen una postura pública en contra de la corrupción, aunque en los hechos México, y su clase política, sean notoriamente corruptos.
Entonces, entre corrupción y la posibilidad de la planeación de largo plazo, yo tenía la idea de que los políticos mexicanos son verdaderamente una clase privilegiada. Hasta que supe que el tocayo Espino está enfermo, y no tiene dinero con qué tratarse (y no es en el IMSS).
Quizá eso indica que no fue tan corrupto, aunque dar un brinco (chapulineo que le dicen) entre grupos políticos tan disímbolos, revela que a Don Manuel no le preocupaban tanto los principios, como los finales. Espino hoy tiene un esquema de crowdfunding en redes para atenderse una enfermedad que cuesta cerca de 4 millones de pesos.
¿Por qué Espino no tiene dinero para atender su enfermedad? Porque era otro esclavo del corto plazo, donde los partidos y sus dirigentes extraían y extraen recursos del sistema para pagar elecciones. Al Bartlett, al Espino del momento, les queda una “comisión”, pero esta no siempre es suficiente para pagarte una enfermedad potencialmente catastrófica.
Igual y todos los que tenemos algún apetito de poder, no podemos con la idea de nuestra propia mortalidad. Para los que estén en este caso, les recomiendo la lectura de “Mortality”, del gran Christopher Hitchens. “La inmortalidad” de Kundera. También es posible que sea un tema de la generación de los Baby Boomers: vieron tantos avances en la medicina y la calidad de vida respecto al mundo anterior, que creyeron en la posibilidad de que su vida fuera eterna.
La campaña de Espino dice “Una vida ayudando, hay que ayudarlo”, y, circula en redes sociales una foto temprana que muestra un recaudo de 116 mil pesos. Quizá haya más donaciones al día de hoy. Seguramente otros políticos, con temas de conciencia, le hayan dado algo más, en la esperanza de que alguien les dé algo cuando estén en circunstancia similar. Otra vez, estar pensando en el largo plazo contra una sociedad, un país, que piensa solamente en el corto plazo. Un economista liberal neoclásico como yo, le diría que su vida tiene un plazo, y que el altruísmo no existe; que quizá es una forma de irracionalidad.
Manuel Espino es corresponsable, en una proporción de 1/500, de la destrucción institucional de México, entre ellas, del sistema de salud. Por mi, que cierren el IMSS y completen la privatización del sistema de salud, pero, que nos devuelvan la cuota del IMSS para pagar, aunque sea parcialmente, un seguro de gastos médicos privado. De esa manera, ni el político que vendió al IMSS, ni el obrero que pagó sus cuotas, ni el empresario que no hizo fraude de las cuotas de seguridad social, ni el chamaco que nació en un país en donde el cáncer no es una enfermedad electoralmente rentable, pagarán platos rotos de otros.
Es cruel, poco compasivo, decirle al mexicano promedio que disfrute lo votado. A Manuel Espino sí quisiera decirle que disfrute sus decisiones y votaciones legislativas, con una ponderación mínima de 1/500 más el peso de la cargada en la bancada que eligiera caprichosamente. Y que hay día y hora para la muerte tuya, mía, y de un político todopoderoso.
Ayer fui al velorio de mi gran amigo y mentor, Carlos Reygadas Barquín. Adiós Carlos; fuiste mentor, amigo, jefe y líder de causas imposibles. Te queremos, Tona, Mambo, Sandra y yo, y todos los que te conocimos. Buen viaje.