Costo de oportunidad

La voluntad de Dios

Se hizo la voluntad de Dios en la yunta del compadre Gerardo: un izquierdista pendenciero llegó a lo más alto de la vida pública, y creyó que eso le compraba hasta la voluntad de ejidatarios morelenses para la privatización de las tierras comunales.

Uno de los dichos del pueblo sabio y bueno que más me gusta es el que dice “que se haga la voluntad de Dios, pero en la yunta de mi compadre”. Mi interpretación exegética del mismo es que las calamidades tienen que pasar, pero ojalá que no me ocurran a mí. Que los actos de la naturaleza, como los que amenazaban al señor carretero cuando le avisaron que sus animales se le iban a ahogar, unos en la arena, otros en la mar, le caigan al mítico arriero de la canción, y no a uno.

Uno de los ideales del marxismo es la abolición de la propiedad privada, una vez que se llega a la etapa del comunismo, en donde no hay clases sociales y toda la propiedad es colectiva. Ninguno de nuestros socialistas vernáculos —como Sheinbaum, Obrador, Noroña— ha visto esa etapa de la humanidad porque no se materializó en ninguna de las naciones socialistas conocidas. En las extintas URSS, Checoslovaquia o Yugoslavia; en las persistentes Cuba y Corea del Norte, tenemos economías de comando y control en donde el Estado es el dueño de todo el capital: tierra, empresas, maquinarias, vehículos para generar riqueza. China tiene algo más parecido a propiedad privada desde que Deng Xiao Ping en los años 70 fundara un nuevo estilo de capitalismo de Estado.

Pero, en el México rural, existe el comunismo, porque existe la propiedad colectiva, en el ejido. La palabra viene del latín exodus, y se refería en la España medieval a las tierras de pastoreo en las orillas de las ciudades, que eran de la comunidad. El ejido mexicano considera tierras productivas, para la vivienda de los ejidatarios, y de uso común. Ejemplo de estos últimos son los bosques y selvas. Elinor Ostrom, ganadora del premio Nobel en 2009, nos diría que estas tierras comunales proveen una mejor oportunidad para la conservación ecológica que otras figuras, como la privatización de bosques y selvas o de áreas naturales protegidas.

El senador de la República Gerardo Fernández Noroña, adquirió una casa de 12 millones de pesos que está en tierras ejidales comunales, por 12 millones de pesos. El precio no es descomunal; hay casas en ciudades medianas que cuestan eso y más. No creo que el origen de los recursos sea tampoco un tema de discusión; no me imaginaría que un político como el senador tuviera ingresos por debajo de 2 ó 3 millones de pesos anuales. Aún si sus ingresos vienen de YouTube, o de algún régimen amigo del senador, como el venezolano, la casa de Fernández Noroña no es como la “Casa Blanca” del presidente Peña en términos de valor económico o como la “Colina del Perro” de López Portillo. Estas dos propiedades estaban uno o dos órdenes de magnitud encima de lo que es concebible que un servidor público puede pagar, por exitoso que haya sido en la política, los negocios o la vida. Noroña podría haber liquidado algunos activos —vivienda de interés social, vivienda media, vehículos, acciones— y no es inconcebible que haya logrado juntar 12 milloncitos para una casita.

Lo que es increíble es que no haya visto que, si la casa está bajo el régimen ejidal comunal, no es sujeta de propiedad privada. Seguramente el senador, si se lo pide alguno de sus correligionarios de izquierda, haría alguna campaña o movimiento social a favor de la abolición de la propiedad privada. Seguramente, pensaría, que el dictador Maduro, o Díaz Canel, tienen propiedades palaciegas a pesar de vivir en regímenes que limitan seriamente la propiedad privada a mínimos de propiedad individual. Que la prohibición de la propiedad en el socialismo es para el pueblo raso, no para el poderoso, y el senador probablemente tenía la expectativa de ejercer el poder por muchos años, desde su casita del Tepozteco.

En estos días, no han sido raras las comparaciones del senador con, hágame usted el favor, Adam Smith. Nuestro comunista líder del Partido del Trabajo, defendiendo la propiedad privada, pilar del capitalismo. Se hizo la voluntad de Dios en la yunta del compadre Gerardo: un izquierdista pendenciero llegó a lo más alto de la vida pública, y creyó que eso le compraba hasta la voluntad de ejidatarios morelenses para la privatización de las tierras comunales. Es como para hacer un corrido.

Lo bueno es que la casa no es tan cara. Es probable que la pierda. Ojalá esto sea un relato precautorio para las izquierdas mexicanas y les enseñe que el marxismo es obsoleto. Ojalá protejan la propiedad privada, aunque sea para que Noroña, estrella del socialismo a la francesa, con la izquierda en el corazón y la derecha en el bolsillo, conserve su humilde morada.

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