Hace unos días, el Dr. Alejandro Werner, uno de los macroeconomistas más brillantes que ha pasado por el gobierno, publicó un editorial tremendo en el periódico Reforma. En él, Werner dice que México ya venía arrastrando tasas crónicamente bajas de crecimiento que se habían hecho cada vez más bajas año con año.
Dado que el paradigma del gobierno ya no es crecer, sino redistribuir el ingreso, logramos ralentizar el crecimiento del PIB aún más. Dado que no estamos creciendo, y la deuda pública va en aumento, y se espera que supere el 60 por ciento del PIB en este año, México estará en un nivel de endeudamiento superior al de Colombia, país que ya no obtuvo la distinción de grado de inversión en dos de las tres principales firmas de calificación de valores. Dice Werner que Pemex es una complicación adicional: no es deuda pública, pero sí es deuda pública porque al final, el Estado está rescatando a la “empresa de todos los mexicanos”, entonces, eso va a complicar las cosas aún más. De hecho, Alejandro Werner piensa que en los próximos 24 meses es altamente probable que México pierda el grado de inversión.
Don Alejandro en su artículo no habla de las pensiones. Ese es otro pasivo galopante que no es deuda pública, pero que sí es, porque al final el Estado responde por ellas. De hecho, los recortes presupuestales en salud se ven agravados por el hecho de que el IMSS tiene una presión de pago de pensiones, y sus reservas actuariales están menguadas después de años y años en los cuales se echó mano de los recursos de las pensiones para cubrir los servicios médicos. Por eso no hay un centavo para nada en el IMSS: el presupuesto se les va en cubrir los pagos de los jubilados, especialmente los que aún están bajo el amparo del generoso régimen pensionario echeverrista de la ley de 1973. Todavía tendremos, durante la próxima década al menos, jubilados de ese régimen, y la presión sobre las finanzas públicas será mayor.
Añada usted a esto el pago de intereses de la deuda. Dado que las tasas de interés globales están en niveles relativamente altos, el gobierno mexicano tiene que darle servicio a sus pasivos a un costo más alto, y eso agrava aún más la situación de estrés en las finanzas públicas.
No es demasiado tarde. Todavía el gobierno mexicano puede salirse de su posición estatista respecto al sector energía. Es un momento en el cual el país debería estar buscando refinanciar sus pasivos a plazos más largos y tasas más bajas, mientras tenemos todavía una buena calificación de las obligaciones soberanas.
En la entrega anterior de esta columna, decíamos que esta es una economía estancada, pero todavía no es una economía en crisis. Sin embargo, si seguimos sin crecer, y los pasivos públicos siguen aumentando, nos vamos a meter en una crisis relativamente rápido. El Dr. Werner es el único que le ha puesto un número a los meses que podrían faltar antes de que las calificadoras internacionales decidan que perdimos el grado de inversión.
La hipótesis del gobierno actual morenista es que los gobiernos “neoliberales” de los últimos 30 años eran corruptos y que por eso el gasto público no rendía. Sí, la corrupción no ayuda a los procesos de endeudamiento público creciente, pero, a juzgar por el ritmo actual al cual el déficit público hace crecer la deuda, la corrupción era el menor de nuestros problemas. Además, la corrupción no se ha acabado, aunque ya sea muy difícil medirla desde adentro del gobierno, y desde afuera, porque insinuar que hay corrupción es convertirse en enemigo político del régimen.
La política arancelaria americana ha “apagado los motores del crecimiento mexicano”, dijo hace unos días aquí en El Financiero, Víctor Piz. Tiene razón. Es fundamental que el sector público se transforme, y trate de tener una huella menor en la economía. Es posible lograr una transformación del gobierno en México deshaciéndose de burocracia y apostando a la tecnología y la automatización. Más importante aún, los proyectos faraónicos tienen que terminar. Ya no es posible tirar el dinero pensando que con aerolíneas, trenes y refinerías propiedad del gobierno, vamos a detonar el desarrollo nacional.
Se puede prevenir la crisis económica. El sector público tiene que adelgazarse, y rápido; como en tiempos de los presidentes De La Madrid y Salinas. ¿El gobierno actual le entrará al reto? Si no lo hace, la crisis le va a estallar en las manos a la presidenta Sheinbaum. Ojalá vea las señales y actúe pronto.