Costo de oportunidad

Izquierda y derecha

Ante la ambigüedad moral y política de los mexicanos, que no es muy diferente en otras democracias jóvenes, es muy difícil hacer una plataforma de campaña política tradicional.

Yo creo que cualquiera que me conozca, o que haya leído alguna de mis columnas, sabe que soy más bien de derechas. Entre control estatal de la economía y mayor participación privada, prefiero la segunda. Aunque hay excepciones; por ejemplo, por lo general confío más en el transporte colectivo que ofrece el sector público que en sus sustitutos privados.

Tanto derecha como izquierda pueden ser libertarias o autoritarias. Alguien de derecha libertaria tendría que estar a favor de la libre empresa, de libertades de identidad sexual y religiosa, y en contra de cualquier restricción a la libertad de expresión. Ese soy yo, y supongo que por ello soy más raro que un perro verde. Normalmente, quien está a favor de la libre empresa está en contra de la sexualidad alternativa, son fanáticos religiosos y no ven mal que de vez en cuando se ‘callen’ ciertas voces incómodas.

Alguien de izquierda libertaria, podría ser el votante arquetípico (si es que existe tal cosa) del partido demócrata estadounidense. Está a favor de libertades personales, como la sexual, religiosa y de expresión, pero no objeta que el Estado ponga en línea a ‘esos malos y ambiciosos empresarios’.

Usualmente, si hablamos de la izquierda, lo primero que viene a la mente es el comunismo. Los chinos se dicen comunistas, por razones históricas; pero en realidad son una derecha autoritaria antidemocrática y capitalista. La mayoría de los argentinos se dice liberal, porque son demócratas, pero no objetan que el Estado intervenga en la economía. No son “enfermos de socialismo”, como les dice su presidente Milei. Creo que más bien son una sociedad de convenencieros pragmáticos. Si el gobierno regala dinero, hay que recibirlo y votar por él.

Los mexicanos podríamos definirnos como desencantados con la democracia (ver el más reciente artículo de Martin Wolf en el Financial Times), indiferentes ante la corrupción, pragmáticos convenencieros como los argentinos, capitalistas como los chinos, por necesidad, pero con un toque guadalupano. Sin problema recibimos dinero del gobierno de turno, mientras nos la rifamos en el capitalismo salvaje de la economía informal. Hablamos pestes de Carlos Slim o Germán Larrea, pero si alguno de nosotros llegara a emparentar con ellos, seguramente ya no diríamos nada. Somos virreinales y creemos en el matrimonio como escalera de ascenso social. También en los negocios al amparo del poder público. El Ejército y la burocracia dejaron de ser vehículo de redención social desde hace mucho. Quizá eso es lo que AMLO quiere restablecer, y por eso emociona a tantos ricos venidos a menos, clasemedieros y tataranietos de los cachorros de la Revolución mexicana.

El autoritarismo gubernamental nos preocupa, pero también nos parece inocuo, porque sabemos que este es un país grande, con malos registros administrativos, y donde el gobierno es ineficiente y corrupto. No te metas con el gobierno y estarás bien, y si no lo estás, algún juez te dejará ir por un tecnicismo, y si no, una lana resuelve el entuerto.

Ante esa ambigüedad moral y política, que no es muy diferente en América Latina y en otras democracias jóvenes, es muy difícil hacer una plataforma de campaña política tradicional en México. Sheinbaum, su partido político y su mecenas poderoso me parecen autoritarios de derecha, y Gálvez me da la impresión de una izquierda risueña y naïve maderista. La realidad es que no hay ni izquierda ni derecha; hay autoritarismo y libertad. Hay creencia en un gobierno omnipotente, o certeza de que cada individuo por sí mismo puede salir adelante con su familia.

Yo preferiría que el gobierno no se haga cargo de mi pobreza; con que me dejen trabajar me las arreglo. Pero, quizá, los que así pensamos somos muy pocos. Si queremos que las cosas cambien, tendremos que explicarle a más gente que nadie en el gobierno podrá hacer nada por ellos, a menos que ellos quieran salir adelante por sí mismos.

Una candidata, ante la veda, ha guardado silencio, a lo mejor porque no necesita hablar porque tiene el micrófono del presidente de la nación. Otra candidata ha resuelto hacer campaña desde Estados Unidos. Los demás, en teoría, no podríamos hablar de estas cosas. Eso es una regresión autoritaria, y eso implica que hay que votar por cambiar al gobierno que nos impone estas mordazas. Ojalá no nos maten a los que se nos ocurre publicar estas cosas.

Eso sí, izquierda o derecha, física o ingeniería, coleta o huipil, vota. Por favor. Necesitamos que expreses tu voluntad en las urnas de junio. Te lo encargo.

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