Costo de oportunidad

El turno de las instituciones

Aunque los políticos que lleguen a las posiciones más altas sean técnicamente equinos de crin áspera, si las instituciones son adecuadas, el país aguanta.

Los mandos, y el personal, y los elementos financieros y materiales de la Guardia Nacional no son civiles. Son militares. Eso implica que el gobierno violó la Constitución al someter a ese cuerpo al control operativo de la Secretaría de la Defensa Nacional.

Y no violó la Constitución de 1917 en su versión original. Ni la que resultó de la larga noche neoliberal. Violó la Constitución que este gobierno reformó para crear la Guardia Nacional.

Queda clarísimo que México tiene Suprema Corte. Que la ministra Esquivel, la ministra Ortiz y el ministro Zaldívar son capaces de negar a su madre si es necesario para el movimiento. También queda diáfanamente claro que será necesario desmantelar el golem descerebrado que construyó la administración de López Obrador en materia de seguridad pública. A reinventar instituciones de cero otra vez, pareciera ser el mantra nacional.

El revés de la Corte al régimen llega en un momento en donde se revela el gran turismo del multicondecorado general secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval. Y también, con la reciente reforma aprobada por los diputados para reformar los artículos 55 y 91 constitucionales para reducir la edad necesaria para ocupar un cargo público. Se podrá ser parte del Poder Legislativo a los 18, y parte del gabinete del Ejecutivo a los 25.

Me preocupan menos los diputados jóvenes, aunque creo que 18 es una edad muy tierna en estos tiempos de incubación prolongada de los hijos. Sin embargo, el Poder Legislativo nunca se ha distinguido por tener gente brillante entre sus filas. Burros hay de todas las edades. En la era de los legisladores de carrera, no es mala idea que empiecen temprano. La caricatura de Paco Calderón en Reforma, donde pone a un chamaco subiendo los tenis a la curul de enfrente mientras revisa memes en el celular, es solamente eso, una caricatura.

Sin embargo, los secretarios de 25 años sí me preocupan. Los secretarios tienen mucha más responsabilidad que los diputados, que son miembros de un cuerpo colegiado. Los secretarios comandan muchos recursos… como el general Sandoval. Si se vuelven locos con ese dinero y ese poder en la edad madura, a los 25 años es como una receta para el desastre. Aun así, tenemos una titular de SEP que ahora que es candidata para el Estado de México, se aventó esta joya epistemológica: “El feminicidio aqueja, sobre todo, a las mujeres”. Si Delfina puede ocupar el despacho de Vasconcelos, cualquiera puede llevar cualquier cartera en el gabinete legal o ampliado.

Sin embargo, a los 18 uno ya tiene edad para servir en la milicia, para pagar impuestos, para fundar una familia. Quizá habría que elevar la edad mínima de ciudadanía, en reconocimiento a que los muchachos requieren más tiempo de incubación, y que los tiempos son más difíciles.

Otros mexicanos no podemos ser legisladores: los mexicanos por naturalización. No he sabido de secretarios de Estado que lo sean. Y sí sé de uno que pudo ser secretario de Hacienda y no fue, quizá por ser naturalizado.

Lo cierto es que aunque las instituciones tengan gente más joven o más vieja, con más o menos estudios, electa por sufragio o por currículum, que dejaron el ombligo en territorio nacional o en otra parte, hijos de mexicanos o de extranjeros, lo importante es que México sea un país de instituciones, no de personalidades avasalladoras o de caprichos. Aunque los políticos que lleguen a las posiciones más altas sean técnicamente equinos de crin áspera, si las instituciones son adecuadas, el país aguanta. El ejemplo de Trump en Estados Unidos tendría que ser muy elocuente para explicar este hecho.

Esta columna que es de todo y de nada cierra con la escasez de ingenieros y profesionales de las ciencias, tecnologías, matemáticas e ingenierías que reportaba ayer El Financiero, que se agravaría si estas ramas de conocimiento están sujetas a las reformas marxistas que se proponen a los planes de estudio en México. La gran diferencia entre Corea del Sur y México es que los sudcoreanos invirtieron en el conocimiento y las capacidades de razonamiento de su población. Aquí en México, eso nos pareció peligroso, y decidimos invertir solamente en infraestructura, petróleo y en mantener una clase política muy parecida a las aristocracias de las monarquías absolutistas. En una de esas hay que meterle menos recursos a Alito, Marko, los Chuchos, Dante; a Pemex y SCT; al Ejército y la Marina. Hacerle igual que los chinos con Deng Xiao Ping, mandar más gente al mundo a aprender de ciencias, tecnologías y negocios.

El autor es asesor en Agon Economía Derecho Estrategia, Consejero MUCD.

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