Costo de oportunidad

Competir por inversiones

Los países desarrollados expulsan inversiones, porque puede obtener mejores rendimientos en las naciones emergentes.

Los países competimos por inversiones. Sin embargo, esa competencia se intensificó en décadas y años recientes. En 1980, las inversiones extranjeras directas (IED) en todos los países del mundo representaban un poco menos de medio punto porcentual del PIB global. En 2020, la cifra fue 1.4 por ciento (datos, en todo el artículo, del Banco Mundial).

En el caso de América Latina, la IED era de 0.87 por ciento del PIB en 1980, y en 2020 es de 2.87 por ciento. Los números de México se parecen mucho a los de América Latina consolidada. Brasil, en 1980, atraía 0.92 del PIB; en 2020 atrajo 2.61. Para China no tenemos datos de 1980, pero en 1989 su inversión extranjera directa no era ni 4 cienmilésimas del PIB del país; en 2020, atrajeron 1.44 por ciento. Todavía hay muchos sectores cerrados a la inversión extranjera en ese país. El brinco que dio el gigante asiático es uno de los logros más impresionantes de la economía global en toda su historia. El brinco de India es también impresionante, pero no tan grande. En 1980, atrajeron 0.07 por ciento del PIB, y 2.42 en el año 2020.

El mundo desarrollado parece necesitar menos de la inversión extranjera. Tiene lógica. Si tienes capital propio, para qué requieres socios. Segundo, si el capital es abundante en un país o región, su rendimiento converge a ser cercano a cero, o negativo, y por ello, los inversionistas tienen que salir a buscar rendimientos en otra parte. De cualquier forma, hasta Estados Unidos atrae más inversiones hoy que antaño. En 1980, su atracción de inversión era 0.11 por ciento del PIB; hoy los extranjeros invierten un poco más de un punto porcentual del producto de esa nación.

Un número igualmente interesante es la atracción neta de inversiones de los países: a la inversión extranjera captada, le restamos la inversión que el país hace en otras naciones. En 1980, América Latina tenía un superávit neto de inversiones de 0.64 por ciento del PIB; hoy es de 2.15 por ciento. Estados Unidos tiene flujos netos negativos de inversión, desde 1980 hasta hoy, con muy pocos años donde esta tendencia es inversa.

El oriente de Asia y el Pacífico han sido captadores netos de inversión desde los 1980 hasta hoy. Desde 1982 hasta 1988, captaban en términos netos alrededor de medio punto porcentual del PIB. Atrajeron inversiones de manera creciente, alcanzando un pico de 3.8 por ciento del PIB en 1998. A partir de ahí, han ido reduciendo la captación neta de inversiones. En 2020, captaron el 0.67 por ciento del PIB de la región en términos netos, muy cercano al 0.5 por ciento de 1982.

En el mundo, en términos netos, la inversión es cercana a cero. Esto tiene lógica, porque aún no podemos recibir inversiones de otros mundos. Quizá, en los años en donde el número es muy negativo, podemos imaginarnos que los proyectos de inversión están madurando. Lo contrario ocurre en los años de superávit neto global. En los 51 años antes de 2020, en promedio, los flujos superavitarios globales fueron 0.06 por ciento del PIB positivos; ahí seguramente están dando dividendos. (0.08) por ciento en 1970, 0.25 por ciento en 2020.

Tendré que disculparme con mis lectores por una columna muy técnica. Quizá es el momento para digerir algunas conclusiones a partir de estos números tan duros que puede que sean inmasticables: 1. América Latina no se ve tan mal en términos de atracción de inversión. 2. El mundo desarrollado expulsa inversiones, porque puede obtener mejores rendimientos en el mundo emergente. La política monetaria y la volatilidad global pueden cambiar esto temporalmente, pero la tendencia es que los países ricos tendrán que exportar capital a los más pobres. 3. Los ‘tigres’ de Asia ya no demandan tanto capital como antes. América Latina tiene que aprovechar esta circunstancia para atraer inversiones, y tiene que reformar sus sistemas legales para que ese capital se retenga y reproduzca en la región. 4. El fenómeno chino no tiene paralelo, pero hay que pensar en que partieron de una base muy baja. En la medida en que sigan manteniendo cerrados sectores a la inversión extranjera, la comunidad internacional los verá como un rival, no como un socio comercial. 5. Nuestra diferencia con Asia es la capacidad para traducir las inversiones en crecimiento económico. Si las inversiones del mundo en México y el resto de América Latina no son rentables, un día se nos secará la fuente de capital global. Por eso, es fundamental aumentar nuestra productividad.

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