Costo de oportunidad

La COP26 y los criptos

Ahora que la cumbre sobre cambio climático de la ONU está en la mente de mucha gente, habría que pensar en otras cosas como la teoría del valor económico del daño ambiental, por ejemplo.

La prensa financiera global está llena de noticias sobre cómo deben regularse las monedas estables, stablecoins, que no son ni lo uno ni lo otro. Estables, porque su valor está unido al de alguna moneda fiduciaria de curso legal en algún país. Generalmente están pegadas al dólar, pero también las hay en equivalencia uno a uno con el euro y el yen. Sabemos que el dinero fiat de una economía grande es muy estable, pero dista de ser un almacén de valor perfecto. La razón es muy simple: la emisión de dinero puede hacer que el poder adquisitivo de un dólar fluctúe en el tiempo.

Tampoco son monedas, en el sentido tradicional de la palabra; no se trata de pequeños discos de un metal que consignan a un emisor gubernamental y un valor de cambio. Son criptoactivos. La empresa mexicana Bitso comercia desde hace tiempo algo que parecía una moneda estable, llamada TUSD, acrónimo de True US Dollar. Pero ahora tiene otras. USDC, USDP y BUSD. Una muy famosa en la prensa financiera global es Tether, también con equivalencia 1 a 1 al dólar.

Los reguladores financieros piensan que las instituciones que intermedian estos criptoactivos, que por lo general se comercian en la red de Ethereum, deberían regularse de manera parecida a la de un banco. Las aplicaciones de las monedas estables están sobre todo en el mercado de crédito, por lo cual podrían parecerse a un competidor no regulado de la banca. También, hay quien quiere hacer transferencias internacionales de manera descentralizada usando estos stablecoins. Quizá ahí es donde tienen una aplicación práctica más interesante. Estas operaciones no se pueden hacer con bitcoin o con activos criptográficos de valor volátil.

El problema con bitcoin y otros activos criptográficos (y crípticos) es la percepción errónea de mucha gente de que son instrumentos de ahorro de largo plazo porque su valor no guarda correlación alguna con las monedas emitidas por los bancos centrales. Esta teoría ha hecho que mucha gente los acumule. Cuando el valor empieza a crecer, porque las cantidades demandadas son crecientes, la gente que tiene estos activos refuerza su creencia de que se trata de un superactivo que almacena valor infinitamente, y en lugar de usarlo para sus intercambios, decide almacenarlo. Esto lleva a una especie de burbuja. En el momento en que la gente se da cuenta que todos los tenedores están acumulando, y nadie está gastando, salen en oleadas al mercado a vender, y el precio tiene fluctuaciones enormes.

Esto podría indicar que el ‘robo’ de la política monetaria, que puede extraernos valor solamente imprimiendo más dinero, puede que sea mejor que la vagancia de un mercado cuyos fundamentos no están del todo claros. Es cierto, sí, los bancos centrales pueden robar valor al público, pero mientras la emisión de dinero no llegue a extremos irracionales, el dinero fiat como unidad de cuenta y almacén de valor sigue siendo mejor que criptoactivos cuyo valor intrínseco no es conocido.

Ahora que la COP26 está en la mente de mucha gente, habría que pensar en otras cosas. En los últimos 50 años, la teoría del valor económico del daño ambiental ha tomado preeminencia. Los CEL que emitió México a partir de 2013, para incentivar la generación de electricidad limpia, son algo cercano a un permiso intercambiable para contaminar.

Cuando vengan mejores tiempos en México, la tecnocracia debería pensar en un criptoactivo estable amarrado al precio de las emisiones de carbono y otros gases que provocan el cambio en la temperatura del planeta. El valor no estaría en función de la arbitrariedad de la política monetaria en Estados Unidos o en otros países, o en las profundidades del algoritmo de un tal Satoshi Nakamoto, quien quizá es solamente un alias para un grupo de matemáticos anarcocapitalistas detrás del bitcoin. Si todos comerciamos con bonos de carbono, o fracciones de ellos, tendremos mediciones realmente objetivas de qué tan efectiva es la política ambiental.

El dinero fiat es una maravilla, pero también tiene sus problemas. Anonimato y potencial de arbitrariedad en la política monetaria. Es un monopolio, muy regulado y en manos del sector público, pero que tiene potencial para extraer una renta al público. La tecnología nos puede ayudar a resolver problemas de coordinación de mercado que eran imposibles de resolver hace 200 años.

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