Fuera de la Caja

Pauperización I

En la suma no cambia nada, pero en la realidad hay un millón de empleos perdidos no por despidos, sino porque las empresas desaparecieron.

Tengo la impresión de que no se ha comprendido el tamaño de la crisis económica que enfrentamos. Indudablemente, a quien le ha pegado directamente no requiere ninguna explicación, pero hay muchas personas que no lo han sentido en su bolsillo o empleo, incluyendo a todos los funcionarios públicos que, por eso, parecen no darse cuenta del sufrimiento general.

Por esa razón, le ofrezco algunas colaboraciones elaboradas con base en los datos del IMSS y de la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE) que el Inegi desarrolló para no dejarnos sin información en el tema. Ya la hemos utilizado, y recordamos que no es exactamente compatible con la tradicional ENOE, pero todo indica que sus números son bastante cercanos, y por eso la consideramos, sin dejar de notar este tema.

Permítame empezar por algo que nunca revisamos en los datos del IMSS: las empresas. En junio hubo un poco más de un millón de patrones, prácticamente la misma cantidad que en enero, y no faltará quien crea que no está pasando nada. Sin embargo, cuando revisamos nos damos cuenta de que hay una rápida desaparición de grandes empleadores, que son sustituidos por empresas de un solo trabajador. En la suma, no cambia nada, pero en la realidad, hay un millón de empleos perdidos no porque los despidan, sino porque las empresas mismas desaparecieron.

En el primer semestre de 2020 perdimos 5 mil 432 empresas con entre seis y 50 empleados; 2 mil 346 con 51 a 200; 463 con 251 a 500; 273 con 501 a mil empleados, y 127 con más de mil. A cambio, ganamos 5 mil 831 con un solo empleado y mil 607 con dos a cinco. El neto es una pérdida de mil 203 patrones, que en un universo de un millón no se notan. Pero si estimamos los empleos perdidos, utilizando la media de cada intervalo, hablamos de 1.1 millones de empleos perdidos. Es probable que esté estimando de más, pero note que esta cifra es cercana a los 994 mil puestos de trabajo que el IMSS reporta que se han perdido. Esto significa que un porcentaje muy elevado de quienes han perdido su empleo formal lo han hecho por la desaparición de su empresa, no por ser despedidos.

Si esto es correcto, entonces hablamos de un problema muy serio, porque esos empleos no se recuperarán fácilmente. No es nada sencillo crear una empresa, ya no diga usted una con cien, doscientos o más de mil trabajadores.

El impacto de este fenómeno, la pérdida de empresas medianas y grandes, se refleja en la generación de valor agregado. Aunque los políticos acostumbran hablar mucho de las micros y Pymes, en realidad la economía se mueve alrededor de empresas grandes, que son las que aportan la mayor cantidad de valor agregado. Desde hace tiempo Santiago Levy ha insistido en que uno de los defectos más serios de la economía es el tamaño tan pequeño de las empresas, que está asociado a una productividad bajísima. Tiene razón, pero no le hacen caso.

Hemos perdido 4 mil de las 58 mil empresas mayores de 50 trabajadores que teníamos entre el fin de 2019 y el inicio de 2020. Muchas de ellas tal vez pudieron aguantar con algún tipo de apoyo gubernamental, similar al que se aplicó en otros países: posposición de cuotas al IMSS, impuestos o incluso financiamiento para capital de trabajo o cuentas por pagar. No se hizo nada por ellas, es decir, por el millón de mexicanos que ha perdido la empresa en que colaboraba.

Cierro insistiendo en que la desaparición de grandes empresas es un problema muy serio, porque implica una pérdida de productividad imposible de recuperar con empresas pequeñas o medianas. Todos perdemos.

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