Pues termina 2025. Falta una docena de días, pero ya estarán dedicados a las celebraciones, y aunque habrá alguna información económica, y tal vez algunas sorpresas a nivel global, la actividad se reduce notablemente.
En el tema económico, México cierra este año en malas condiciones. No en una crisis, como las acostumbradas hace décadas, sino en un proceso de deterioro que aquí hemos documentado desde su gestación, es decir, desde que el gobierno actuó irresponsablemente para fingir una bonanza inexistente que convenciera a los ciudadanos de votar por el grupo en el poder. Le mostramos aquí los datos ficticios de construcción, el crecimiento absurdo de la deuda para financiar la compra de votos, directa y escondida, y también la destrucción de las capacidades del gobierno para atender los temas de fondo: seguridad, salud, educación, infraestructura, campo, etc.
Una vez pasada la elección, inició la caída, de forma que todos los meses de la actual administración han sido de malos datos económicos. Ocasionalmente un dato positivo, más frecuentemente negativos, con lo que cerramos este año con un crecimiento inferior a medio punto porcentual. También en estas páginas dijimos hace mucho que lo esperable era un crecimiento de ese nivel, pero no sólo para este año, sino hasta 2027. Salvo que ocurra algo extraordinario, así será.
La última crisis económica producida por nosotros mismos fue la de 1995. En ésa, y en las tres anteriores (76, 82, 87), teníamos un sistema de tipo de cambio fijo, de manera que en todas ellas hubo, además de contracción económica, un ajuste cambiario fuerte. Por eso muchas personas asocian el precio del dólar a la situación de la economía. Si el dólar está barato, suponen, la economía está bien. No es así, ya no hay relación alguna entre estos fenómenos, y menos cuando el valor del peso lo fija el mercado global de divisas. Ahí se mueven, diariamente, pesos por el equivalente a 150 mil millones de dólares, con lo que en una semana se mueve casi lo mismo que en un año de comercio exterior. Menos de 20% de ese dinero pasa por México, y la quinta parte de eso pasa por manos mexicanas. En breve: el valor del peso no lo controlamos nosotros, pero sus efectos sí nos pesan, como lo saben los exportadores que sufren cada vez que el peso está “fuerte”.
En la última encuesta del Banco de México, no hubo un solo analista que considerara que hoy es un buen momento para invertir en este país. En la que INEGI realiza a empresas, publicada dos semanas antes, apenas un tercio de ellas pensaban que el momento es adecuado. El dato oportuno del IGAE publicado ayer apunta que es muy probable que este año termine con un crecimiento de cero.
En sus esfuerzos propagandísticos, o más bien de desinformación, el gobierno insiste en que la economía está mejor porque redujeron la pobreza. Ya también aclaramos aquí algunos problemas con las cifras de esa medición, pero hay que agregar que, en términos de pobreza multidimensional, hay más pobres que antes de que llegara este grupo al poder. La destrucción del sistema de salud no se compensa con las limosnas bimestrales. En los últimos días celebran que se crearon casi 600 mil empleos formales, pero también aquí hay problemas de medición. Si quitamos el programa con el que el IMSS incorporó a plataformas digitales, que no es creación de empleo, la cifra es más bien cercana a 400 mil. Sólo en años de crisis (2001-2003, 2009, 2020) se han creado menos. Proporcionalmente, apenas en lo más profundo de esas crisis hubo un crecimiento inferior a 2% anual, como es el caso de este 2025.
Así cierra este año y esta columna se retira unos días, para regresar con gran ánimo el 5 de enero. ¡Feliz Navidad y que 2026 sea un poco menos malo que éste!